THE OBJECTIVE
Anna Grau

Ultraderecha fantasma, ultraizquierda vampira

«No sé a ustedes, pero a mí me preocupa mucho más parar a los fascistas con piel de cordero de la ultraizquierda que a los lobos mellados de la ultraderecha»

Opinión
10 comentarios
Ultraderecha fantasma, ultraizquierda vampira

Ilustración de Alejandra Svriz.

¿Cuándo se apagará la lucecita del Pardo, como llaman los críticos más ingeniosos del actual presidente del gobierno a esa llama aparentemente eterna (por ahora) del sanchismo? No va a ser tan pronto como algunos esperan. Ni, probablemente, por los motivos que otros barajan. Precisamente porque las últimas encuestas dicen lo que dicen, Pedro Sánchez no tiene el menor incentivo para adelantar unas elecciones generales que no tocan hasta 2027. Si alguien calcula que el «empujoncito» le podría venir de Puigdemont y de sus huestes, mejor poner a cargar la calculadora hasta que la amnistía, además de ser una ley, sea un hecho.

Puigdemont se podrá poner como se ponga. Pero, para que algún juez le acabe amnistiando, es preciso que la ley que lo hace posible siga viva. Aunque el PP esté agotando los plazos para recurrir esa ley, llegará un momento en que el recurso caerá por su propio peso. Y si cambia el gobierno antes de que se aplique, el recurso tendrá que prosperar. Otra cosa no se entendería visto el recio discurso de los populares, tanto en este tema como en el de la financiación «singular» catalana. Probable cortina de humo de enjuagues del sistema general que al final permitan dar a «los catalanes» más dinero en mano que poder tributario efectivo volando. Una vez más, Sánchez es el que menos prisa tiene, sobre todo desde que Salvador Illa preside la Generalitat.

¿Los presupuestos? Si no salen este año, ya saldrán el que viene. Prorrogar los viejos tiene sus ventajas porque son muy expansivos. Si a eso le añadimos el previsible rearme de la figura de Sánchez en el congreso federal socialista adelantado al próximo noviembre, la Moncloa puede resistir perfectamente lo que queda de legislatura sin avistar camiones de mudanzas.

La impaciencia de los que no lo entienden juega incluso a favor de Sánchez, porque el hastío dispara la polarización política, es decir, el hooliganismo, que, con el actual tablero político, beneficia al PSOE y no al PP. Mientras cualquiera a la diestra de Bakunin sea calificado de «ultraderecha», y esa categoría identificada con un verdadero Chernóbil político, las coaliciones sanchistas no es que gocen de buena salud: es que son las únicas posibles. A lo mejor el tono en política es más importante de lo que algunos se creen. Se puede decir lo mismo, o más aún, con mayor templanza. Incluso con cierto sentido del humor. Cuanto más larga es la carrera, más importante es no desfondarse. Puede no ser un rodeo, sino el camino secretamente más corto, empezar a explicar a muchos españoles que esa «ultraderecha» fantasma que tanto temen, en la práctica, cuando gobierna, hace lo que casi todo el mundo: adaptarse. Ya han visto a Meloni. Ya verán en Alemania.

En cambio, la ultraizquierda… a esa sí que le cuesta mantener no ya las formas, sino el fondo. Pocas veces se habrá visto a un expresidente español dilapidar su entero capital político tan rápido como a José Luis Rodríguez Zapatero en Venezuela. O a Irene Montero con su desastrosa ‘ley del sí es sí‘, sus implacables políticas de la cancelación, incluso contra iconos del feminismo de verdad que ya lo eran cuando ella no había nacido, y mejor no mencionar aquí su bárbara judeofobia «del río al mar». Ignorando con toda la hipocresía y la perversidad a las víctimas de la atroz violencia sexual de Hamás. Está claro que hay violaciones y feminicidios de primera y de segunda división, según quien los cometa. No sé a ustedes, pero a mí me preocupa mucho más ahora mismo parar a los fascistas con piel de cordero de la ultraizquierda, que a los lobos mellados de la ultraderecha.

Dicho lo cual: si Sánchez acaba adelantando elecciones, pongamos, a finales de 2025 —que es cuando, como muy pronto, se lo podría empezar a plantear—, si vuelve a haber bloqueo presupuestario y si Puigdemont ya ve la luz al final del túnel de su amnistía, es posible que sea porque la ultraizquierda ha reventado. Porque la operación de desvestir a Podemos para vestir a Sumar les ha salido como si la hubiera diseñado el sastre de Tarzán. Ese es el verdadero eslabón débil de la actual cadena de poder. El que podría desbloquear la aritmética parlamentaria a favor de un centroderecha sólido, que para entonces haya hecho los deberes y preparado a los españoles para ilusionarse con mayorías que ahora mismo se antojan imposibles. Dicho sea de paso, tampoco debe ser casualidad que esa misma ultraizquierda lleve tiempo bombeando fanatismo y prestigio cultural —el que inconcebiblemente todavía tiene y retiene en demasiados círculos— a un independentismo catalán exangüe. A lo mejor la verdadera estaca no era la que cantaba Lluís Llach, sino la que se cierne sobre el corazón del vampiro político woke de nuestro tiempo que no deja vivir ni convivir a nadie. Ni a los de derechas ni a los de izquierdas.

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D