El fantasma de un 'CIS estadístico'
«La independencia del INE se ha visto amenazada durante este sexenio por los ataques recibidos desde el Gobierno de Pedro Sánchez respecto a su trabajo»
La estadística es una ciencia esencial para poder tomar decisiones en el día a día y ver los efectos que éstas producen, sus posibles desviaciones y correcciones a realizar. Especialmente importante son todas las estadísticas oficiales que miden la actividad económica y el mercado de trabajo.
Por eso, es vital que los organismos estadísticos sean completamente pulcros e independientes en su labor, de manea que no se produzcan filtraciones, en primer lugar, y, en segundo lugar, que los datos obedezcan al máximo rigor técnico. Es decir, puede haber equivocaciones, pero no manipulación si lo que se quiere es contar con una estadística fiable y comparable en el contexto nacional e internacional.
Las revisiones de algunos de sus indicadores son normales y habituales, conforme se va contando con una información más fina que permite ajustar dichos indicadores, para que estos últimos den la imagen más real de la evolución de la magnitud medida. De esta manera, en la contabilidad nacional la revisión es un hecho normal que sucede durante un período de alrededor de cuatro años, que comienza con el avance del PIB en contabilidad nacional trimestral, continúa con los principales resultados, le sigue la publicación de los principales agregados de la contabilidad nacional, y así sucesivamente hasta que el dato se asienta y se pueden construir de manera perfecta el marco input-output del ejercicio en cuestión, al cabo, como digo, de alrededor de cuatro años.
Por tanto, nada que objetar a que se produzcan revisiones al respecto, que es normal. Ahora bien, esas revisiones buscan mejorar el dato conforme se cuenta con un mayor número de indicadores para poder ajustarlo, pero la revisión es una mejora del dato, hacia arriba o hacia abajo, en términos de exactitud, pero sobre la base de un dato inicial calculado también de manera muy escrupulosa y técnica y que, por tanto, estará siempre bastante cerca del dato definitivo. Es decir, es normal que, por ejemplo, en el dato del PIB que arroja la contabilidad nacional, pueda producirse una modificación al alza o a la baja, de unas décimas, difícilmente más allá del medio punto, muy complicado que llegue al punto, pero, desde luego, de esa magnitud máxima. Una revisión mayor supondría o que el dato inicial estaba pésimamente calculado o que la revisión puede adolecer de criterios técnicos. En ambos casos, el problema sería grave: en el primero, de pericia técnica; en el segundo, de independencia.
Pues bien, desde hace un par de años, las revisiones del PIB están siendo muy profundas y siempre en la misma dirección, con modificaciones sustanciales, especialmente del año 2021, con efecto arrastre hacia arriba de toda la serie. Como digo, que pueda sufrir una revisión el dato, es normal y habitual, dentro del rigor estadístico, pero en magnitudes pequeñas. Por ejemplo, en 2020 no se produjo variación alguna: en marzo de 2021 la contabilidad nacional trimestral dio, por agregación, un crecimiento del PIB de 2020 del -10,8% y los principales agregados de la contabilidad nacional de 2020, publicado en septiembre de 2021, confirmó esa cifra.
En septiembre de 2022, por ejemplo, sí que se produjo una variación sobre el dato adelantado por la contabilidad nacional trimestral, en este caso, al alza. Del 5,1% de crecimiento inicial se pasó al 5,5%. Es una revisión ya de cierta magnitud, pero nada que objetar al respecto, entra dentro de lo normal.
«El INE debe mantener su sagrada y esencial independencia y el Gobierno no puede tener la tentación de convertirlo en ‘su’ CIS estadístico»
Sin embargo, en septiembre de 2023 se produjo una variación mucho más significativa del dato de crecimiento de 2021, de casi un punto, lo que linda con lo extraordinario. Ahora, el INE ha emitido una nota en la que, según la normativa europea, llevará a cabo en 2024 una revisión extraordinaria de la Contabilidad Nacional, con un incremento de un 0,4% en PIB nominal adicionales, que en 2021, con un deflactor bajo, no distará mucho de la modificación en términos constantes.
El INE tiene gran prestigio y goza del claro respaldo de Eurostat, pero su independencia se ha visto amenazada durante este sexenio por los ataques recibidos desde el Gobierno respecto a su trabajo. Así, el Ejecutivo, por boca de Calviño, comenzó a decir que el INE no medía bien ni la actividad económica ni el IPC, en unos momentos en los que el PIB daba muestras de debilidad en su crecimiento y en el que los precios comenzaban a dispararse, superando los dos dígitos en tasa interanual. Llegaron a decir que tenía que revisar sus modelos econométricos, sus modelos de estimación. Combatieron las cifras del INE con una mayor asiduidad de las publicaciones dependientes del propio Ministerio de Economía, en sus indicadores sintéticos. Pusieron en entredicho la labor del entonces presidente del INE, Juan Manuel Rodríguez Poo, un técnico con ideología posiblemente de izquierdas, pero profesional y riguroso, como lo fue durante muchos años al frente del Instituto de Estadística de Cantabria, un Catedrático de la Universidad de Cantabria serio, al que conocí siendo yo director general del Instituto de Estadística de la Comunidad de Madrid.
Al final, los ataques a la institución hicieron que Rodríguez Poo renunciase, pero habiendo sido claramente empujado por el Gobierno. Después de ello, el INE, con gran prestigio desde su embrión en tiempos de Isabel II, incrementado a lo largo de la segunda mitad del siglo XX y de lo que llevamos del XXI, comenzó a girar en sus estimaciones. Las revisiones del PIB fueron más constantes y más profundas que nunca; no es que no sean normales las revisiones hasta que se asienta un dato, como ya he dicho, pero tan profundas y tan constantes, jamás lo fueron. El PIB ha pasado a crecer de manera importante, retocado hacia arriba en cada revisión, con algunas composiciones en su crecimiento curiosas, como los raros incrementos de algún trimestre de la Variación de Existencias, que completan la rúbrica superior de la Formación Bruta de Capital; y el IPC sufrió un cambio metodológico impulsado por Eurostat, nada que objetar, pero coincidentemente empezó a moverse en el sentido que el Gobierno había indicado.
Yo quiero mantener mi confianza en el INE, institución a la que tengo cariño y que su rigor e independencia me parecen esenciales en un país, sociedad y economía serios, pero con los antecedentes del Gobierno en otras instituciones y con las manifestaciones del Ejecutivo acerca de que el INE estimaba mal, el hecho de forzar la destitución del anterior presidente del INE y de que justo, con ese cambio, se moviesen radicalmente dichas estimaciones en el sentido que quería el Gobierno cabe preguntarse, invocando dos términos estadísticos, si es casualidad o causalidad. Ojalá que fuese lo primero, pero con este Gobierno nada se puede descartar, lo que sería una inmensa tristeza, que espero que no se produzca.
El INE es un organismo muy serio y no puede dejar que haya ni una sombra de duda sobre los datos que ofrece. Nos jugamos el prestigio estadístico de casi dos siglos -desde el primer antecedente del INE, la Comisión de Estadística del Reino, creada bajo el reinado de Isabel II, el tres de noviembre del 1856- y el rigor de las cifras, y el Gobierno debe comprender que la independencia estadística es sagrada y que no se debe producir ni intromisión ni pérdida de comparación -como por ejemplo ha sucedido en el paro registrado al no conseguir todavía el Ministerio de Trabajo publicar cuántos fijos discontinuos están en período de inactividad y no engrosan las listas del paro registrado-. También es positivo que entienda que no se puede deslizar ningún detalle de ninguna publicación hasta el momento en el que se publique oficialmente. El INE debe mantener su sagrada y esencial independencia y el Gobierno no puede tener la tentación de tratar de convertirlo en ‘su’ CIS estadístico, hay que ahuyentar ese fantasma. Estoy seguro de que el INE, sus directivos y profesionales velarán por el mantenimiento de esa independencia, pero no está de más advertir de los riesgos que cambios abruptos y no explicados en los indicadores pueden tener para el prestigio, la credibilidad y la confianza en los organismos estadísticos.
Confío en que la independencia estadística de estos casi dos siglos se mantenga y que cualquier cambio que se produzca se explique detalladamente, con toda base técnica y que permita la comparación homogénea de las series. Seguro que así será, porque lo contrario sería gravísimo.