Una jueza, por defecto
«A Perelló hay que concederle el beneficio de la duda, y pronto se verá si realmente defiende la independencia de los jueces, piedra angular del sistema, de los habituales ataques de que son objeto…»
No estaba en las primeras listas que se arrojaban a la cabeza los dos bandos: el de los jueces autodenominados progresistas (aún está por definir lo que sea una juez progresista) y los diez del bando llamado conservador (ídem del lienzo) en una interminable partida de tenis de mesa que parecía abocada al fracaso, al empate infinito. Pura politización. Hasta que los conservadores, más flexibles, e incluso más «progresivos», decidieron proponer a una progresista, pero no la que querían los progresistas.
Tampoco había ya mucho margen en cuanto al ganado, sentado el principio de que la presidencia la debía ocupar (la música del tiempo, ya se sabe) una mujer, siendo por lo visto el serlo un mérito en sí; con lo cual, se sienta el principio, y cualquier día lo será el ser joven o el ser LGTBIQ+ o de alguna raza no mayoritaria.
A esta juez progresista, pero no sanchista la votaron los 10 conservadores y seis de los progres (¡si no la llegan a votar estos seis, no se podría decir de ella que era progresista, supongo!)
¿Qué habría pasado al revés? Esto es: ¿una juez conservadora votada por 10 progresistas y 6 conservadores? ¿Dejaría por ello de ser conservadora?
En cuanto al mérito ontológico: hay más mujeres jueces que hombres, así que en el futuro es probable que ellas ocupen los más altos cargos de la judicatura. Y lo que hoy es un mérito será simplemente estadística. Mejor.
Por concluir, no hay nada, científicamente, que demuestre que un juez mujer sea mejor que un hombre. Esperemos que Perelló haya sido nombrada por sus méritos, sobre todo por ella misma.
La Perelló ha hablado, y enseguida está siendo alabada en la prensa liberal y conservadora por decir lo evidente: que hay que respetar la sacrosanta independencia del poder judicial ¡pero ella, como los demás 19 compañeros fue nombrada a dedo! ¿Por qué no aprovechó su discurso para exigir que sean los jueces los que voten a los jueces y que esperaba ser parte la última cohorte de jueces nombrados a dedo por los partidos políticos?
A Perelló hay que concederle el beneficio de la duda, y pronto se verá si realmente defiende la independencia de los jueces, piedra angular del sistema, de los habituales ataques de que son objeto. Más pronto que tarde veremos lo que hace y no lo que dice.
Coda 1) Calimocho para todos. En castellano, si us plau, para que se entienda clarito. Ya saltó Eduard Pujol, el perro de presa de Carles Puigdemont en el Senado, a la yugular de Montero a cuenta del pacto fiscal con Cataluña. La venganza se sirve fría, y Puigdemont va a presionar al máximo para que el concierto catalán sea lo más parecido al vasco y navarro, sabedor de que, de todos modos, el pacto está abocado al fracaso: hay demasiada oposición interna en el PSOE y todas las Comunidades Autónomas del PP andan en pie de guerra y dispuestas a acudir al Tribunal Constitucional (aunque es al tribunal europeo adonde deberían acudir, hay un buen precedente: las vacaciones fiscales vascas fueron objeto de cierta condena en 2009 y en 2014). Sin pacto fiscal catalán, a Sánchez le pueden faltar 14 votos en el Congreso hasta para ir al servicio. En su agónico final, a Puigdemont sólo le sirven elecciones anticipadas, y jugar sus últimas fichas. Al final será el dinerito, estúpidos, lo que puede acabar con el sanchismo.
Coda 2) Borgen a la francesa. Reforma de las pensiones, control de la inmigración, manejo del déficit. Estas son las grandes cuestiones que habrá de abordar el nuevo gobierno de Michel Barnier, un gaullista europeísta que estaba prácticamente en la reserva, desde que fuese derrotado en las primarias de la derecha a las presidenciales de 2021. Después de 22 candidatos fallidos (según Le Monde), Macron se dio cuenta de que un candidato que viniese de la izquierda, con el mero anuncio de una derogación por decreto de la reforma de las pensiones, provocaría una moción de no confianza inmediata. Así que ha optado por un candidato «débil» con un grupo modesto detrás (60 diputados de 577), el muy veterano exministro y excomisario (negoció con acierto el Brexit), que pertenece a la hoy debilitada cuarta fuerza política; pero su fortaleza estriba en esa debilidad. Parece capaz de ser tolerado, a verlas venir, por las huestes de Le Pen y sostenido por el movimiento macronista a medio plazo, y eso le protege de toda moción de censura, de momento. Con ocasión del traspaso de poderes, se vio la distancia abismal que lo separa de Gabriel Attal, el más joven y efímero primer ministro, suerte de capricho de Macron, y cuyo futuro queda en entredicho, toda vez que el que fue primer primer ministro de Macron, el gaullista Edouard Philippe, acaba de comunicar sus intenciones de ser candidato a las presidenciales. Attal no pudo hacer nada en ocho meses, pero tiene todo el futuro por delante. Barnier podrá intentar hacer cosas importantes, porque no tiene ninguno por delante.
Los Insumisos ya están en la calle, que es donde en realidad mejor están.