Los bienes de equipo, zona cero de la desindustrialización
«Antes de hablar de reindustrialización, es necesario paralizar el proceso actual de desindustrialización»
La última publicación del índice de producción industrial (IPI) por parte del Instituto Nacional de Estadística (INE) ha vuelto a ser preocupante. Aunque la serie original muestra un crecimiento del 4,4% interanual en julio, si limpiamos la serie de efectos estacionales y calendario (que es como se debe hacer) el dato interanual cae a terreno negativo: -0,4%. Su importancia para aproximar un diagnóstico al estado de la salud de la economía española es vital, especialmente a la hora de analizar su crecimiento, puesto que este indicador mide el rendimiento de la producción de sectores eje de cualquier economía, por ejemplo, la manufactura, la minería o la producción de bienes energéticos, entre otros.
De todos los componentes de la producción industrial, el más importante es la producción de bienes de equipo. Aquí se encuentra una de las cifras más importantes para conocer el crecimiento económico de un país, su industrialización y modernización de la infraestructura productiva. El resultado en términos interanuales en julio es francamente decepcionante: la producción en España registró una variación negativa significativa del 4,8%. Esta cifra es alarmante, ya que los bienes de equipo incluyen maquinaria y equipamientos utilizados en otros sectores productivos, lo que apunta a más desaceleración en la inversión en infraestructura industrial y tecnológica.
«A diferencia de países como Alemania y Estados Unidos, que han invertido fuertemente en la modernización de su infraestructura industrial, España ha quedado rezagada en este aspecto»
La caída del 4,8% en la producción de bienes de equipo en España es un signo de alerta que apuntala la tesis de la desindustrialización. Es más, podemos llamarlo la «Zona Cero». De esta realidad alerta el ‘informe Draghi’. Es evidente que la incertidumbre económica ha frenado la inversión en proyectos industriales a gran escala, dentro un panorama político-económico nacional marcado por la arbitrariedad, un excesivo intervencionismo y fiscalidad hostil tanto para la empresa local, como para la extranjera, al igual que para las personas físicas.
Ni siquiera el gran despliegue mediático de los Next Generation ha servido para infundir más optimismo en el inversor industrial. Manejar las expectativas es fundamental a la hora de invertir. Esto es lo que no ha podido o no ha sabido hacer el actual Gobierno con el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia. Un programa fundamentalmente dirigido a inversiones clave y con vocación de largo plazo ha devenido en un artificio burocrático muy difícil de gestionar, hasta el punto de que, como bien señala Santiago Sánchez en sus cálculos periódicos sobre la ejecución de los #NextGenEU, «a cierre de julio de 2024, los pagos realizados del presupuesto de 2024 ascienden al 4,99% de los créditos definitivos del año».
El bajo rendimiento industrial español es parte de la decadencia manufacturera que padece el mundo occidental, en los que países desarrollados, incluido EEUU, están observando un descenso paulatino en el tiempo de su producción industrial. Con caídas en el tiempo debido al proceso de deslocalización industrial en favor de las economías emergentes de Asía, especialmente China, con un incremento del 5%. No obstante, el rendimiento medio de los demás países del espacio comunitario, al igual, que el de EEUU no es paupérrimo como el español en materia de producción de bienes de equipo, con una media comunitaria registrando un crecimiento en torno al 1%, los EEUU marcando un gran aumento de su producción de bienes de equipo dentro del marco de su competencia por la hegemonía económica e industrial global ha observado desde la pandemia un crecimiento del 3%.
Más allá de algunos factores coyunturales, hay dos elementos fundamentales que explican el bajo rendimiento español en la producción de bienes de equipo. Por un lado, está la insuficiente inversión en tecnología e innovación. A diferencia de países como Alemania y Estados Unidos, que han invertido fuertemente en la modernización de su infraestructura industrial, España ha quedado rezagada en este aspecto. La industria de bienes de equipo requiere maquinaria avanzada, automatización y digitalización para ser competitiva en un mercado global cada vez más dependiente de la tecnología punta. La baja inversión ha limitado la capacidad de las empresas españolas para adaptarse a las nuevas tecnologías y mejorar su productividad.
Por otro lado, está la elevada dependencia de España de la importación de maquinaria, especialmente de equipos especializados. En lugar de producir localmente estos bienes, el país ha tenido que recurrir a la importación de tecnologías clave, lo que ha aumentado los costes y reducido la competitividad de las industrias nacionales. Esto también ha generado una brecha en la capacidad productiva de las empresas españolas, que no pueden satisfacer la demanda interna ni competir eficazmente en el mercado internacional. Esta dependencia se ha visto agravada por las interrupciones en las cadenas de suministro globales, la crisis energética y la inflación.
En suma, el desempeño negativo de la producción de bienes de equipo en España refleja problemas estructurales profundos que han obstaculizado el crecimiento y la modernización de un sector clave para el desarrollo industrial. Antes de hablar de reindustrialización, es necesario paralizar el proceso actual de desindustrialización.