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Esperanza Aguirre

El presupuesto de Milei

«Para el presidente argentino ‘gestionar es achicar el Estado para engrandecer a la sociedad’. Porque el Estado debe ser un servidor de los ciudadanos y no al revés»

Opinión
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El presupuesto de Milei

Ilustración de Alejandra Svriz.

El presidente de la República Argentina, Javier Milei, el pasado domingo presentó ante el Parlamento de su país el proyecto para 2015 de su primer Presupuesto General del Estado. Lo hizo con un discurso de poco más de 40 minutos, que debería ser escuchado por todos los políticos de los países democráticos, porque se trata de una clase auténticamente magistral en la que explica, con enorme brillantez y con una claridad apabullante, las ideas en que se basa su política económica y los pasos que está dando para conseguir su objetivo fundamental, que no es otro que el de sacar a la Argentina de la miseria en la que la han hundido décadas de gobiernos demagógicos, populistas y «socialistas del siglo XXI», es decir, neocomunistas kirchneristas.

Cuando digo que este discurso lo deben escuchar y asimilar los políticos de todos los partidos de los países democráticos, estoy pensando, sobre todo, en los políticos españoles y también en los de los países de la Unión Europea, Draghi incluido.

El presidente argentino, en su clase magistral, empieza explicando la absoluta trascendencia que tiene el Presupuesto del Estado, que califica, con acierto, como «la ley de leyes». Porque dice cómo se va a gastar el dinero de los pagadores, es decir, de los contribuyentes.

No está de más recordar cómo la hoy presidenta del Consejo de Estado, Carmen Calvo, afirmó categóricamente: «el dinero público no es de nadie», expresión que podría ser un buen resumen de lo que piensan los «progresistas», es decir, los socialistas y comunistas que están en el poder en España.

En cambio, el líder argentino tiene muy claro que el dinero del Estado es de los ciudadanos, como también que el destino de esos ciudadanos depende en gran medida de la política económica que sus gobiernos pongan en práctica. Para explicar esto cuenta con un ejemplo irrebatible: la historia de su país desde el principio del siglo XX. Los errores y las aberraciones que han cometido los gobernantes argentinos en los últimos 120 años han sido de tal calibre que han conseguido que su país, que era en 1902 el primer país del mundo en PIB per cápita, hoy tenga a más de un 50% de sus habitantes en la pobreza.

«Milei deja claro desde el primer momento que el eje de su política económica es el déficit cero. Es no gastar más de lo que se ingresa»

Y después de plantear en su intervención el problema que quiere resolver con los Presupuestos, Milei se convierte en el profesor de Economía que es de profesión y empieza a explicar cuáles son sus principios económicos y fiscales, y por qué considera que esos principios son los únicos capaces de impulsar la prosperidad de los ciudadanos y acabar con la pobreza.

Para no perderse en disquisiciones académicas de esas que les gustan a los profesores y que, al final, no entiende nadie, Milei, que, como el gran político que es, lo que quiere es que le entienda todo el mundo, deja claro desde el primer momento que el eje de su política económica es el déficit cero. Es no gastar más de lo que se ingresa. Y lo explica muy bien: si se gasta más hay que endeudarse, y para pagar la deuda hay que subir impuestos y, si eso no basta, emitir más dinero, y, como consecuencia, hacer crecer la inflación.

«El santo temor al déficit» ya lo predicaban los clásicos, pero los políticos, como explica Milei en esta magistral intervención, sufren una irresistible compulsión por el gasto, que lleva al déficit y, como consecuencia, a empobrecer a los ciudadanos, a los que dicen querer proteger y ayudar.

Con brillantez y valentía desmonta la trampa que se esconde detrás de la llamada justicia social y su pretensión de que donde haya una necesidad nazca un derecho, por la lógica y evidente razón de que las necesidades son infinitas y los recursos finitos. De ahí, dice Milei, han surgido todas esas medidas populistas que han acabado arruinando su país.

«El presidente argentino lo tiene claro: gestionar el dinero de los ciudadanos no es gastar sin tasa, sino todo lo contrario»

En definitiva, el eje sobre el que va a elaborar la política económica de Argentina va a ser terminar con el déficit fiscal, bajar el gasto, eliminar impuestos y confiar en el ejercicio de la libertad, sobre la que iniciar la recuperación de ese país que tendría que ser uno de los más ricos del mundo.

El profesor y presidente argentino lo tiene claro y lo expresa con una apabullante claridad: gestionar el dinero de los ciudadanos no es gastar sin tasa, sino todo lo contrario, es sanear las cuentas y reducir el gasto. Por eso, ya anuncia que vetará todos los proyectos que atenten contra el equilibrio fiscal, porque considera, y con razón, que cargarse ese equilibrio es estafar a los argentinos.

En resumen, para él «gestionar es achicar el Estado para engrandecer a la sociedad». Porque el Estado tiene que ser un servidor de los ciudadanos y no al revés.

El discurso de Milei es la expresión más brillante, completa y oportuna de lo que son las políticas liberales, en un momento en que el viento ideológico sopla en contra en muchos países, como el nuestro, donde la coalición Frankenstein que nos gobierna no para de aumentar su intervención en la vida de los ciudadanos, empezando por su afán de subir impuestos sin parar.

«Su discurso frente a todos los inquisidores de la corrección política me ha recordado la irrupción en los años 70 de Margaret Thatcher»

A mí este sensacional discurso frente a todos los inquisidores de la corrección política progre me ha recordado la irrupción en los años setenta de Margaret Thatcher, que también tuvo que plantar cara a los dogmas socialdemócratas de entonces, y cómo, a base de coraje y valentía, logró demostrar en la práctica la eficacia de las medidas liberales.

Como va a hacer Milei en Argentina, a pesar de la rabiosa oposición que está encontrando y no sólo en los restos del kirchnerismo, sino en muchos políticos de países como el nuestro, donde el liberalismo está muy mal visto.

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