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Carlos Padilla

Y Monedero seguirá dando clases

«El profesor, empleado del tirano Maduro, ha trabajado en un verano con actos que justificarían que fuera arrojado a la cuneta mediática»

Opinión
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Y Monedero seguirá dando clases

El politólogo y cofundador de Podemos, Juan Carlos Monedero. | I. Infantes (Europa Press)

Septiembre, el verdadero inicio del nuevo año. En la vuelta de todo, llegarán de nuevo las clases y Juan Carlos Monedero las seguirá impartiendo. Acudirán, barbilampiños y esperanzados, nuevos estudiantes dispuestos a saber y a beber, y Monedero, llegado de su verano venezolano de lacayo, seguirá dando clases. Se irán muriendo los días, pasarán las conferencias magistrales, los árboles talados se convertirán en hojas de papel donde imprimir, letra a letra, los exámenes de ciencias políticas. Y Juan Carlos Monedero volverá a estar allí para elaborarlos y corregirlos.

La decencia intelectual de Monedero ha tenido peor verano que Maite Galdeano. Sé bien que para Monedero y esa gente que vive en salones de té dialogando sobre política, hablar de Galdeano es un sacrilegio. Porque hablan del pueblo, pero les escuece lo popular. Todo lo que no sea denunciar los peligros del fascismo rampante, leer a Gramsci y explicar lo necesaria que es la verdadera izquierda, no sirve. Monedero, que no es Podemos, pero rima con ellos, ha disfrutado de sus meses más indecentes. El profesor, empleado del tirano Maduro, ha trabajado en un verano con actos que justificarían que fuera arrojado a la cuneta mediática.

Que Monedero era chavista declarado es tan evidente que da pudor volver a ponerlo negro sobre blanco. También que el politólogo fue asesor de Chávez, o sea, un bien pagado del régimen, no es sorpresa. Nota breve: que los chicos de Podemos siempre se fueran a aprender de democracia en calidad de asesores a América Latina y no a, yo qué sé, Francia, Alemania o Reino Unido, igual nos debió dar una pista de por dónde iban a venir después los golpes y la manera de darlos. Una nueva forma de combate político que ahora nos asusta, pero que unos hombres, podemos pensar más cándidos que malévolos, importaron desde el otro lado del charco.

Dicho esto, tan evidente es ahora la farsa del régimen sudamericano, tan notoria la falta de escrúpulos democráticos, que hasta algunos popes del izquierdismo latino han denunciado lo que otros llevan tiempo haciendo. El presidente de Chile, Gabriel Boric, o el de Brasil, Lula da Silva, han denunciado que lo salido el 28 de julio de las urnas venezolanas es una filfa, un engaño masivo, un fraude gigantesco. Hay una izquierda decente. Incluso, mis ojos lo vieron, Irene Montero, en su Erasmus particular en Bruselas, dijo que debían enseñarse las actas. Tampoco fue mucho más allá, porque ella es más de ver golpismo judicial en el cumplimiento de la ley en España, pero oigan, menos da una piedra.

Todos hemos visto al profesor Monedero en cientos de tertulias. Siempre al quite cuando surge un mínimo desliz de su interlocutor, con ese ego de profesor de élite que se gasta. Si tienen hueco y estómago, ahora vean al servil Monedero junto a Nicolás Maduro, invitado por éste a su podcast. El irreductible Juan Carlos, el rebelde docente, ahora cae en ese baboseo vergonzoso «Lo primero felicidades por presidente, lo ha dicho el Tribunal Supremo de Justicia». Provoca más rechazo el peloteo en el podcast que esos bailes que protagonizó en un mitin del líder chavista, y créanme, era difícil superar aquellas imágenes. Ya puestos a hacer de valedor del déspota, al menos hágalo sin provocar demasiado alipori.

Si la Universidad fuese una escuela de primaria —el nivel a veces no dista mucho—, algún que otro regio doctor les pediría a sus estudiantes noveles una redacción. Esa típica escritura lastimera para contar cómo nos han ido las vacaciones, qué hemos hecho en los meses de estío. Experiencias fútiles o recuerdos que sellaremos en el fondo de la memoria, quién sabe. Monedero, intuyo, no mandará escrito alguno sobre el verano a sus universitarios, aunque haría bien en escribirlo él. Una última esperanza para que el profesor de la Complutense recapacite. Que, una vez colocadas las letras sobre papel, se diera cuenta de cómo ha puesto su intelectualidad, ya corrompida, al servicio del régimen de Maduro. Suena estúpido, sí; debe ser que vengo de vacaciones de un ingenuo que no me reconozco.

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