Recelo del jerarca
«Un gobierno constituido por trepadores, caza fortunas, podridos y enchufados a la manera de los gobiernos de Franco, no puede convencer a la gente joven»
Del mismo modo que el pésimo comportamiento de los clérigos y su nefasto ejemplo fue socavando la adhesión a la iglesia de Roma, que daría como resultado una mayoría de escépticos en materia religiosa, así también se está produciendo el distanciamiento de la democracia entre la gente más joven. Es el nefasto ejemplo que están dando los jerarcas de la política, lo que va degradando la democracia hasta hacerla odiosa.
En la actualidad se tiene por «joven» al menor de 40 años, lo que significa una transformación brutal del término. En cualquier caso, son esos «jóvenes» los que están abandonando el terreno democrático, sea porque ya no votan, sea porque votan a partidos de extrema derecha o salidos de madre. No sólo en España, donde los votantes del último partido a la derecha de Vox, han sido mayoritariamente menores de 30 años. También en Francia o Alemania los ultraderechistas están siendo alimentados por hornadas juveniles.
Pero no es la corrupción lo que estos votantes castigan. En cierto modo dan por descontado que la máquina política genera corrupción como la vida doméstica genera basura. Creo que lo que no soportan en los profesionales de la política es su impudor, la evidencia de que ellos son los primeros en despreciar las instituciones democráticas. Es irritante constatar que actúan con una codicia de sillones, prebendas, subvenciones y corruptelas indignas de su función. Y además suelen ser rotundamente ineptos.
Un gobierno constituido por trepadores, caza fortunas, podridos y enchufados a la manera de los gobiernos de Franco, no puede convencer a las generaciones que no han conocido otra cosa que la así llamada democracia española. Y, naturalmente, han perdido la fe. No pueden tomar en serio a esos personajes dignos de las peores sátiras barrocas.
De modo que seguirá creciendo la extrema derecha y los grupos antisistema sin que nadie pueda salvarnos de una explosión que llegará tarde o temprano por acumulación de rabia y frustración. Una violencia sin control, sin dirección y chiflada que acabe abocando a un golpe de Estado verdadero.
«La democracia no es un momento sólido y estable, es más bien una actitud volátil que requiere la fe y la esperanza de los ciudadanos»
Lo sabemos, pero solemos olvidarlo. La democracia no es un momento sólido y estable, un objeto, un ente, es más bien una actitud volátil que requiere la fe y la esperanza de los ciudadanos. Si se quiebran las virtudes, se quiebra el modelo mismo de convivencia inteligente y hay que esperar lo inevitable.
Dos amigos míos, hombre y mujer, cada uno por su lado, recorrieron el pasado verano algunos países asiáticos, entre ellos Vietnam. Ambos me comentaron lo mismo sin haber hablado entre sí. Los vietnamitas, como los chinos y otras dictaduras asiáticas, están cómodamente conformes con el régimen. El capitalismo de Estado les entrega toda suerte de entretenimientos tecnológicos, bienes de consumo, vivienda, trabajo y demás componentes de la supervivencia y el pasatiempo, sin apenas gasto y a cambio de una sola exigencia: que no tomen decisiones.
Pero esta es otra singularidad que también olvidamos: la libertad no es algo definitivo sino un movimiento, requiere trabajo, esfuerzo de la conciencia y tantos cuidados como los de un caballo. Se puede vivir perfectamente sin libertad, y de hecho así vive la mayor parte de la población mundial. Así vivieron los españoles cuarenta años, con Franco, sin la menor protesta en voz alta excepto cuatro gatos. Sólo si la nueva monarquía tiránica es perfectamente insensata, como en Venezuela, puede causar una reacción contraria de envergadura.
Y mucho me huelo que nuestro caso se va aproximando al modelo asiático, franquista y caribeño.