El fango y la gentuza
«No se puede dejar la gobernabilidad del país en manos de quienes no se consideran ciudadanos de él más que a la fuerza»
Como a muchos compatriotas, incluso de los que con sus votos tienen la culpa de que pase lo que pasa, a mí también me suena estupendamente lo de la regeneración democrática. Si en algún país y en alguna época ha sido necesaria, es sin duda aquí y ahora, en la España de hoy. Pero ¿cómo se consigue esa transfiguración positiva que ya se hace esperar demasiado? Dijo Mark Twain que cualquiera puede formar una biblioteca ideal, con poco esfuerzo: para empezar basta con omitir todas las novelas de Jane Austen… En la misma línea, quizá no sea tan difícil conseguir la regeneración democrática de nuestra España (a los que no la consideren «nuestra» que les den): de entrada, lo primero es quitar del gobierno a Pedro Sánchez Pérez Castejón, a su palanganero Bolaños, a ese estornudo de Marichús Montero, a Yolanda más tonta y no anda, a Urtasun que es… bueno, también a Urtasun. Y a Marlaska, quien nos lo iba a decir hace una década, que pica pero no rasca. Después hay que despedir (con muy buenos modos, eso sí: manners, no morals como mandaba el tío Oscar), a los separatistas vascos, catalanes, gallegos, etc. La idea de darles responsabilidades en la gobernabilidad de España para sostener a Sánchez y de paso comprometerles con el único país europeo cuya ciudadanía poseen, se pongan como se pongan, pudo parecer buena algún día pero pronto se reveló una gilipollez. O sea que no: si eres necioseparatista, de alcalde de tu pueblo no puedes pasar. ¿Dice usted que de teniente de alcalde? Pues más a mi favor. No se puede dejar la gobernabilidad del país en manos de quienes no se consideran ciudadanos de él más que a la fuerza. Después, ya empujados por el perfeccionismo, se puede ir poniendo gente útil en los puestos socialmente relevantes (transportes y comunicaciones, correos, fiscalía, Real Academia de la Lengua, hipódromo de Madrid, etc…) y no simplemente devotos o amiguetes del mandamás actual. Y luego… Pero bueno, ya tenemos tres cuartos de la regeneración conseguida de modo que no corramos demasiado, que las prisas nunca son aconsejables. Lo del Papa lo dejamos para más adelante…
«La plaga política que padecemos también tiene su lado bueno: nos ha revelado el nivel intelectual y la calaña moral de buena parte de nuestros compatriotas»
A falta de otras virtudes o méritos, hay que reconocer que Sánchez y su banda tienen sentido del humor. ¡Pues no dicen que quieren acabar con los bulos y entregarse frenéticamente a la transparencia! Hombre, tampoco hay que exagerar: no hace falta que persigan a los que mientan contra ellos, que también los habrá, basta con que ellos mismos dejen de mentir a su favor. Será toda una experiencia pero a lo mejor les gusta. Ande, inténtenlo, cuenten la verdad sobre los monipodios universitarios de la primera dama (que es de la estirpe ilustrada de Elena Ceaucescu o Ymelda Marcos) y los mamoneos del hermano sinfónico del Puto Amo. Sin miedo, que a la gente le dará igual, ya verán. Donald Trump, que es buen psicólogo de los suyos y sabe las tragaderas que tienen los capaces de votarle a él, aseguró que aunque bajase a Times Square y empezase a disparar al tuntún, en plan André Breton, no perdería partidarios. ¡Que razón tiene! Al Duce Sánchez le pasa algo parecido, aunque sin tiros ni heridos de pronóstico reservado afortunadamente: ¡mira que las ha hecho gordas y no por eso ha perdido clientela, que siguen dale que dale con el «peor son los otros»! En efecto, la plaga política que padecemos también tiene su lado bueno: nos ha revelado el nivel intelectual y la calaña moral de buena (o sea: mala) parte de nuestros compatriotas. Un botón de muestra, tomado del más conocido de los pseudomedios pseudoinformativos: un señor de Ciudad Real, en carta a la directora de El País, dice que el Gobierno no pretende dar carnets de periodista a los que hablan a su favor, como dice el portavoz del PP: «No, señor Tellado. Lo que el Gobierno pretende es evitar que algunos medios sean lanzaderas políticas de algunos partidos». ¡Y eso se lo escribe a la directora de El País! ¡Sancta simplicitas! A ése y los que son como él, puede decirles la verdad y toda la verdad: siempre que luego añada el estribillo sobre «el peligro de la ultraderecha», le votarán igual.
La regeneración democrática de España es necesaria y urgente, en eso de acuerdo. Las discrepancias empiezan a la hora de determinar quién debe empezarla, porque no pueden ser los mismos a los que se debe nuestra miseria política actual. El ejemplo de regeneración con éxito que tenemos más a mano es el de la Transición: lo dieron los procuradores de aquellas Cortes, disolviendo el invento y marchándose a su casa. Ya tiene el PSOE algo en que fijarse y de lo que aprender: no sólo hay que dejar paso a jugadores nuevos sino también hay que jugar a otra cosa. A ver si empezamos de una vez.