Sánchez reina pero no gobierna
«Sánchez tiene bajo su mando cada vez más Estado, pero no gobierna porque es incapaz de llevar a la práctica su programa»
El anuncio de Sánchez de que dejemos el coche y cojamos la bici es una muestra de debilidad porque lo acompañó con imprecaciones a los «negacionistas». Cuando el presidente insulta es que se siente sin capacidad de maniobra y sin fuerza para otra cosa. En esta situación, la buena nueva sanchista es acompañada de una lluvia de millones que salen de una partida ignota y que luego no se ejecutan. Recordemos que el impulso velocípedo sanchista ya tuvo lugar en 2021 con el rimbombante nombre de «Estrategia Estatal por la Bicicleta» en un monto global de 3.000 millones, pero no se supo nada más. Por cierto, el plan lo presentó Ábalos. Qué tiempos.
La ocurrencia de la bici solo se explica porque Sánchez está ahora completamente atrapado. El presidente se encuentra sin posibilidad de gobernar y aferrado a un mando sin autoridad. En esta tesitura, su única manera de hacer política es poner sobre la mesa temas vulgares que mantengan su vitola de progresista y le diferencien de la oposición. Por eso, siempre que hace un anuncio de algo simple, como ir en bici, introduce algún tipo de mención negativa de la derecha. Como dicen sus asesores más cercanos, no importa la verdad, la racionalidad de la medida o la definición del otro, sino lo que cree el votante y es capaz de conseguir su adhesión.
Su desgobierno exterior es manifiesto. Se comporta como un autócrata con Marruecos y Argentina tomando decisiones nacionales por motivos personales. Es un extremista con Israel adoptando un discurso y unas medidas que han dejado a la pobre Yolanda Díaz como una timorata conservadora. Es un cobarde con Venezuela, porque si Maduro fuera de derechas Sánchez ya habría roto con ese país, o bien trata de ocultar algo. Es un verso suelto en la UE -a pesar de que diga lo contrario-, al reconocer el Estado de Palestina y abrirse a China.
Pero el desgobierno interior es palmario. La única manera que tiene de retener a Junts es cumplir las promesas que hizo a Puigdemont y a Gonzalo Boye, y no lo está haciendo. Con el PNV no hay problema. Ya dijeron Ortúzar y Aitor Esteban que mientras el sanchismo pague seguirán en el Frankenstein. El obstáculo es Junts. Sánchez ha prometido dos cosas que no puede dar: la amnistía total e inmediata a los delincuentes golpistas, y el traspaso integral de la inmigración que suponía de hecho una frontera catalana dentro de España. Y eso sin contar que no va a ser posible el cupo catalán asegurado a ERC.
El sanchismo político y mediático dirá que torear así a los nacionalistas es una habilidad de Sánchez, que es un auténtico zorro en la política, y un león en la distancia. Pero no es cierto. Ya le gustaría al amo del PSOE sancionar él mismo una amnistía con nombres y fechas, y conceder lo que fuera a los grupos parlamentarios para tener mayoría en el Congreso. De hecho, la colonización del Estado tenía esta misión. El asalto a las instituciones no tenía el objetivo de proporcionar una salida airosa a sanchistas carbonizados por la acción de gobierno, sino tener piezas que funcionaran cuando el amo lo ordenara.
Sánchez tiene bajo su mando cada vez más Estado, pero no gobierna porque es incapaz de llevar a la práctica su programa. La compensación será convertir Moncloa en una fábrica absurda de relatos polarizadores para dar la sensación de que Sánchez, ya que no legisla, al menos contiene a la «malvada derecha y ultraderecha». Lo llenará todo de anuncios vulgares con el propósito de insultar, y se presentará como la encarnación del muro de contención de reaccionarios y negacionistas. En eso se convertirá Sánchez, en un gobernante que no gobierna, sino que anuncia, presupuesta sin ejecutar e insulta a la oposición.