THE OBJECTIVE
Cristina Casabón

Una alternativa a la emigración

«Hace años se decía aquello de la inseguridad ciudadana, que la inmigración era culpable de crímenes, y hoy sin embargo se impone un curioso silencio»

Opinión
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Una alternativa a la emigración

Ilustración de migrantes. | Alejandra Svriz

Con la inmigración se nos ha hecho muy presente el Otro. El Otro, del que necesitamos para completarnos y para disculparnos, ya no es un fantasma de nuestra conciencia colonial sino una realidad estadística que pulula las calles de Madrid y otras metrópolis europeas. Hace ya muchos años se decía aquello de la inseguridad ciudadana, que la inmigración era culpable de crímenes y hoy sin embargo se impone un curioso silencio. La inseguridad ciudadana siempre ha sido un problema, pero Europa siempre había puesto parches y en la medida de sus posibilidades, podía absorber al Otro.

Existe una paradoja. El continente cosmopolita es estable y evoluciona precisamente porque está abierto a las influencias del mundo exterior, pero al mismo tiempo debe respetar y proteger la cultura europea. Debe estar constantemente revitalizado por las fuerzas de progreso a las que está abierto pero sin desenraizar a los ciudadanos. Recordemos que el Homo Europaeus, de Nietzsche, es un europeo nómada, un ciudadano europeo. La cuestión no es la migración ni el nomadismo, sino la orografía del efecto llamada del capitalismo del bienestar

«Europa no es capaz de absorber una apertura cultural tan vertiginosa sin mantener, al mismo tiempo, su cultura y su bienestar»

La miseria de millones de seres humanos nos concierne en el momento en que Europa no es capaz de absorber una apertura cultural tan vertiginosa sin mantener, al mismo tiempo, su cultura y su bienestar. Hoy viven en África más de 1.200 millones, el 40% de los cuales son menores de 18 años. En el 2050 habrá 2.500 millones de personas en África y 450 millones en Europa, cuya edad media justificará aquello de «viejo continente». Y así, pasando de los números y de la resaca colonial, a menos que en África se produzca un improbable crecimiento industrial y del mercado laboral similar al chino, Europa se enfrentará a una ola migratoria masiva.

Ahí, en los números, aparece la corporeidad masiva del Otro, su presencia insoslayable. La última gran etapa de las migraciones para la que Europa debe prepararse es el rinoceronte africano en la habitación. Hasta ahora, los Estados poderosos no acuden con nada mientras no les digan sus expertos que el rinoceronte se baña en petróleo. Pero frente al negocio de beberse el petróleo con una pajita, una solución sería afrontar las causas que empujan a una persona a abandonar su casa y plantarse en el suelo a la puerta del ministerio para pedir unos centavos de euro al primer ministro que salga. El plan sensato es ofrecer a la población africana una alternativa a la emigración, pero aquí de momento sólo hay dinero para futbolistas.

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