THE OBJECTIVE
José Carlos Llop

Donde parece que vivimos

«La música la pone Taylor Swift; la animación, el bombo de Broncano, y los drones de Motos; y el culebrón de Daniel Sancho, las imágenes»

Opinión
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Donde parece que vivimos

David Broncano tocando el bombo en 'La revuelta'. | RTVE

Despertar del veraneo es abandonar algo parecido a la vida e ingresar en otra que es vida secuestrada. Se abandona, efectivamente, la atmósfera del sueño –cada uno según su inconsciente– y amanece en un lugar donde la propia voluntad y el deseo sólo son factores de segunda. Es como para darse un buen susto despertar ahí donde imperan Taylor Swift, el duelo entre Motos y Broncano, y las andanzas de un homicida español en Oriente. Y si no quieren taza, taza y media. ¿Estamos obligados a interesarnos por las opiniones de una cantante norteamericana, por la competición –con trasfondo ideológico– entre personajes televisivos, o por El Caso pasado por Bangkok? Yo creo que no, pero nos lo cuelan hasta con túrmix.

Muertos otros pesos pesados parece que la mejor analista política de Occidente –esa cuyo apoyo resulta impagable– es Taylor Swift, vestida con trajecitos circenses, a la que tildan de excelente compositora y de sus letras dicen que son dignas de Walt Whitman, Eliot y Ferlinghetti, así, todo mezclado y pasado por Kant, camino del Premio Nobel de Literatura (‘Si se lo dieron a Dylan…’, han llegado a suspirar sus fans). Y la exclusiva más esperada es que la chica haya decidido votar por Kamala Harris y no por Trump. Al ser la novia de un jugador de rugby americano había dudas sobre su opción en las urnas. Debería importarnos un bledo a quien vote esta señora –risa da que se arme tanto revuelo por su voto–, pero en la dieta occidental esto es ahora el desayuno y la política internacional. La pacífica, quiero decir.

«¿Tú, qué eres, de Broncano o de Motos? Hasta ahora habías vivido tan bien sin ninguno de los dos»

Pasemos a la nacional. O sea, la comida, el plato fuerte del día. Aquí nos topamos con los planes de algún maquiavelín cuya estrategia ha sido contratar a un chistoso de la Sexta y pasarlo a la Primera, es decir, la gubernamental, a fin de que erosione al magazine nocturno de una cadena privada que, por lo visto, no es muy favorable al dueño de la televisión estatal. Así nos lo cuentan porque yo no lo sé: de noche, duermo, pero no entiendo que se quieran cargar un programa que funciona con otro que no tanto. Bien: ahora toca hablar del triunfo ansiado y la derrota deseada, con estadísticas y algoritmos, que son las nuevas bayonetas. Guerra-civilismo catódico podría llamársele a eso u otra forma de dividir a los españoles, estrategia tan de moda en la política actual. ¿Tú, qué eres, de Broncano o de Motos? Hasta ahora habías vivido tan bien sin ninguno de los dos…

La cena corresponde a la sección de Sucesos, porque llevamos meses que esa sección acapara casi todas las horas que hay entre las comidas. ‘El crimen de Tailandia’, se titula la película y su actor principal –será la fotogenia– ocupa portadas de periódicos, revistas y telediarios. La narración ya supera la extensión de A sangre fría, la novela de Truman Capote, de cuya muerte se cumple ahora el 40 aniversario. Y uno piensa que hace cuarenta años, estas cosas –Swift, Broncano vs Motos, Sancho…– ni se vislumbraban, ni se nos ocurría que estarían en prime time, entre otras cosas, porque no sabíamos lo que era el prime time y los gustos eran otros.

Cuando murió Truman Capote se empezaba a hablar del sida y eso fue un cambio: el adiós definitivo a los 60/70. Veinte años después llegaría otro gran cambio: los atentados del 11-S y nos dijeron que ya no conoceríamos el mundo ni por el forro. Así ha ocurrido y la cosa continúa con el covid y la guerra ruso-ucraniana, que nunca se sabe por dónde puede reventar. Como el covid. Ahora te vas de vacaciones y a tu regreso te topas con el retablo del flautista, ese que nos empuja cada vez más abajo, ahí donde descansa el cieno. La música la pone Taylor Swift; la animación, el bombo de Broncano y los drones de Motos; y el culebrón de Daniel Sancho, las imágenes. ¿Tan mal lo hemos hecho para tanto castigo?

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