THE OBJECTIVE
Antonio Agredano

Dejarse la piel

«Cuando veo a los ministros de Pedro Sánchez hacer escrupulosamente su trabajo -es decir, sin escrúpulos-, pienso: ¿Compensa?»

Opinión
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Dejarse la piel

Ilustración de Alejandra Svriz

Cuando usted escuche a un político diciendo «voy a dejarme la piel», póngase a salvo. La frase, que no le será ajena, sólo está siendo utilizada para aplazar decisiones y maquillar incapacidades. Con ella se define una actitud, pero nunca una estrategia. Te dejas la piel cuando no sabes qué hacer, ni hacia dónde dirigirte, ni si vas a ser capaz o no de solucionar el problema que los medios publican y la ciudadanía reclama. Te dejas la piel cuando no tienes otra cosa que ofrecer. Las palabras son así. Tienen esa magia turbia de hacernos creer lo que sabemos imposible.

«La parte más profunda del hombre es la piel», escribió Paul Valéry. En política, la piel es a veces el único patrimonio de un representante público. En las cercanías de Pedro Sánchez es fácil perderla. El socialismo ha perfeccionado el noble arte del desuello. A María Jesús Montero le han obligado a decir una cosa y la contraria sobre el concierto catalán. El precio es alto. La dignidad se pierde una vez y ya está perdida para siempre. Que me lo digan a mí, que frecuento karaokes. 

Mentir no es agradable para nadie. Sánchez pasará, porque tutto passa, y esa mancha de Montero quedará ahí. Como quedó, epidérmica y oscura, en Carmen Calvo, en Félix Bolaños o en el propio presidente del Gobierno. Cuando veo a los ministros de Pedro Sánchez hacer escrupulosamente su trabajo -es decir, sin escrúpulos-, pienso: ¿Compensa? 

¿Tal es la capacidad de seducción del presidente? ¿Tanta envergadura tiene el proyecto socialista como para justificar lo injustificable en riguroso directo? Por el calado de las medidas anunciadas, tampoco es que el país está dando un gran salto; más bien al revés. ¿Inmolarse políticamente por una palmada en el hombro? Me niego a pensar en argumentos del tipo «por el sueldo», porque soy de los que piensan que tener un cargo público está mal pagado -para lo mucho que hay que tragar-.

«La verdad vagabundea por los barrios bajos mientras que la falsedad da gas a su Lambo en un semáforo. Llaman relato a lo que los antiguos del Twitter llamaban invent»

Volvemos a la piel. Son tiempos desmemoriados, pero… ¿tanto? ¿Recuerdan cuando la verdad era un valor irrenunciable? Los eufemismos ayudaban a aguarla, a estirarla, a juguetear con ella como un gato juguetea con un ratón ya condenado; pero estamos viviendo algo completamente nuevo, que es mentir y rementir con dureza en la mandíbula y crudeza en el verbo. La verdad vagabundea por los barrios bajos mientras que la falsedad da gas a su Lambo en un semáforo. Llaman relato a lo que los antiguos del Twitter llamaban invent. La hemeroteca de Pedro Sánchez tiene un 8,2 en Filmaffinity.

Dejarse la piel es el refugio de quien ya no tiene nada. Ha muerto el verano y todo sigue igual. ¿Se acuerdan de Yolanda Díaz? En julio de 2021, hablando como miembro -miembra- de Podemos, dijo: «Me voy a dejar la piel para ampliar el espacio político plural en el que estoy, para que sea profundamente abierto y sin fronteras». Ahora podemos está en el grupo mixto y Sumar, su Frankenweenie político, cae a plomo en los sondeos.

«La piel, de no rozarla con otra piel, se va agrietando…», en palabras de Bertolt Brecht. ¿Qué quedará del sanchismo cuando se vaya Sánchez? Quizá sólo cuero, humo y un montoncito en una esquina, donde se apilan un puñado de gastadas palabras.

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