THE OBJECTIVE
Elvira Roca Barea

La maldición de la koiné

«Los españoles a los que Sheinbaum y López Obrador se refieren son sus antepasados, y no los españoles de ahora»

Opinión
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La maldición de la koiné

La presidenta electa de México, Claudia Sheinbaum, y Hernán Cortés. | TO

En 1968 el argentino Jorge Abelardo Ramos publica Historia de la Nación Latinoamerica, lo cual quiere decir que en este momento el término francés Latinoamérica le ha ganado o le está ganando la partida al indígena Hispanoamérica. Es muy importante esto de los nombres. El que nomina, domina y no es pequeña muestra de poder e influencia ser capaz de cambiarle el nombre a medio continente. Jorge Abelardo Ramos es otro teórico de la Patria Grande, asunto que algún día merecería un gran congreso internacional. ¿Alguien duda de que el aparato cultural de Sheinbaum o de nuestro propio ministro Urtasun, esos dos jaguares de la geoestrategia, que hubieran hecho palidecer de desconcierto al propio Kissinger, estén ya dándole vueltas a tan audaz iniciativa?

La Patria Grande del uruguayo Artigas, del argentino Ugarte, de los peruanos  Mariátegui y Haya de Torre, del también argentino Abelardo Ramos, esa raza cósmica de Vasconcelos, etcétera, etcétera… está tan dividida que ni siquiera atina a defender sus mínimos intereses. Por ejemplo: una posición digna para su idioma en las instituciones internacionales. ¿Cómo podrá lograrse esto, que tantas ventajas reporta en política internacional sin el concurso de México? ¿Lo tiene en la cabeza Sheinbaum? ¿Sabe siquiera que tal cosa es posible sin demasiado esfuerzo?

En 1804 Humboldt visita a Thomas Jefferson en su bella plantación de esclavos en Virginia. Es una reliquia histórica que no ha sido demolida ni clausurada ni cancelada, como tampoco lo ha sido el templo, porque es un templo, no un monumento, a Jefferson en Washington. Las naciones, mientras tienen aspiraciones en el mundo, no atacan sus mitos fundacionales. Por eso los estadounidenses siguen celebrando su Día de Acción de Gracias con fervor y los hispanos abominan del 12 de octubre o destrozan las estatuas de Colón o de Hernán Cortés. Pero vamos a dejar aquí el asunto de los mitos fundacionales. En estas conversaciones tan entretenidas Jefferson le explicaba al prusiano que el plan era dividir el gran imperio hispano en tres países. Era condición sine qua non para que prosperaran los recién nacidos Estados Unidos, que son en este momento todavía mucho más pequeños y débiles que cualquiera de los virreinatos, y una nadería al lado del inmenso virreinato de Nueva España, que es lo quiera Sheinbaum o no, el origen de su país. A mí esta conversación me ha interesado siempre muchísimo porque quiere decir que todavía en 1804 (¡en 1804!, o sea, hace tres días) un dirigente estadounidense de primer orden, élite gobernante en sentido estricto, no considera que sea posible ir más lejos de la división en tres. 

¿Cómo se llegó entonces al cantonalismo delirante que mapa nos muestra sin misericordia, superando todas las aspiraciones jeffersonianas?

La inmensa mayoría de los hispano-españoles que tienen estudios superiores no saben responder a esta pregunta y viven por lo tanto en un mundo cuyas coordenadas no aciertan a comprender. Aquí no hay espacio para explicar ni siquiera lo mínimo. El problema de la balcanización hispana es de tal envergadura que necesitaría de muchas páginas y muchas cabezas para poder dar cuenta de él. Habría en primer lugar que despejar la niebla, el trampantojo envolvente construido con los tópicos de la leyenda negra por generaciones de gobernantes, y luego fajarse con la Historia y la Antropología, para determinar cómo llegó la Conquista a transformarse en un mito fundacional, qué factores externos e internos intervinieron en ese proceso, etcétera. Y todos, externos e internos son extremadamente peligrosos. Hay que estar muy loco para poner en peligro una carrera académica metiéndose en ese jardín habiendo como hay tan lindos prados donde pastar. No hay mucha esperanza de que se abran claros en la oscuridad, no mientras sainetes a lo AMLO-Sheimbaum sigan nublando la capacidad de análisis y discernimiento.

En su interesantísimo The History and principles of banking, James W. Gilbart explica que en 1824 la casa de banca B. A. Goldschmidt & Co. vendió en Londres títulos de deuda mexicanos por un valor nominal de 3,2 millones de libras esterlinas, que es una cifra gigantesca para principios del siglo XIX. El banco, constituido en intermediario entre el recién nacido Estado mexicano y el comprador, hace saber al primero, una vez acabada la operación, que ha tenido que vender los títulos a un 58 por ciento de su valor nominal, es decir, del valor inicialmente previsto. Además de esto, la banca se queda con 750.000 libras en calidad de intermediario y comisionista. Resumiento: la hacienda mexicana recibe 1,1 millones, pero se endeuda por 3,2 millones.

Carlos Marichal insiste en la ingenuidad con que los nuevos gobernantes hispanoamericanos se lanzaron al mercado de la deuda. Hay que hacer un gran esfuerzo para aceptar que esto es un asunto de «ingenuidad». Porque lo cierto es que mientras los países se empobrecían a ojos vista, apareció una nueva clase, no alta sino altísima, que ha manejado y maneja unos niveles de riqueza que pueden calificarse sin hipérbole de sauditas. 

El esfuerzo para no ver ese mapa nubla el entendimiento. Así el mismo Marichal, que es uno de mejores estudiosos de la deuda mexicana, escribe: «Quince años de guerra y revolución marcaron el fin del dominio imperial en un vasto territorio que se extendía desde Colorado y California hasta Tierra de Fuego. Los imperios americanos de España y Portugal se derrumbaron y en su lugar surgió un complejo mosaico de naciones con una variada gama de formas políticas». No es cierto. Eso no ocurrió en Brasil, que no se fragmentó y además ganó territorio. ¿Cómo y por qué sucedió esto? En el caso de Bolivia, por ejemplo, las pérdidas territoriales a favor de Brasil alcanzaron el medio millón de kilómetros cuadrados, más o menos la superficie de España. El mosaico solo apareció en los antiguos territorios de la Monarquía hispánica, porque, como ya señalamos en el primero de estos artículos todas las naciones que surgieron en América, al desgajarse de sus matrices europeas, conservan o ganan territorios: Estados Unidos, Canadá y Brasil. 

¿Por qué el destino de los territorios virreinales fue distinto?

Es inútil cerrar los ojos a esta realidad. Y es inútil también irse a echarle la culpa al imperio o confundir aquel imperio con la España actual, como hacen o fingen que hacen AMLO y su pupila. Por seguir con los dineros, es conveniente no perder de vista (son datos de Marichal) que el virreinato recaudaba el doble de lo que gastaba, unos veinte millones de pesos, y que tenía una economía muy saneada y unos niveles de prosperidad de los que España carecía. Podríamos seguir hasta llenar muchos folios y de nada serviría. 

Son penas de amor perdidas todas las teorías de la Patria Grande hasta que sus gobernantes no estén dispuestos a bajarse del potro del caudillismo, a levantar las alfombras para que las causas de la fragmentación política y la fragilidad institucional sean conocidas al menos por una parte significativa de la población. Hay que saber por qué pasan las cosas, tengan remedio o no. Y por lo tanto no hay que dejarse envolver por sainetes a lo AMLO-Sheinbaum y tener muy claro, en medio de esta niebla, que el daño mayor es para México, no para España, porque México no puede perjudicar a España sin perjudicarse a sí mismo.

«El imperio español se acabó hace dos siglos, repetimos, dos siglos, aunque la señora Sheinbaum no se haya dado cuenta. Consulte Wikipedia»

¿Qué hubiera tenido que hacer el gobierno de España en esta esperpéntica coyuntura? Pues resulta difícil decirlo toda vez que cualquier propuesta en este sentido supone dar por ciertas dos realidades, como mínimo confusas, a saber, que hay España y que hay gobierno. ¿Hemos dicho en algún momento que el deliro empieza aquí? Es por si se me había olvidado… Pues podría este gobierno más o menos virtual convocar una rueda de prensa con presencia de agencias extranjeras e incluso invitación al cuerpo diplomático acreditado para informar a la recién elegida mandataria de lo siguiente:

a) Que los españoles no son inmortales, ni siquiera lo es su rey, y que es imposible que los que cruzaron el Atlántico hace 500 años sean los mismos que ahora viven en España.

b) Que ese imperio se acabó hace dos siglos, repetimos, dos siglos, aunque la señora Sheinbaum no se haya dado cuenta. Consulte Wikipedia.

c) Que esos españoles a los que ella y los AMLOs se refieren son SUS antepasados, y no los españoles de ahora, porque es imposible que los españoles del XVI cruzaran el Atlántico, vivieran en América varios siglos y luego regresaran.

d) Que si tiene alguna duda sobre este particular, a saber, que los que ella dice que tienen que pedir perdón son SUS españoles, o sea, los antepasados de los mexicanos, acuda al Archivo de la Nación en la capital de México y consulte la declaración de Miguel Hidalgo y Costilla, el del Grito de Dolores, gran momento fundacional de la nación mexicana, y verá que al ser preguntado por el juez, tras ser detenido en abril de 1811 en Chihuahua, por nombre, apellido, edad, dirección… responde: «Miguel Hidalgo y Costilla, estado presbítero, cura párroco de Dolores, pueblo del obispado de Valladolid, español, y su vecindad, la de su curato«.

e) Que no se preocupe si se lía con los legajos y no atina con el documento. Estamos dispuestos a enviar personal de apoyo, aunque en México hay personal muy cualificado que seguramente ella no conoce. 

f) Que, llegados a este punto de esclarecimiento lógico, lo aconsejable es que se queden ella y su gobierno con SUS españoles, que nosotros ya tenemos bastante con nosotros mismos.

Y luego ofrecer un cóctel estupendo con el mejor tequila y excelentes quesadillas y brindar mil veces por los mexicanos. Ahora hay que hacer un esfuerzo titánico para imaginarse a un ministro del gobierno de España en esta tesitura, derrochando elegancia diplomática y fina ironía, pero, en fin, lo bueno del delirio es que se puede ir sin dificultad del esperpento a la risa. Y la risa nos salva de la locura. 

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