THE OBJECTIVE
Francesc de Carreras

Dos modos de gobernar

«Si el Gobierno aplicara los criterios que mantenía en el CGPJ, debería haber nombrado a una mujer, lo tenía fácil, pero no, ha nombrado a un ministro»

Opinión
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Dos modos de gobernar

Ilustración de Alejandra Svriz

Lo más relevante y significativo de la elección de presidente del Consejo General del Poder Judicial es su procedimiento. Ayer tomó posesión de su cargo la señora Isabel Perelló y, más allá del mundo de los juristas, hace una semana nadie la conocía, ni de nombre. ¿Qué ha sucedido? Que por una vez, y esperemos que sirva de precedente, las cosas se han hecho democráticamente bien.  

En efecto, hace un par de meses se desbloqueó, tras cinco años y medio, la renovación de Consejo. PSOE y PP se pusieron de acuerdo en las Cortes Generales y designaron a los veinte vocales, diez cada uno con acuerdos en los nombres, doce jueces y ocho juristas a los que se les supone una reconocida competencia. Estos veinte deben designar a continuación por una mayoría cualificada a un presidente que, a la vez, será el presidente del Tribunal Supremo. 

De esto hace más de dos meses y el acuerdo para nombrar presidente y empezar a andar no parecía posible. Se estaba al borde del abismo, hoy se inicia el Año Judicial y en la solemne apertura del mismo se hubiera visualizado el fracaso. Pero los miembros del Consejo, por lo menos algunos de ellos, no renunciaban al acuerdo y seguían bregando, a fines de agosto, para llegar a una solución. Y la encontraron. Fran Serrato, en el The Objective de ayer, lo explicaba con mucha claridad.

Un vocal conservador del Consejo, el señor Montero, pensó que se podía llegar a un acuerdo si una persona que hasta entonces no se la consideraba candidata, pero reunía las condiciones de ser mujer, «progresista» (las comillas están puestas con ironía), técnicamente competente y, sobre todo, «independiente» (aquí las comillas están puestas en serio). Los diez vocales designados a propuesta del PSOE exigían los tres primeros requisitos, pero no cumplían con el tercero, el de la independencia. 

¿Cómo se demuestra la independencia cuando se trata de jueces? Se demuestra en sus resoluciones judiciales, especialmente en los autos a lo largo de todo un proceso y, especialmente, en la sentencia que pone punto final al mismo. Había serias dudas, comprobables por resoluciones recientes, que las dos candidatas sucesivas -Pilar Teso y Ana Ferrer- propuestas por los vocales designados por el partido socialista cumplieran con esta exigencia. Se las tenía por las candidatas del Gobierno, por tanto, carecían, al menos en apariencia, del requisito de la independencia. 

El candidato propuesto por los conservadores, Pablo Lucas, cumplía con todos los requisitos excepto uno: era hombre y no mujer. En realidad, la larga mano del Gobierno no lo quería porque, a pesar de ser durante toda su vida del ámbito socialista, su talante como persona y como juez era de total independencia. Alegaban la exigencia de que fuera mujer pero lo que no gustaba al Gobierno era, precisamente, su independencia de criterio. Así las cosas, el enroque estaba servido. 

Pero el señor Montero tuvo una idea, quizás obvia desde la perspectiva de hoy, pero no desde luego la semana pasada, de encontrar una candidata (un requisito para el acuerdo es que fuera mujer) de la que hasta entonces no se hubiera hablado y la encontró en Isabel Perelló, compañera suya en la Sala Tercera del Tribunal Supremo. Montero es considerado conservador, Perelló es considerada progresista, pero daba igual si la persona podía ser la adecuada para el cargo y suscitara el acuerdo mayoritario en el Consejo. Lo comentó con otros dos vocales, nada menos que de la cuota de Podemos entre los nombres que propuso el PSOE, y se mostraron de acuerdo. 

«Un caso muy diferente es el nombramiento del nuevo gobernador del Banco de España. Dedazo, en plan mexicano, de Pedro Sánchez»

Esto parece que sucedió el viernes de la semana pasada. No hubo filtraciones durante el fin de semana -ni siquiera Ketty Garat se enteró, que ya es decir- y el lunes, durante el pleno del Consejo, esta propuesta de Montero y sus dos compañeros empezó a cuajar. 

Tras meditarlo con la almohada, y quizás antes con alguien más, en la reunión del martes una nueva votación dio el resultado definitivo: por el amplio margen de 16 a 4, Isabel Perelló se impuso a Ana Ferrer y fue propuesta como presidenta del Consejo. Los diez vocales conservadores, más seis progresistas (ya nos entendemos lo que decimos al usar estos apelativos) votaron a la señora Perelló, cuatro vocales progresistas votaron la señora Ferrer. Finalmente, se había solucionado la cuestión. Hoy la recién nombrada compartirá presidencia al lado del Rey en la apertura del Año Judicial, una ceremonia anual muy relevante. Esperemos los discursos y estemos atentos a lo que en ellos se dice.

Un caso muy diferente es el nombramiento del nuevo gobernador del Banco de España. Dedazo, en plan mexicano, de Pedro Sánchez desde la formación del Gobierno el pasado noviembre al crear expresamente para José Luis Escrivá un nuevo y extraño Ministerio, primero denominado «Transformación Digital» para luego añadirle «Función Pública», con la promesa que sería propuesto en su momento, seis meses después, Gobernador del Banco de España. 

Escrivá es, por lo visto, un economista cualificado, pero en este cargo es sospechoso de falta de independencia, es decir, de parcialidad, porque desempeñando  el Banco de España, entre otras funciones, la de supervisor de la actividad del Gobierno, resulta que deberá supervisarse a sí mismo en la aplicación de las normas que se han aprobado a instancias suyas en los seis años en que ha sido ministro de Pedro Sánchez. Una situación incompatible con la debida neutralidad que debe tener todo organismo supervisor, más todavía tras la ejemplar actuación, reconocida por todos, del anterior gobernador Pablo Hernández de Cos.

Si el gobierno aplicara los criterios que mantenía en el Consejo, debería haber nombrado a una mujer, lo tenía fácil (la hasta ahora subgobernadora Margarita Delgado es persona de reconocida competencia y con experiencia en el Banco de España) pero no, Sánchez es Sánchez, y ha tenido que nombrar a un ministro aunque ello implique poner en duda su independencia como gobernador, algo inédito entre los que han desempeñado este cargo, un cargo importante para la política y la economía española, pero también para la europea dada la participación del Banco de España en el Banco Central Europeo. Veremos que se dice en Europa de esta democracia que tenemos en España.

E incluso podría añadirse, con algo de sorna, que si tan importante es que una mujer sea presidenta del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial (por esta razón «un hito para la democracia española», se ha dicho en un editorial muy cursi de El País), el próximo Congreso del PSOE podría considerar la necesidad de que Pedro Sánchez cesara como presidente del Gobierno para dar paso a una mujer, al modo de Kamala Harris (o Golda Meir o Indira Gandhi, claro, nada nuevo bajo el sol). Pero no caerá esta breva.

En fin, estos nombramientos ponen de relieve dos modos muy distintos de gobernar: mediante la negociación, el consenso y el acuerdo final, el propio de una democracia parlamentaria; o la decisión unilateral del líder por sí solo y sin consulta alguna, propio de las democracias populistas. Escojan ustedes la que más les guste. 

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