THE OBJECTIVE
Francisco Sierra

Mentiras y torpezas. Es lo que hay

«No vale con una guerra de acusaciones ahora entre ponentes y servicios jurídicos. Alguien tiene que pagar este error humillante para las víctimas del terrorismo»

Opinión
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Mentiras y torpezas. Es lo que hay

Ilustración de Alejandra Svriz

Da igual del día y del tema que hablemos. La actualidad política española provoca siempre un bajón deprimente. Cada día una nueva noticia que agrava los escándalos que rodean, cada vez más, al Gobierno y al entorno personal de Pedro Sánchez. Tras cada noticia, inmediatamente una batería de declaraciones repetidas como loros por todos los ministros. Declaraciones dictadas por el ejército de infinitos asesores de La Moncloa a través de WhatsApp y que ni siquiera entran a la cuestión que sea, sino que siempre se acaban convirtiendo en ataques, creíbles o no, al Partido Popular. Partido al que, tras insultarlo, luego acusan de no querer colaborar. En los últimos días, hemos sufrido dos episodios que ponen de manifiesto esta debilidad moral, técnica e incluso trabajadora de nuestros políticos.  

El más sangrante y vergonzoso ha sido el de la votación en el Congreso de los Diputados del proyecto de ley que modificaba la norma orgánica sobre intercambio de antecedentes penales y consideración de resoluciones penales en la Unión Europea. Tal y como suena. Parece una trasposición normal de la legislación europea, pero ni mucho menos. Detrás hay un chantaje de votos, un gobierno inmoral y una oposición torpe, vaga e ineficaz. Y un final vomitivo que supone la rebaja de permanencia en prisión, e incluso la salida a la calle de asesinos condenados de ETA. 

Ser el aliado más fiel de Sánchez tiene un precio. Y cada vez conocemos mejor el que pone Bildu. No solo fueron ellos los que ensuciaron con la Ley de Memoria Histórica la Transición española, en absoluto silencio, y, en lo único que ha hecho de forma eficaz el ministro del Interior, Grande-Marlaska, lograron el traslado de todos los presos etarras al País Vasco para ser allí acogidos con todos los favores por la acomplejada política penitenciaria del PNV. Hace pocos días, la consejera socialista vasca de Justicia, liberaba antes de tiempo a dos etarras. No quedaba ahí la cosa. La que fuera condenada por apología del terrorismo, la portavoz de Bildu en el Congreso, Mertxe Aizpurua, sonreía con ganas, al ser ella la que presentaba el pacto con Sánchez de la Ley de Seguridad Ciudadana y poder presumir de explicar cómo tiene que actuar a partir de ahora la Policía Nacional y la Guardia Civil. Era el mundo al revés. La proetarra marcando límites a las fuerzas de seguridad del Estado.

«La enmienda se introdujo después. Sabiendo que es una treta habitual, es todavía más hiriente la torpeza de la oposición para detectarla. Ni el PP, ni VOX, ni UPN»

En el mundo de Sánchez todo puede ir siempre a peor. Y si se puede hacer de forma tramposa, mejor. Como es habitual, el procedimiento legislativo usado por el Gobierno ha sido la puerta de atrás para evitar que fuera leída por los órganos competentes como el Consejo de Estado. La enmienda se introdujo después. Sabiendo que es una treta habitual, es todavía más hiriente la torpeza de la oposición para detectarla. Ni el PP, ni Vox, ni UPN. Ni lo olieron en las reuniones previas. Tampoco se percataron en la Comisión de Justicia. Ni cuando se votó en el Congreso. Ni uno.

Tiene razón Alberto Núñez Feijóo cuando dice que fue una treta de Sánchez, pero eso no lo exime de la responsabilidad de todos los suyos que lo dejaron pasar. El líder gallego pide perdón, pero el error de sus diputados es tan grave que para muchos no es suficiente. Y no vale con una guerra de acusaciones ahora entre ponentes y servicios jurídicos. Alguien tiene que pagar este error tan humillante para las víctimas del terrorismo e incluso para sus propios compañeros que lo votaron a favor en el Congreso.

Y junto a la torpeza, no suena muy elegante, ni ético, el hacer escarnio de los populares por su error y no calificar esta nueva cesión que beneficia a los etarras más sangrientos. Es doblemente cínico que, en su defensa, la portavoz del gobierno, Pilar Alegría, mienta con alevosía y diga que fue revisado por el Consejo de Estado, cuando saben perfectamente que la enmienda fue introducida después del informe del Consejo. Suena muy cínico también acusar al PP de usar el terrorismo cuando son ellos los que ceden a Bildu y rebajan la permanencia en prisión de más de 40 etarras. 

«Da igual lo que esté escrito. Se dice una mentira y se repite. Una mentira doblemente grave porque además supone una nueva injerencia del Poder Ejecutivo en una actuación judicial»

Tiene el Gobierno todavía la capacidad de parar esta inmoralidad que beneficia a los presos etarras. El Gobierno puede hacerlo, pero no lo hará Sánchez. Sigue atrapado con los votos de Bildu. No lo va a corregir. Lo asume hasta el punto de que sus palmeros ya están con el mensaje sincronizado de defender que se hace por una directiva europea y olvidan decir que la disposición adicional única aprobada por el Gobierno de Rajoy era legal. Hasta el punto de que fue avalada hasta en tres ocasiones por el Tribunal de Derechos Humanos de Europa.

El otro episodio es el caso Begoña. El varapalo de la Audiencia Provincial de Madrid, que ha respaldado la investigación del juez Peinado, aunque lo haya acotado en el caso de Globalia; deja en evidencia a todos esos ministros que día tras día decían «no hay caso», «blanco y en botella», «la UCO dice que no» o «pedalean en la nada». Tres jueces respaldan que se continúe con la investigación abierta y así lo ponen por escrito. Pues nada, para la portavoz del gobierno, Pilar Alegría, al contrario que para todo el mundo esto «supone que se está más cerca de archivar el caso», «se ha puesto límite a la investigación prospectiva» o «acota al máximo la actuación».

Da igual la realidad. Da igual lo que esté escrito. Se dice una mentira y se repite. Una mentira doblemente grave porque además supone una nueva injerencia del Poder Ejecutivo en una actuación judicial. Pero eso ya no nos asusta a nadie en España. A los de The Economist sí, y cada vez a más medios y políticos en Europa. 

Si Rafa Nadal es ya para todo el mundo el rey de la tierra batida, mucho me temo que Pedro Sánchez pasará a la historia democrática de España como el rey de la tierra quemada. 

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