Todo era cuestión de agallas
«No es el pudor algo que frene a Sánchez. Al contrario, si necesita algo, se viene arriba y pide que le sujeten el cubata»
Ha tenido que ser finalmente la portavoz del partido socialista, Esther Peña, la que revelara el auténtico motor que ha movido durante estos años la acción política de Pedro Sánchez, tanto en el Gobierno como en el partido. No han sido las ideas socialistas, ni el progresismo, ni ningún ideal de justicia, solidaridad o redistribución social. Tampoco el respeto a los principios básicos de un estado democrático y de derecho. No ha sido el diálogo, ni muchos menos la búsqueda del consenso o de políticas que sumen y no que dividan.
La base de la política de Sánchez, la verdadera, han sido las «agallas». Eso es lo que pedía la portavoz socialista ante el levantamiento de los barones socialistas por el pacto con ERC que da la independencia fiscal a Cataluña. Reclama Peña a los presidentes autonómicos, a los suyos y de paso a los del PP, que tengan «agallas» para plantear propuestas en materia de financiación. En realidad, lo que hizo era toda un reto a los cargos, y por extensión a todos los militantes, para que comprueben que otra vez los dirigentes socialistas de Aragón, Castilla-La Mancha, Castilla y León, Madrid o Andalucía finalmente se asustan y se achican en el próximo comité federal de este sábado.
Es verdad que esta vez, al menos la gente de Javier Lambán en Aragón, han dicho que no de forma oficial. Pero tras este primer paso del levantamiento contra el pacto fiscal con Cataluña, no ha habido un segundo. El líder adelantaba el Congreso a noviembre para extender a todos el miedo. Todos saben que Sánchez, cómo buen autócrata, es un entusiasta de las purgas. Y este adelantamiento es un aviso de que viene la guillotina en las listas electorales para todo el que critique, dude, o no apoye con entusiasmo norcoreano lo que en cada momento se le ocurra al líder. Y es cierto que en estos años nadie ha tenido agallas para decir, como en el cuento de Andersen, que «el rey está desnudo». Nadie en ese partido en otra hora, en sus años más votados, tenía los mayores niveles de discusión, autocrítica y trasparencia, se ha atrevido durante los años de mentiras de Sánchez a dar un solo paso. Nadie ha tenido más agallas que el propio presidente al que le gusta alardear de ellas y por eso lo acaba de repetir.
Porque una cuestión de agallas de Sánchez ha sido el nombrar a un ministro como nuevo gobernador del Banco de España, sin buscar el consenso con el PP. No son nuevas estas actitudes chulescas del presidente. Si hoy le toca a José Luis Escrivá, antes fue el ministro de Justicia, Juan Carlos Campo, que pasó directamente a miembro del Tribunal Constitucional, o su antecesora, también ministra de Justicia, Dolores Delgado, que acabó tristemente como fiscal general del Estado.
Pareciera que Sánchez gobierna como ese personaje del chiste que ante cualquier reto les decía a sus amigos «sujetadme el cubata» y se lanzaba sin medir consecuencias a superar esa apuesta por una cuestión de …»agallas». No sabemos si en la Moncloa sus subalternos en el tiempo ya fueran Ábalos, Redondo, Bolaños o María Jesús Montero, han sujetado muchos cubatas. Lo que está claro es que por agallas se concedieron los indultos frente a la opinión contraria del Supremo y de muchos socialistas. Por agallas destrozó por la puerta de atrás el Código Penal, eliminando el delito de sedición y suavizando las penas del de malversación. Por cierto, que algunos de esos «sujetacubatas» cayeron también de forma inesperada en purgas personales e intransferibles de Sánchez.
Pero no siempre ha ganado Sánchez en el tema de las agallas. No sabemos si fue por agallas o porque alguien le tenía bien apretadas las suyas, Sánchez, de forma unilateral y desoyendo a todos los partidos, al Congreso de los Diputados y a sus propios militantes, traicionó la postura española sobre el Sahara y al pueblo saharaui. Dijo que fue un pacto, aunque parece que por agallas se le impuso desde Marruecos. También Puigdemont ha disfrutado apretando sus agallas. Más allá de «hacerle mear sangre» como dijo el prófugo que haría y a fe que lo ha hecho, las presiones de los independentistas catalanes han sido continuas. Una ley de amnistía, impuesta por agallas a Sánchez, tuvo el desagradable efecto de que el presidente nos la impusiera a los españoles también por agallas y por encima de cualquier pudor constitucionalista.
No es el pudor algo que frene a Sánchez. Al contrario, si necesita algo, se viene arriba y pide que le sujeten el cubata. Ya sea para llevar a Illa a la presidencia de la Generalitat de Cataluña o para mantenerse el mismo en el poder. Sánchez tiene las «santas agallas» de considerar que el resto de los políticos y ciudadanos españoles somos tontos y le debemos de creer cuando dice que no es un concierto. Grandes son sus agallas cuando nos intenta convencer de que es un acuerdo solidario con todas las comunidades. Es tan evidente la falsedad como cierto es que el Estado no recaudará impuestos en Cataluña. Ningún país del mundo lo hace, excepto España que se lo permite por cuestiones forales al País Vasco y a Navarra.
Hay que reconocer que hay que tener las agallas muy bien puestas y socialistas para firmar por escrito que se buscará con Cataluña un criterio de ordinalidad. Toma ya solidaridad y redistribución de la riqueza. Las comunidades más ricas y que más aportan seguirán siendo según este principio las que más reciban, excepto Madrid, que siendo la que más aporta seguirá castigada por estar gobernada por Ayuso y el PP.
No hay que rechazar preguntarse como la portavoz Esther Peña si hay agallas en algún barón socialista para pararle los pies a un presidente capaz de socavar los cimientos del estado democrático social y de derecho que nos dimos los españoles con la Constitución del 78 con tal de mantenerse en el poder como sea. Un estado cuyas instituciones son día tras día tomados para el poder, no del partido socialista, para el poder de Sánchez. Los diputados socialistas de esas comunidades pagadoras que van a recibir menos pueden evitar el desastre. Necesitamos que nadie le sujete más el cubata a Sánchez. Pero para eso sí hay que tener agallas. Y me temo que les puede más el cargo que las ideas.