THE OBJECTIVE
Ricardo Cayuela Gally

Israel contra Hezbolá, la guerra empieza ahora

«Ante el complicado escenario internacional, ¿tiene Europa algo que decir y hacer algo más que inocuos e impostados desgarramientos morales?»

Opinión
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Israel contra Hezbolá, la guerra empieza ahora

Una ilustración de Netanyahu. | Alejandra Svriz

Está a punto de cumplirse un año del ataque terrorista de Hamás contra Israel. Un ataque indiscriminado, contra la población civil mayoritariamente, con métodos e intenciones genocidas. Una acción que recordó a los nazis y que, por lo tanto, activó todas las alarmas emocionales en Israel. Para mi sorpresa, no en el resto de Occidente. El lema de la respuesta israelí fue explícito en su conexión con el pasado: never again is today. La respuesta de Israel fue declarar la guerra a Hamás, que contó desde el día siguiente con el apoyo de Hezbolá, ambos, títeres de Irán en la región. La estrategia de Israel, para evitar tener dos frentes abiertos, en Gaza y en la frontera con el Líbano, fue primero desmantelar a Hamás, casa a casa, túnel a túnel, con un costo humano inmenso para sus propias soldados, pero también para los civiles gazatíes, y en el norte limitarse a desplazar a la población más cercana, confiar en la Cúpula de Hierro para neutralizar los misiles de Hezbolá y hacer réplicas aéreas puntuales.

«Con la guerra abierta en el Líbano, el escenario se complica cada hora que pasa. Y no hay salidas fáciles ni limpias»

Con la disminución de las operaciones en Gaza, la atención de Israel se ha desplazado al norte. El asunto merece algunas salvedades importantes. Primero, Israel no puede declarar victoria en Gaza. El último núcleo de resistencia de Hamás, donde se esconde su líder, es intocable mientras esté rodeado por los rehenes. La posición israelí en el mundo se ha debilitado notablemente. Y pese a su lucha abierta con el chiismo radical iraní, los Acuerdos de Abraham de entendimiento con el mundo árabe sunita están postergados y en entredicho. La economía está golpeada por el esfuerzo de la guerra, el boicot a las exportaciones y la escasez de mano de obra: no hay cruce de palestinos para trabajar en Israel y la llamada a filas deja muchos puestos vacantes y sin reemplazo a la vista. Las muertes civiles en Gaza son numerosas y la destrucción de la franja es severa. Y no hay un plan político de futuro ni de reconstrucción. Desde luego, el responsable primero es Hamás, que declaró la guerra con su ataque, que se esconde entre la población civil y que ha puesto condiciones inaceptables en las negociones de tregua o de paz emprendidas por terceros interesados, muchas de ellas con el auspicio de Estados Unidos. Netanyahu, perseguido en su propio país por temas de corrupción y sostenido en el poder por una alianza radical, ha encontrado en la guerra una vía de escape a sus problemas y sus posturas radicales no ayudan a encontrar una salida. Eso sí, pese a estar en guerra, las libertades en Israel se mantienen. Las protestas contra Netanyahu no han parado y la prensa libre, empezado por el diario Haaretz, sigue con la crítica al Gobierno. Al mismo tiempo, la población ha cerrado filas con las fuerzas armadas, hecha de conscriptos, y con sus servicios de seguridad, que actúan de manera autónoma frente al Ejecutivo. Una mayoría social puede repudiar al Gobierno radical de Netanyahu, pero todos apoyan a su ejército, paradoja difícil de entender desde fuera.

Con la guerra abierta en el Líbano, el escenario se complica cada hora que pasa. Y no hay salidas fáciles ni limpias. A diferencia del ataque de Hamás, que les tomó por sorpresa, el ataque a Hezbolá lleva meses de planeación estratégica. Y empezó con la operación contraterrorista más espectacular y eficaz de la historia. Los terroristas en activo y de alta jerarquía habían sustituido sus móviles por buscapersonas, por el miedo de ser espiados por Israel. No es descartable que este miedo, incluso, haya sido inducido por el Mossad para forzar el cambio tecnológico a unos aparatos mucho más vulnerables. El caso es que sólo los terroristas de alta jerarquía tenían acceso a los localizadores, repartidos por la cúpula, ya que las órdenes se enviaban por ahí y no podían caer en manos enemigas. Debían tenerlos siempre bajo custodia personal y a la mano. Detonarlas a distancia a la misma hora los ha puesto fuera de combate de manera humillante y cruel. Muertos, mutilados o ciegos. Una acción sin víctimas colaterales, sin daños a la infraestructura civil del Líbano y sin bajas propias. El Mossad ha recuperado su aura de invencibilidad que además manda un mensaje a Irán tremendo: estás infiltrado y conozco tus pasos con antelación. Aun así, la guerra no ha hecho más que empezar y las fuerza de Hezbolá, diezmadas en sus mandos y aturdidas en su moral de combate, son mucho mayores que las de Hamás en Gaza. Su capacidad de dañar a Israel es mucho más grande también.

Las interrogantes se suceden en cascada. ¿Puede derrotar Israel a Hezbolá sin comprometer de manera definitiva su papel en el mundo y su alianza con Estados Unidos? ¿Cómo evitar una guerra civil en el Líbano? ¿Intentarán los maronitas recuperar el poder de la mano de una invasión terrestre de Israel? ¿Influirá la guerra en el electorado estadounidense? ¿Qué escenarios se abren si gana Trump y cuáles si gana Harris para la región? ¿Permanecerá Irán pasivo viendo caer al segundo de sus aliados? ¿Rusia mantendrá un rol secundario en una zona en la que tiene amplios intereses, incluido el sostener a su aliado sirio, el sanguinario Bashar al-Ásad? ¿Se sublevarán los drusos? ¿Romperá la unidad de acción de la OTAN el presidente turco Erdogan? ¿Qué conexiones hay entre la invasión de Ucrania y la guerra en el Medio Oriente? ¿Es cierto el vínculo Caracas-Teherán? La paz del mundo pende de un hilo y los grandes conflictos de nuestro tiempo parecen estar conectados entre sí. Ante este escenario apocalíptico, ¿tiene Europa algo que decir y hacer algo más que inocuos e impostados desgarramientos morales?

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