Los terroristas del mañana
«Estos juegos, que pretenden usar el odio como herramienta de radicalización, creando un enemigo, la policía, nunca han tenido una respuesta legal»
En la actualidad, el fenómeno del terrorismo sigue siendo una de las principales amenazas para la seguridad. Aunque los métodos y objetivos de las organizaciones terroristas pueden variar, una constante en su modus operandi es el uso del adoctrinamiento y la incitación al odio.
El adoctrinamiento es un proceso sistemático, inculcan sus ideologías extremistas en individuos, especialmente en los jóvenes, los más indefensos. A través de una combinación de propaganda, educación sesgada y manipulación emocional, estos grupos buscan moldear creencias y comportamientos, adoptando visiones radicales de su entorno y, en última instancia, invitando a participar en actos de violencia.
Hace unos días el ayuntamiento de Granollers, Barcelona, dentro de su programa mayor de fiestas, organizó un taller titulado «Técnicas Aplicadas de Guerrilla Urbana», en el que menores de edad lanzaban cocteles molotov a un muñeco que simulaba ser un policía. Algo que no es nuevo, durante décadas asistimos año tras año a la repulsa, burla y desprecio que en el País Vasco y Navarra hacen hacia la policía y la guardia civil, simulando que los expulsan de sus localidades o jugando al «tiro al facha».
«Todos estos juegos, que pretenden usar el odio como herramienta de radicalización, creando un enemigo, la policía, y deshumanizarlo para atacarlo con impunidad moral, nunca han tenido una respuesta legal»
Esta violencia, que se enmascara como diversión y que representa un «terrorismo de baja intensidad», no es una violencia ciega, gratuita y degenerativa causada por la marginalización económica, ni simplemente una violencia ritual. Es mucho peor, es una violencia «ideológica». Las otras violencias obedecen, en su mayoría a circunstancias de tiempo y lugar, pero la ideológica, si se adopta en las etapas evolutivas, suele acompañar a la persona durante toda su vida. La violencia puede ser circunstancial o aislada, pero el terrorista cree en sus propósitos.
Todos estos juegos, que pretenden usar el odio como herramienta de radicalización, creando un enemigo, la policía, y deshumanizarlo para atacarlo con impunidad moral, nunca han tenido una respuesta legal.
Dejando a un lado que los tribunales no consideran a las fuerzas y cuerpos de seguridad un colectivo víctima de delitos de odio, lo más incomprensible es que en nuestro ordenamiento jurídico no haya una figura que castigue el uso de menores para ensayar un delito. Es cierto que no se pueden sancionar acciones futuribles, pero los actos preparativos o infringir la ley de protección integral a la infancia y la adolescencia frente a la violencia, son conductas que tienen cabida en nuestro ámbito penal.
Salvando la famosa frase de Pitágoras de hace más de 24 siglos en la que decía «educad a los niños y no tendréis que castigar a los hombres». La reflexión contextualizada a esta situación sería; «los niños que hoy se educan en el odio serán los terroristas del mañana».