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Fede Durán

Houdini, la alquimia fiscal y los goles de la Champions

«Los impuestos representan uno de los pocos ámbitos donde los socialistas muestran consistencia» 

Opinión
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Houdini, la alquimia fiscal y los goles de la Champions

Pedro Sánchez y María Jesús Montero. | Ilustración de Alejandra Svriz

En España, la presión fiscal sigue por debajo de la media de la UE. Como en una secuencia cazador/cazado, este trecho se recorta gracias a la apuesta del PSOE, partido en el Gobierno, empeñado en celebrar cada subida de impuestos como un gol en la Champions. De esta filosofía se extrae una conclusión: los impuestos representan uno de los pocos ámbitos donde los socialistas muestran consistencia

Francia e Italia, dos países vecinos con los que el país tiende a compararse históricamente, pagan más tributos. Es una excusa perfecta para seguir afilando el cuchillo. Lo que un ciudadano cabal espera como contrapartida es la mejora o, cuando menos, la conservación de los listones de calidad de servicios públicos críticos como la sanidad y la educación, por no hablar de un feliz funcionamiento de organizaciones como Renfe y Correos, o del mimo que exigen infraestructuras tan utilizadas como la red de carreteras del Estado. 

«Hay que admitir que sí existe un ámbito donde el PSOE muestra una extrema consistencia. Se trata de las políticas tributarias, sometidas a un principio motor: los impuestos se suben y todo lo demás no importa, incluido el encaje del concierto catalán»

Muy al contrario, España no se libra de la misma sensación que asola otras latitudes europeas. El bienestar como concepto alentado desde una Administración está en franca decadencia. El Gobierno, con Pedro Sánchez a la cabeza, agrava esa decrepitud con decisiones de corte nepotista: los puestos más sensibles en las instituciones más sagradas no los ocupan figuras de reconocida solvencia, sino amiguetes en general indocumentados. Esto explica, por ejemplo, la cuasi quiebra de Correos o el formidable marasmo que envuelve a la otrora eficaz Renfe.

La gran cazadora en esta trama fiscal se llama María Jesús Montero, sanitaria de formación y futura posible candidata a presidir la Junta de Andalucía. Con su tono habitualmente soberbio, tal vez porque los bisturíes y microscopios quedan íntimamente ligados a las matemáticas, la contabilidad y la habilidad de urdir unos presupuestos generales, Montero sólo expresa una idea: subir aún más los impuestos. Como diría Walter Sobchak (John Goodman) en El Gran Lebowski, la belleza del plan radica en su sencillez. 

¿Dónde está el truco?

Bien, insistirá henchido de esperanza el asaeteado contribuyente, es evidente que más recaudación implicará de una u otra forma ciertas ventajas para el colectivo, aunque los trenes se retrasen, los paquetes no lleguen o las autopistas presenten grietas más propias de una carretera comarcal de mediados del siglo pasado. Y, sin embargo, tal pensamiento languidece en el momento en que ERC, una formación independentista, anuncia un concierto económico para Cataluña por obra y gracia de Sánchez, muy necesitado de estos malabarismos para mantenerse donde está. 

Tan lista, Montero lo sabrá mejor que nadie: si un granjero tiene dos cestas y decide trasvasar gran parte de los huevos de la cesta A a la proverbialmente quejumbrosa cesta B, la cesta A se quedará en los huesos mientras la cesta B disfruta de sus proteínas. Semejante mecanismo, al parecer, es imposible de explicar para el Gobierno, en el Senado, el Congreso o las ruedas de prensa. Se trata, quizás, de pura alquimia. Y la alquimia siempre encierra un elemento mágico, igual que la multiplicación de los panes y los peces, la literatura de García Márquez y los títulos del Real Madrid.

Houdinis

Se salva bien la aparente contradicción del pedir más y ofrecer menos (al conjunto español) cuando se examina la verdadera naturaleza de Sánchez como líder inspirador del Consejo de Ministros y, por lo tanto, del Ministerio de Hacienda. El presidente vive, de hecho, atrapado en su propia paradoja: para resistir, debe escapar. Y huye, huye todo el tiempo, huye de comparecer ante la justicia, de contentar a los votantes extremeños, murcianos, castellano-leoneses, asturianos o aragoneses del PSOE, de ofrecer una narrativa coherente del país que quiere, de tender puentes al partido más votado en las últimas elecciones, de describir los impulsos que han llevado a su mujer a ser una fuerza viva de La Moncloa, de acercarse o distanciarse públicamente de su hermano, de matizar qué diferencias median entre una mentira y un cambio de opinión política, de comprender que la división de poderes significa exactamente eso y, en fin, de ejercer el cargo con la seriedad, honestidad, generosidad, inteligencia y valentía que se le supone a un jefe del Ejecutivo de una nación del primer mundo.

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