THE OBJECTIVE
Carlos Granés

Corrupción económica y corrupción política

«El hombre profundamente enamorado resultó ser Ábalos, que sacrificó su reputación y su carrera con tal de satisfacer las exigencias de su novia»

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Corrupción económica y corrupción política

Ilustración de Alejandra Svriz

Quiso Pedro Sánchez cubrirse con las banderas del progresismo, de la modernidad y de la transparencia, y ese bonito traje acabó ensuciado por los escupitajos de una trama corrupta, entre pintoresca y carca, que va dejando un rastro de fajos de dinero, comisiones, conseguidores, una amante a sueldo y un chalet con piano, además de una truculenta e inexplicable complicidad con la dictadura venezolana. Bajo las consignas regeneradoras y la fachada joven y cosmopolita de Sánchez, encontró refugio José Luis Ábalos, su segundo al mando, su gran valedor y aliado, para extraer dádivas que le permitieron sufragar el costoso noviazgo con una joven odontólaga. Un ministro gana un buen sueldo y tiene mucho poder, pero no lo suficiente para satisfacer ciertas pasiones, deseos o ambiciones. 

Aunque el caso en cuestión es cutre y tiene tentáculos que llegan hasta Delcy Rodríguez, está lejos de ser lo peor de este Gobierno. La corrupción económica hace ruido y es visible, genera escándalos mediáticos y hace caer gobiernos, pero es mucho más grave la corrupción política. Sánchez no ha incurrido en la primera. Pero las pasiones, deseos o ambiciones que han marcado su acción de gobierno lo han llevado a cambiar votos por impunidad, y ahí sí ha habido corrupción, o como mínimo un chantaje político. 

Su pacto con Junts per Catalunya, Bildu, Esquerra Republicana y el PNV ha sido dañino para la vida pública. Así lo señalaba The Economist en su edición del 5 de octubre. El gobierno de coalición que estableció Sánchez en el Congreso «legisla al gusto de los nacionalismos radicales de Cataluña y del País Vasco, y a un costo creciente para la calidad de la democracia española y de sus instituciones». Las leyes que Sánchez ha aprobado o pretende aprobar excarcelan terroristas etarras, cambian el sistema de financiación del conjunto de España a favor de Cataluña, eliminan delitos, entregan competencias y borran de la memoria oficial el gravísimo asalto a la democracia lanzado por los independentistas catalanes en 2017. Ni Sánchez mismo imaginó que llegaría a tanto, pero ese es el precio que ha tenido que pagar por arañar unos días más en la Moncloa.

El hombre profundamente enamorado resultó ser Ábalos, que sacrificó su reputación y su carrera con tal de satisfacer las exigencias de su novia, y el hombre profundamente ambicioso resultó ser Sánchez, que ha hecho concesiones antes imposibles a Otegui y Puigdemont. Para obrar con impunidad, Ábalos encontró a Koldo, un simplón sin atributos que hizo el trabajo sucio a cambio de cuotas de poder; Sánchez optó por una estrategia más sofisticada. Colonizó las instituciones del Estado con partidarios que aprobaran sus leyes, y convirtió a sus colabores más cercanos en fanáticos de su causa. 

«Lo de Ábalos se limpiará en cuestión de meses. Lo de Sánchez es más profundo y complicado»

La democracia se recuperará del paso de Ábalos por las instituciones y su historia, a la larga, engrosará la mitología risueña y torrentina de pícaros y vividores que han pasado por la política española. Lo verdaderamente preocupante es el legado de Sánchez, porque su gobierno ha sido un huracán que derrumbó los consensos de la Transición –ese «bloque constitucionalista» que a pesar de la crispación parecía sólido-, legitimó la instrumentalización de las instituciones del Estado para satisfacer un proyecto personalista, le negó legitimidad democrática a la oposición y convirtió la política en una empresa vacua y narcisista, llena de tics trumpistas. En definitiva, convirtió la política democrática en un juego de trincheras y se jugó su supervivencia enfangando la convivencia social. Lo de Ábalos se limpiará en cuestión de meses. Lo de Sánchez es más profundo y complicado. Su modo de hacer política, además de ser disruptivo y feroz, ha sido muy efectivo, y no es descartable que sobreviva a Sánchez. Así como el trumpismo y el bolsonarismo sobrevivieron a sus líderes, tal vez sus trucos y sus fórmulas, su atrincheramiento y sus pactos kamikaze, determinen en los próximos años la política española. 

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