THE OBJECTIVE
Francesc de Carreras

La mejor defensa…

«El plan de Sánchez tiene dos objetivos: distraer la atención sobre la débil situación parlamentaria del Gobierno e infundir miedo a medios y periodistas»

Opinión
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La mejor defensa…

Ilustración de Alejandra Svriz

Sí, lectores, lo han adivinado, se lo he puesto fácil, el título completo de esta pieza es «la mejor defensa es un buen ataque»: creo que resume bien lo acordado el martes por el Consejo de Ministros. No puede ser otro el fondo del asunto si conocemos al personaje que lo instiga, nuestro presidente del Gobierno. 

No se asusten. Como decía el escritor y guionista de cine Ennio Flaiano de la política italiana en los años sesenta, «la situación es grave, pero no es seria». Efectivamente, el Plan de Acción para la Democracia aprobado el martes en Consejo de Ministros, leído con atención, no es lo que parece. En el fondo, cuando menos respecto a los medios de comunicación, no dice mucho más que el Reglamento Europeo sobre esta materia aprobado en mayo pasado tras varios años de elaboración. Sólo con una diferencia, no pequeña: lo aprobado en la UE es una defensa de la libertad de expresión y el plan del Gobierno español es un ataque. ¿Por qué?

La razón está en la finalidad. El plan español es inconcreto y debe desarrollarse legislativamente en los próximos tres años. No es un plan de acción inmediata, simplemente es un plan con dos objetivos no confesadas expresamente: por un lado, distraer la atención sobre la débil situación parlamentaria del Gobierno; por otro, infundir miedo a las empresas de medios de comunicación y a los periodistas que en ellas trabajan.  

En efecto, la rentrée política tras el verano ha mostrado las dificultades que Pedro Sánchez debe superar para seguir gobernando. No son sorprendentes, al contrario: era lo que se podía esperar tras los inverosímiles pactos de investidura, sobre todo con los partidos nacionalistas catalanes. Las contradicciones acaban estallando y el Gobierno sabe que el recorrido por una estrecha maroma tiene grandes riesgos. Es probable que no puedan aprobar de nuevo los Presupuestos de 2025, también lo es que muchas leyes – incluso las que prevé el famoso Plan de Acción para la Democracia – tampoco tendrán mayorías suficientes. ¿Así se puede gobernar?

«Somos más», exclamó jubiloso el líder socialista en la noche electoral del 23 de julio. Pero ahora se da cuenta que quizás no sumó bien los escaños: empiezan a ser menos. Empiezan a fallarle los partidos que teóricamente le dan soporte parlamentario, también el partido coaligado en el Gobierno e, incluso, su propio partido, el mismo PSOE. 

«Le empieza a fallar Junts y el Sumar de Yolanda Díaz se descompone como era de esperar»

Es decir, le empieza a fallar Junts, el Sumar de Yolanda Díaz (formado por 15 partidillos ideas parecidas, pero intereses distintos) se descompone como era de esperar y en su propio partido, especialmente en las comunidades autónomas, muchos no aceptan, como es natural, el acuerdo con ERC que les perjudica financieramente y es contrario al principio de igualdad (como ya lo fue la ley de amnistía), columna vertebral de todo partido que se llame socialista. Sánchez de nuevo intentando engañar a todos, nada nuevo bajo el sol. 

¿Permanecerá tres años engañando a todos? Algunos amigos me dicen que sí, que ello es posible y hasta probable, incluso que es seguro: tenemos Sánchez hasta 2027. Quizás tengan razón, yo lo veo posible aunque improbable y hasta apostaría en que ello no va a suceder

Pero también este Plan de Acción para la Democracia pretende otro objetivo: inspirar miedo, temor, en los medios de comunicación. En la rueda de prensa posterior al Consejo, el ministro Bolaños dijo -quizás se le escapó porque es de una imprudencia máxima- que el plan quería premiar a los verdaderos periodistas y castigar a los que están socavando la democracia: siempre la división entre buenos y malos, amigos y enemigos, los míos y los contrarios, una de las características fundamentales del populismo. A su vez, el ministro Urtasun, de Cultura, utilizó con desenvoltura los términos «pseudomedios», «intoxicación mediática» y fake news, como hizo Sánchez en sus famosas «cartas a los ciudadanos», como hace López Obrador en sus mañaneras diarias. Es el miedo a los encargados de controlar al poder: la oposición parlamentaria, los jueces y la opinión pública. También típico del populismo.

Además, el plan tiene un tercer objetivo: distraer la atención, actuar como columna de humo que pretende ocultar el aislamiento y la soledad del presidente y su partido, primero, como hemos señalado por su debilidad parlamentaria, pero también por el aroma de corrupción que envuelve Moncloa, la posibilidad de que los jueces sigan adelante con las investigaciones a la familia Sánchez y, en todo caso, y esto ya está probado, que hay cosas que estos familiares no deben hacer porque supone aprovecharse de su posición respecto al poder. Otra vez aparece la cuestión de la desigualdad y los privilegios. 

«Este Plan de Acción Democrática me parece táctica sin contenido, fabricado por sus asesores de Presidencia»

Quizás al final aparecerán delitos -tras investigaciones, instrucciones, procesos y sentencias- pero aunque no fuera así, por lo que ya sabemos, la señora Begoña Gómez se ha metido en negocios donde nunca debe entrar la esposa de un presidente y el hermano debe aclarar su trabajo de funcionario en Badajoz con residencia fiscal en Portugal y, hasta ahora, sin despacho ni horarios fijos, aunque con sueldo. Si no hay todavía reproche penal, sí lo hay moral.  

Sánchez está cercado, política y personalmente, es un buen táctico, da giros inesperados que desconciertan. Este Plan de Acción Democrática, más o menos anunciado desde hace meses, me parece táctica sin contenido, fabricado por sus asesores de Presidencia. Una vez más. En los complicados términos de la politología le han dicho, como en el fútbol, que la mejor defensa es un buen ataque, en este caso un ataque a los medios de comunicación. 

Pero nosotros seguiremos impertérritos, analizando los hechos, argumentando con la razón y sacando conclusiones en favor de los intereses generales basados en el respeto a los principios, valores y reglas constitucionales. Sin miedo alguno. Podemos equivocarnos, pero dormiremos tranquilos porque hemos cumplido con nuestro deber.

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