THE OBJECTIVE
Álvaro del Castaño

Pedro Sandez

«¡Se hace saber que tenemos en España al pregonero de la estulticia!»

Opinión
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Pedro Sandez

Pedro Sánchez. | Ilustración de Alejandra Svriz

Son muchas las Sandezes a las que nos tiene acostumbrados nuestro presidente por accidente. Lamentablemente, cada día nos sorprende con alguna nueva. Es difícil seguirle la pista.

Hoy podría haber elegido para comentar varias alternativas, como las escandalosamente esclarecedoras declaraciones sobre el poder legislativo: «vamos a avanzar con determinación, con o sin apoyo de la oposición, con o sin concurso del poder Legislativo» (¡ojo que en España según la Constitución es el parlamento en el que reside la soberanía popular, por lo que veladamente afirma que se pasa la democracia por el forro!). Pero no, como se me acumulan los deberes, debo ir paso a paso y por su orden.

«Increíble su ínfimo nivel de discurso político. Escalofriante la frialdad con la que miente, y como utiliza a conciencia la mentira para crear un pobre relato»

Por lo tanto, voy a analizar las menciones del presidente a la marca Lamborghini (y el posterior anuncio del Ministerio de Transportes al respecto), cuando en su discurso de inicio de curso político aseguró que aspiraba a una sociedad «con más autobuses públicos y menos Lamborghinis». La frase tendría sentido si sustituimos la mención a la marca italiana por la palabra «coches particulares», porque en España no hay un problema de exceso de superdeportivos colapsando los centros de las ciudades. Por lo tanto, su mención no tiene ninguna explicación y solo queda buscarle un sentido político populista.

Es absolutamente inaudito que este personaje utiliza el nombre de una mítica y valiosa marca de coches extranjeros, estereotipándola exclusivamente para su mendaz propaganda. Patético que confunda los nombres de las marcas, y haga referencia a Lamborghini, cuando quería referirse a Maserati (que parece ser el coche del novio de Ayuso). Vergonzoso además que lo haga para atacar a un grupo de compatriotas suyos que le pagan el sueldo —esos ciudadanos libres que trabajan y pagan sus impuestos (los poquísimos que compran Lamborghini). Increíble su ínfimo nivel de discurso político. Escalofriante la frialdad con la que miente, y como utiliza a conciencia la mentira para crear un pobre relato. Vértigo pensar en el precipicio intelectual y moral al que nos está empujando. Miedo a que con su populismo macarra acabe con la clase media y trabajadora empobrecida. Dolor observar el grosero espectáculo que provoca en las cancillerías europeas un señor que tiene imputada a su mano derecha (Ábalos), a su mujer y a su hermano, y que se atreve a dar lecciones de ética a los cuatro vientos. Groseros sus argumentos, carentes de ninguna validez intelectual. Irrisoria su planta de galán relamido, al que le haría la cobra la inmensa mayoría de los españoles si convocara elecciones. Irresponsable su huida hacia adelante, con el único objetivo de mantenerse en la poltrona, entregando a cambio a cualquiera, a cualquier precio. Repelús, y pena, mucha pena, al comparar al sujeto en cuestión con Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo-Sotelo, Felipe González y José María Aznar. Qué bajo hemos caído.

Lo que resulta evidente al observar el razonamiento de Sandez es que le ha traicionado el subconsciente. Para este prototipo de ser pretencioso, el súmmum de ser rico, la máxima expresión de haber logrado éxito y riqueza en la vida es tener un Lambo. Está claro que es lo primero que hubiera hecho él en otra vida, si hubiera ahorrado unos eurillos. Su máxima aspiración sería pasearse con el deportivo descapotable, con su enamorada fundraiser a su vera, calzándose unas gafas de falso JFK, para que le observasen los viandantes y se pudrieran de la envidia.

Por otro lado, al meme del Lamborghini no se le ocurre pensar en el trabajo intelectual, de diseño, tecnología, ingeniería, creatividad, logística, coordinación y planificación, que supone fabricar un coche de semejante nivel. Porque para el arrogante simplismo que anida en la testa de nuestro Sandez , el esfuerzo de innovación y de trabajo en equipo que requiere este tipo de vehículos no tiene valor. No se le ocurre pensar tampoco que el dueño de esta Marca (el grupo VW) crea 20.000 puestos de trabajo directos en España, ni en algo tan básico como que cada Lamborghini que se vende es un verdadero pelotazo para el estado, y para los españoles. Y que cualquier administrador de los recursos de un país estaría encantado de que se vendan cuantos más mejor. Es muy simple, pura matemática: un 21% del precio va a las arcas del estado vía IVA, otro 15% impuestos de matriculación, a los que hay que añadir impuestos de circulación, sobre el combustible, etc. Y que con cada venta se da de comer a todos los participantes en la cadena de valor de alto nivel de capacitación que participante en esta venta (otros 100.000 empleos indirectos de VW en España). Y todo esto, si hablamos de un residente fiscal en España, sería después de que el «rico» haya pagado ya la mitad de sus ingresos al estado en IRPF. Por lo tanto, es obvio que cuantos más ricos hay en un país, más ingresa el estado, más oportunidades tiene la clase media y trabajador de agarrar un ascensor social. ¡Cuantos más compren Lamborghinis, mejor para todos, merluzo!

Sus declaraciones demuestran una clara voluntad de emponzoñar la convivencia. Son una evidente muestra de la torpeza de la izquierda radical, poco pragmática, que vive en una obsesión marxista, a través de la cual la lucha de clases tiene como único objetivo que el proletariado destruya a la burguesía ya los ricos. Para que así el trabajador se ahogue en la miseria de un país que no genere ni riqueza ni impuestos, y sea entonces exclusivamente el político de izquierdas instalado en el poder el que disfrute del dinero ajeno. Nos quieren a todos iguales, pero… igual de pobres. Sencillamente un cálculo de Venezuela o Cuba.

Como dijo Olof Palme (legendario ex primer ministro socialista sueco): «Lo que hay que hacer es acabar con los pobres, no con los ricos».

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