Contra el modo de vida liberal
«La progresía da cuenta del atentado terrorista alertando, no del peligro o del error de la política migratoria, sino de que los asesinatos impulsen a AfD»
Nuestro país vive en una burbuja de estupidez progre. Tomemos como ejemplo el atentado del 23 de agosto en Solingen, Alemania. Un terrorista islamista asesinó a cuchilladas a tres personas e hirió a otras nueve. El canciller alemán, el socialista Scholz, anunció un castigo «severo» por el atentado, y prometió intensificar las deportaciones y reducir las entradas irregulares de inmigrantes. El motivo es que esa gente, dijo el alemán, está «contra el modo de vida liberal».
Aquí, sin embargo, la progresía mediática y política da cuenta del atentado terrorista alertando, no del peligro o del error de la política migratoria, sino de que los asesinatos impulsen a AfD, el partido «ultra» alemán. Al tiempo, presentan como un escándalo que se utilice un atentado para hacer política, o demostrar que el Gobierno se ha equivocado. El caso nos muestra una vez más que la izquierda tiene una moral bastante selectiva, porque fue lo que hizo el PSOE con los atentados del 11-M.
En Alemania, el socialista Scholz, con las elecciones parciales a la vuelta de la esquina, confiesa de manera indirecta que se ha equivocado con la política migratoria, que el ritmo de un 30% de deportaciones de ilegales se queda corto, que los controles son insuficientes, y que la inseguridad desborda al país. Su impericia ha conseguido que el tema clave en los comicios de Turingia y Sajonia sea el orden público.
En nuestro país es al revés. El Gobierno culpa a la oposición del PP por no apoyar su reforma no pactada de la ley de extranjería que no sirve para controlar el flujo migratorio. Mientras, se cuelan diariamente por Ceuta cientos de ilegales con el beneplácito del Ministerio del Interior, que ha negado el auxilio extraordinario al gobierno de la ciudad autónoma. Los medios sanchistas dicen que esta situación es aprovechada por Vox, el partido «ultra» español, para agitar las redes y las calles.
«En ningún caso un ministro sanchista, ni ninguno de sus corifeos mediáticos, hablaría de «modo de vida liberal» en España, sino «progresista», lo que no tiene sentido».
Quizá la diferencia está en que en Alemania incluso la izquierda valora el «modo de vida liberal» y aquí no. Su “Weltanschauung”, su manera de concebir la existencia y el mundo, pasa desde 1945 por conservar, por encima de todo, los pilares de la convivencia pública sobre la base de la libertad privada. De ahí que no tengan problemas a la hora de forjar una «gran coalición» entre la CDU y el SPD para dar estabilidad a su estimada democracia liberal. Esto no quita para que su país viva una idolatría del Estado y un comunitarismo muy fuerte, lo que no impide que se respete la individualidad. Por eso, Scholz habla del peligro de tener una sociedad abierta sin garantías ni respuestas.
En nuestro país, la “Weltanschauung» es antiliberal y cainita, colectivista y destructiva. Despreciamos nuestra democracia y los pilares culturales sobre los que se asienta. Pisoteamos las tradiciones y la educación. Creemos que lo moderno es ser nihilista y hedonista, acusar al otro para eludir responsabilidades, hacer demagogia y polarizar a cualquier precio. Todo es una contradicción ridícula. Por ejemplo, la progresía aplaude la inmigración ilegal pero critica el turismo interno, y culpa del desgobierno a los que no gobiernan. Es más; en ningún caso un ministro sanchista, ni ninguno de sus corifeos mediáticos, hablaría de «modo de vida liberal» en España, sino «progresista», lo que no tiene sentido.
Somos un país inmaduro. El otro día un amigo me dijo que esta es una democracia echada a perder, con un Estado de las Autonomías fallido, dirigido por un Gobierno que desprecia la misma Constitución que prometió defender. No creo que sea para tanto, aunque indicios hay. Nos falta madurez. No hemos aprendido después de cuatro décadas que la sociedad liberal es la que mejor permite la pluralidad más diversa, el desarrollo individual garantizado, con una seguridad pública corregible. Ese modo de vida es el gran invento de Occidente, pero en España no nos hemos dado cuenta todavía.