Riesgo real de guerra regional en Oriente Próximo
«Hemos entrado en una nueva era más peligrosa en la que el conflicto árabe-israelí no queda ya encapsulado en la Franja de Gaza o el sur del Líbano»
Existe un riesgo real de guerra regional en Oriente Próximo. El intercambio de misiles entre Israel e Irán ha tenido carácter limitado y sólo ha alcanzado objetivos militares. Pero un mal cálculo en este ciclo de golpes y contragolpes podría llevar a que se crucen las líneas rojas establecidas por ambos, una posibilidad real ahora que Israel se ve obligado a tratar de romper esta nueva normalidad en la que Irán le ataca con misiles balísticos. Y el riesgo no está sólo en que los ataques de uno y otro sean más devastadores en un conflicto convencional de alta intensidad, sino que Irán lance a sus milicias aliadas y arrastre a otros países. Ironías de la historia esto sería posible como resultado de los errores e inacciones de Estados Unidos en la última década.
El 31 de agosto de 2013 se recibió un aviso en el Palacio del Elíseo de que el presidente Barack Obama quería conversar François Hollande. El Gabinete del presidente francés dio por hecho que Estados Unidos iba a lanzar una intervención militar en Siria tras emplear el régimen de Bashar Al Asad armas químicas contra su propia población. Precisamente la organización francesa Médicos Sin Fronteras fue la primera en informar que a varios hospitales sirios con los que colaboraba habían llegado miles de pacientes con «síntomas neurotóxicos», falleciendo más de 350. El ataque fue luego confirmado por una investigación de Naciones Unidas. El Gobierno francés se anticipó a lo probable petición de colaboración estadounidense y ordenó a su fuerza aérea preparar un ataque contra instalaciones del programa de investigación de armas químicas del régimen sirio con misiles SCALP, el mismo tipo que una década después se donarían a Ucrania.
La conversación con Obama sorprendió a Hollande y su Gabinete. No iba a haber ataque contra Siria. El Gobierno estadounidense dudaba sobre otra intervención militar en el Gran Oriente Medio, después de Afganistán, Irak y Libia. Así que la decisión sería sometida a una votación en el Congreso de Estados Unidos. La crisis se desactivó con un acuerdo impulsado por Rusia. La prioridad del Gobierno de Obama había sido desengancharse de Oriente Próximo para «pivotar» su política exterior a Asia. Pero como comentaría al final de su segundo mandato en una entrevista con Jeff Goldberg haciendo balance de su política exterior para la revista The Atlantic, «cuando pensaba que estaba fuera me arrastran dentro».
El Gobierno de Obama impulsó un acuerdo nuclear con Irán que desactivara la principal amenaza existencia para los aliados de Washington en la región. Esos aliados, principalmente Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos e Israel no quedaron nada contentos con los términos del acuerdo y se encontraron con el incentivo de ser más asertivos en su política exterior y dialogar entre ellos. En las negociaciones nucleares con Irán, Siria quedó dentro del área de influencia iraní. Desde el punto de vista teológico, el alauismo sirio es una herejía para los chiíes duodecimanos iraníes pero el pragmatismo del régimen de los ayatolás le ha llevado a tejer alianzas más allá de la heterodoxia religiosa, sea con la cristiana Venezuela o con los islamistas suníes de Hamás.
El uso de armas químicas contra la oposición era una consecuencia de la debilidad del régimen sirio, cuyo ejército se había fracturado para constituir el Ejército Sirio Libre. Por tanto, la enorme dependencia de Bashar Al Asad de sus aliados, Rusia e Irán, proporcionó una oportunidad para ambos países expandir su presencia en Siria. Rusia consolidó su presencia naval y estableció una base aérea. Irán por su parte desplegó instructores militares, la mayoría del Cuerpo de Guardianes de la Revolución, para formar fuerzas combatientes ideologizadas mientras clérigos chiíes hacían proselitismo en Siria. Desde el punto de vista de Teherán, había conseguido instalarse definitivamente en un país fronterizo con Israel y controlar el nodo logístico fundamental para apoyar a Hezbolá en el Líbano.
«La negativa de Obama a intervenir en Siria permitió a Irán la expansión de sus fichas sobre el tablero en 2014»
La negativa de Obama a intervenir en Siria fue tomada como una oportunidad en Moscú y Pekín para adoptar una postura más agresiva. Al año siguiente Rusia invadió Ucrania y China expandió la construcción de bases en el Mar de la China Meridional. Para Irán, en cambio, la expansión de sus fichas sobre el tablero en 2014 pareció caer del cielo.
La insurgencia islamista sunní de Irak fue derrotada por Estados Unidos fundamentalmente porque las tribus sunníes cambiaron de bando. Los voluntarios extranjeros pretendían establecer un Estado islámico, que proclamaron en 2006, socavando el poder tradicional de clanes y tribus. La nueva alianza entre antiguos insurgentes que obedecían a los líderes tradicionales encuadrados bajo el nombre Hijos de Irak y las fuerzas de ocupación estadounidenses se fraguó a espaldas del Gobierno de Bagdad, que se puso como objetivo desmantelar ese poder ajeno al Estado tan pronto los soldados estadounidenses abandonaron el país en diciembre de 2011. Pero el debilitamiento de las milicias tribales permitió la reorganización de los yihadistas.
En enero de 2014 se pudo ver caravanas de todoterrenos con las banderas negras del Estado Islámico al viento circulando por el llamado «Triángulo Sunní» en el centro de Irak. En junio, los yihadistas asaltaron Mosul, la tercera ciudad más grande del país. El ejército iraquí, corroído por la corrupción se desplomó y huyó. El 29 de junio de 2014 fue proclamado el Califato en Mosul y el Gobierno de Iraq recibió la ayuda de tres extraños compañeros de cama: Irán, Rusia y Estados Unidos.
La lucha contra el Estado Islámico llevó al gran ayatolá Ali Sistani a convocar una «yihad necesaria» y las diferentes milicias chiíes se agruparon bajo el paraguas de las Fuerzas de Movilización Popular. Si el Gobierno del país había tratado de desmantelar las fuerzas sunníes que socavaban el monopolio de la violencia estatal, en el caso de las milicias chiíes se convirtieron en el mal necesario como fuerzas de choque para reconquistar Mosul. Muchas de esas milicias habían nacido como fuerzas insurgentes con el apoyo iraní para luchar contra la ocupación estadounidense y al contrario de las milicias tribales sunníes no depusieron las armas.
«Irán colocó su última pieza en la región en 2015. Ese año las fuerzas hutíes tomaron el palacio presidencial en Saná, en Yemen»
La consolidación de la presencia iraní en Siria y su influencia en Irak permitió crear un corredor geopolítico que conectaba Irán con el Líbano a través de Irak y Siria, sumando tres países donde Irán contaba con fuerzas aliadas, una posibilidad que el rey Abdulá II de Jordania había anticipado en un discurso en 2004 donde mostró su preocupación por la aparición de un «creciente chií» del Golfo Pérsico al Mar Mediterráneo. Precisamente el papel del contrapeso a Irán que ejercía Irak había llevado a las petromonarquías del Golfo Pérsico a apoyar a Saddam Hussein en su guerra contra el régimen de los ayatolás. Pero para desesperación de sus aliados en la región, Estados Unidos no parecía entender el tablero de juego y sus imperativos geopolíticos.
Irán colocó su última pieza en su particular partida en la región en 2015. Ese año las fuerzas hutíes tomaron el control del palacio presidencial en Saná, la capital de Yemen. Los hutíes son un clan proveniente del norte del país practicante de la rama yazidí del chiismo y organizados en el partido Ansarolá. Nuevamente la ortodoxia religiosa hubiera establecido que eran enemigos con los chiíes iraníes. Pero los hutíes eran enemigos de Arabia Saudí, con quienes habían chocado en 2009. Así que se abrió para Irán la oportunidad de apoyar a una fuerza instalada en el patio trasero de su principal rival en la región del Golfo Pérsico.
Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos lideraron una coalición internacional para intervenir en Yemen en 2015 en la que participaron países como Marruecos o Sudán. Mientras, a manos de los hutíes empezaron a llegar planos, armas y piezas para modificar los restos del armamento estratégico de las fuerzas armadas yemeníes y para establecer nuevas líneas de producción de misiles y drones de diseño iraní. Más allá del aspecto estrafalario de los sistemas desarrollados por los hutíes, podemos constatar su efectividad. Sólo en septiembre de 2024 lograron derribar tres drones MQ-9 Reaper de la fuerza aérea estadounidense sobre Yemen. Esa inventiva también se extendió a la guerra naval. Los hutíes emplearon drones kamikaze, anticipando en años su uso por parte de Ucrania en el Mar Negro. Su objetivo durante la guerra en Yemen fue negar el uso del Mar Rojo a las armadas de Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos. Pero las mismas capacidades se han visto ahora usadas contra el tráfico marítimo civil después del 7 de octubre de 2023.
«Para Irán, los grupos armados que apoyan en todo Oriente Medio son un instrumento más al servicio de la Revolución Islámica»
En 2020 un general apareció en la televisión iraní delante de las banderas del Cuerpo de Guardianes de la Revolución y diferentes grupos armados de la región apoyados por el régimen: el grupo libanés Hezbolá, las Fuerzas de Movilización Popular iraquí, el partido Ansarolá de Yemen, el grupo palestino islamista sunní Hamás y las milicias de voluntarios chiíes procedentes de Afganistán y Pakistán que combaten en Siria. El mensaje era claro. Para Irán, los diferentes grupos armados que apoyan en todo Oriente Medio son un instrumento más al servicio de la Revolución Islámica, más allá del margen de autonomía que cada grupo tenga.
Por tanto, una guerra abierta y de alta intensidad entre Israel e Irán no sólo consistiría en ataques aéreos y lanzamiento de misiles, sino que implicaría la participación decidida de estos grupos que ya hemos visto atacar puntualmente a Israel con drones y misiles. Para Irán la inversión de décadas en armar, entrenar y sostener a estos grupos se vería amortizada. Pero incluso si no llegáramos a ese escenario extremo podemos constatar que hemos entrado en una nueva era con un Oriente Próximo más peligroso en el que el conflicto árabe-israelí no queda ya encapsulado en la Franja de Gaza o el sur del Líbano.