Orban vs. Sánchez
«Sánchez lleva gobernado más de seis años gracias al apoyo de los comunistas, lo que constituye o debería constituir un escándalo para el resto de países europeos»
El 2 de abril de 2009 el Parlamento Europeo aprobaba una resolución que condenaba todos los regímenes totalitarios y sus crímenes y pedía a los países de la Unión Europea que reconocieran que el comunismo, el nazismo y el fascismo habían compartido métodos y habían sido igual de terroríficos para los países donde habían ejercido el poder.
Esa condena, que contó con la oposición de algunos eurodiputados de izquierda, entre los que había algunos comunistas confesos, fue promovida, sobre todo, por europarlamentarios procedentes de los países que habían sufrido desde el final de la II Guerra Mundial hasta la Caída del Muro las dictaduras comunistas.
Esta declaración está llena de lógica, de buen sentido y constituye un documento en el que queda clara la voluntad de la Unión Europea de ser una comunidad de naciones siempre democráticas, y respetuosas con la libertad.
La única pega que se le puede poner a este texto es que habla de esas tres infames ideologías totalitarias en pasado, como si fueran unos restos históricos. Esto se puede afirmar del nazismo y del fascismo, que, terminada la II Guerra Mundial, desaparecieron del todo. Después ha habido algunos partidos, nunca mayoritarios, de tendencias parecidas pero que nunca han tocado poder.
Sin embargo, el comunismo que condenaba el Parlamento Europeo en 2009 como si ya no existiera, estamos viendo que sí existe y que está muy presente en algunos países de Europa. No tenemos más que mirar lo que pasa en España desde que Sánchez llegó al poder, de la mano de los comunistas españoles, disfrazados ahora de podemitas o de «socialistas del siglo XXI».
«Sánchez tiene ministros y secretarios de estado comunistas, es decir, militantes de una ideología que la Unión Europea ha condenado de forma taxativa y tajante»
Ahí está, por ejemplo, Sumar, que es una reunión de partidos entre los que se encuentra, sin disimulos, el Partido Comunista de España, con su Secretario General, Enrique Santiago, que ha sido, con Sánchez de Presidente del Gobierno, Secretario de Estado para la Agenda 2030. Las otras fuerzas políticas de Sumar son restos de Unidas Podemos, que, siguiendo las directrices de sus fundadores, Monedero y Pablo Iglesias, tienen prohibido declararse comunistas y prefieren esconderse detrás de palabras como «progresistas», «antineoliberales» o «feministas».
Pero a cualquiera que analice su ideología y su trayectoria no le queda la menor duda de la condición totalitaria de su pensamiento y de sus objetivos políticos. Y como muestra, ahí están sus reacciones después del pucherazo de Maduro en Venezuela y de la expulsión del ganador de las elecciones presidenciales venezolanas al exilio.
Aunque los actuales comunistas franceses, disfrazados, como hacen ahora todos los comunistas, de Francia Insumisa, están teniendo un creciente protagonismo en la política de su país, todavía no han tocado poder y ni los anteriores primeros ministros que ha nombrado Macron ni el que acaba de nombrar, Michel Barnier, deben su puesto a los votos de esos insumisos.
Sin embargo, en España Sánchez lleva gobernado más de seis años gracias al apoyo de los comunistas, lo que constituye o debería constituir un escándalo para el resto de países europeos, sobre todo para los países que sufrieron en sus carnes lo que es el comunismo. Sánchez tiene ministros y secretarios de estado comunistas, es decir, militantes de una ideología que la Unión Europea ha condenado de forma taxativa y tajante.
«A Orban no se le puede ni saludar y a Sánchez, que ni siquiera ha ganado las elecciones en España, casi le hacen la ola»
Y nadie en Europa le dice nada. Una Europa, presidida por Ursula von der Leyen, que le trata como si fuera un socialdemócrata del estilo de Willy Brandt, que no se olvide que tuvo que dimitir de Canciller de la República Federal de Alemania cuando se descubrió que uno de sus asistentes era un comunista. Y Sánchez no es que tenga un asistente, es que tiene una vicepresidenta del Gobierno y varios ministros comunistas en su Gobierno, por muy disfrazados que estén. Y, sobre todo, está donde está por el apoyo de los comunistas.
Resulta escandaloso que nadie de los dos partidos principales de Europa, el Socialista y el Popular haya levantado su voz para denunciar esto. Y más escandaloso cuando se compara con el tratamiento que las autoridades europeas dan a Viktor Orban, el primer ministro de Hungría, al que tratan directamente como a un apestado, evitando hasta fotografiarse con él.
Probablemente estoy en desacuerdo con casi todas las propuestas políticas de Orban, que, sin embargo, consigue el apoyo de una mayoría de la población húngara en elecciones absolutamente libres, pero no he encontrado entre esas propuestas ninguna que se asemeje a las totalitarias de todos los comunistas, por muy disfrazados que vengan. Sin embargo, a Orban no se le puede ni saludar y a Sánchez, que ni siquiera ha ganado las elecciones en España, casi le hacen la ola.
Estas dos varas de medir tan escandalosamente diferentes deberían llevar al PP español a replantearse sus posicionamientos europeos. Porque no se puede apoyar a los socialistas en Europa, porque, entre ellos, están los socialistas españoles, que, y lo estamos viendo día a día, capitaneados por Sánchez, hacen suyas todas las propuestas de los comunistas que la Unión Europea ha condenado. Igual que en España nuestro PP denuncia la deriva autocrática y totalitaria de Sánchez, lo mismo tendría que hacer en Europa.
Deber el puesto a los comunistas tendría que ser una tacha imborrable en el curriculum de cualquiera. Malamente se puede presumir de gran especialista en banca o en teoría monetaria si tus puestos de ministro te los han proporcionado los comunistas. Y lo mismo digo de las pretensiones de la ministra de «transición ecológica» de llegar a ser comisaria de la Comisión Europea.