THE OBJECTIVE
Carlos Mayoral

Eres pobre, sin eufemismos

«Somos pobres, sin medias tintas, sin edulcorantes que antepongan el voto a tal o cual partido en contraposición a la verdad. Dejen de tomarnos por gilipollas»

Opinión
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Eres pobre, sin eufemismos

Calderilla. | Pixabay

Vivimos en la era de los eufemismos. El cáncer es una «larga enfermedad», los locos tienen «capacidades mentales distintas», la deuda de un país pasa por ser «crecimiento negativo» y de los distintos genocidios que se dan a un lado y otro del globo se dice que son «limpiezas étnicas», «reajustes sociales» y hasta «equilibrios territoriales».

Se ha perdido tanta claridad en el mensaje, hay tanta letra pequeña en cada página, que cuando uno se asoma a los papeles se antoja difícil captar la realidad como la realidad misma nos capta. ¿Quién tiene la culpa de esto? Probablemente todos los que aquí nos demos cita, leyendo este artículo como podrían leer cualquier otro, pues de la sobreprotección de nuestros allegados se peca cada día, da igual si se trata de hijos o sobrinos, de alumnos o compañeros de trabajo, de amigos o familiares de tercer rango, de padres o jubilados.

Por eso, cuando uno lee los periódicos y se encuentra con las nuevas estadísticas salariales del país, no puede por menos que llevarse las manos a la cabeza. Según estos nuevos baremos, publicados por el Instituto Nacional de Estadística, el salario más frecuente en toda España es de 14.586 euros anuales. El segundo, de 16.495. Y el tercer salario más repetido se va a la nada desdeñable cifra de 18.494 euros. Y el salario medio, que marca simbólicamente la realidad de un país, se detiene en 26.984 euros al año.

A las cifras, duras y frías, hay que añadir dos datos más: por un lado, que todos estos guarismos bajan ostensiblemente en los últimos tiempos, casi 4.000 euros de media, fruto de una crisis de la que nadie habla; y por otro, que el coste de la vida se ha visto incrementado hasta cotas que probablemente mi generación no conocía, con tasas de inflación inimaginables, y con precios de agua, luz, gas, vivienda, gasolina y supermercados que directamente dan miedo.

«La clase media se autodestruye entre debates morales estériles y supuestas conquistas sociales de todo a cien»

Supongo que todos los que aquí nos damos cita intuimos todo esto. Cuando no lo vivimos en primera persona, somos conscientes de que la precariedad ha llegado a este o aquel vecino, al cuñado o a la sobrina, en el peor de los casos a los hijos o a los padres. Pues con todo esto, en un alarde de hipocresía repugnante, tenemos que soportar que fuentes del Gobierno hablen de «segmentos económicamente débiles» y de efectos motivados por no sé qué ley pasada que favorece la «extinción laboral». Señores, hablen claro. Dejen atrás los eufemismos. Somos pobres, sin medias tintas, sin rodeos, sin edulcorantes que antepongan el voto a tal o cual partido en contraposición a la verdad.

La clase media se autodestruye entre debates morales estériles y supuestas conquistas sociales de todo a cien. La realidad es que si usted mira a su lado probablemente se tope con alguien que no puede pagar el aceite de oliva, que han tirado la toalla tras varias entrevistas de currele fallidas, que no duermen por las noches pensando en el próximo alquiler. Dejen de tomarnos, así, sin eufemismos, por gilipollas. Nos va la vida en ello.

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