Pedro, el ‘embestido’
«Se empieza por robar a manos llenas, bajo el disfraz de aguerridos luchadores contra la corrupción, y se termina confundiendo investir con embestir, en vergonzosos escritos inundados de faltas de ortografía»
Un buen amigo atribuye a Thomas De Quincey la siguiente admonición: «Se empieza por el asesinato y se termina por perder los modales en la mesa». Sea la cita de De Quincey o de su tía Enriqueta, aquí tenemos una adaptación muy progresista que eleva cualquier serial de Torrente a exquisito cine de autor: se empieza por robar a manos llenas, bajo el disfraz de aguerridos luchadores contra la corrupción, y se termina confundiendo investir con embestir, en vergonzosos escritos inundados de faltas de ortografía. Y así, como quien no quiere la cosa, tenemos en La Moncloa a un presidente del Gobierno embestido por su propia corrupción.
La carta de invitación de José Luis Ábalos a Delcy Rodríguez es casi tan obscenamente increíble como la que remitió Pedro Sánchez al rey de Marruecos para cambiar la histórica posición española sobre el Sáhara Occidental. Una y otra demuestran que «el uno» y su ex dos tienen muy perdidos los modales en la mesa… La misiva de Ábalos forma parte del ya célebre informe de la UCO, y sus 27 faltas de ortografía en menos de 200 palabras quedan opacadas por la gran premonición: a finales de 2019, el objetivo no era «investir» a Sánchez como presidente del Gobierno, era «embestir» con fuerza para robar sin medida. Y sí, Sánchez fue embestido, y hoy está empitonado en el estercolero de su corrupción.
Pero ninguna carta, por vergonzosamente escrita que esté, es tan elocuente como el «bien» de respuesta del «número uno» a la comunicación de Ábalos sobre la visita de Delcy Rodríguez. Tan elocuente que ha multiplicado las versiones contradictorias, y rotundamente falsas, que ya habíamos soportado para ocultar lo inocultable: la íntima relación del Gobierno de Sánchez con la dictadura de Nicolás Maduro. Quizá porque nada embiste mejor que unos poquitos lingotes de oro.
De estas cosillas no hemos ido enterando gracias a las 233 páginas del informe 211/2024 de la UCO. El texto, desgranado por los periódicos en los últimos días, ofrece una muy edificante lectura de todos los clásicos de la corrupción más progresista: Venezuela, México, República Dominicana, Guinea, pisitos con buenas vistas para jóvenes queridas de ocasión, chalés de regalo al jefe, rescates de empresas amigas…, así como un nutrido ramillete de nombres propios con asiento en el Consejo de Ministros o en las hoy perdidas presidencias de Baleares y Canarias. Ah, y todo «en el peor momento de la pandemia»; eso que no falte. Con el añadido de que la investigación continúa… hasta la completa embestidura.
Pero el 211/2024 es sólo un informe, y sólo de un caso, el que investiga el juez Ismael Moreno en el juzgado número 2 de la Audiencia Nacional. Es un solitario informe del ‘caso Koldo’, o de las mascarillas, que ya es el caso Ábalos y que apunta a Pedro Sánchez por haber autorizado -con un «bien»- que pisara Madrid la lugarteniente del dictador Maduro en enero de 2020 teniéndolo prohibido por la Unión Europea, con destacado voto a favor de Sánchez. Es un simple informe de la UCO que liga ese caso de corrupción sanchista con otro que investiga el juez Santiago Pedraz, también en la Audiencia Nacional, pero en el juzgado número 5: el ‘caso de los hidrocarburos’, que ha enviado a prisión sin fianza a Víctor de Aldama muy pocos días después de que el «corruptor» del ‘caso Koldo’ recibiera un aviso de silencio en forma de balazos mafiosos en su coche vacío. ¿Sólo porque el corruptor-Aldama es destacado protagonista de ambos casos? No. Más bien porque el solitario informe de la UCO también relata otro intento de fraude de hidrocarburos que acabó pinchando, y que motivó el regalo (de quita y pon) de un chalé de medio millón de euros al exministro Ábalos.
Pero hay más. El solitario informe de la UCO también enlaza la investigación del ‘caso Koldo’ con el que más preocupa al presidente del Gobierno: el que investiga el juez Juan Carlos Peinado en el juzgado de instrucción número 41 de Madrid. ¿Por qué? Al menos por las conexiones de Aldama con el rescate de Air Europa y por la sorprendente casualidad de la coincidencia temporal de tres reuniones claves en un luminoso día de julio de 2020, aún en tiempos de pandemia.
Una reunión convocó a Begoña Gómez, imputada por corrupción y tráfico de influencias, con Javier Hidalgo, CEO de Globalia (y, por tanto, patrocinador de Gómez en sus exitosos másteres catedralicios) y presidente de Air Europa (y, por tanto, beneficiario directo del rescate). Otra reunión hizo coincidir al marido de Begoña y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, con la hoy presidenta del Banco Europeo de Inversiones y entonces vicepresidenta primera y ministra de Economía, Nadia Calviño, y con el célebre número dos del PSOE, José Luis Ábalos, para cerrar el rescate de Air Europa, con una minucia de 475 millones de euros de dinero público. Y una tercera reunión permitió estrechar lazos a los muñidores de tan beneficiosos acuerdos para el conjunto de los españoles, los inefables Aldama, Hidalgo, Ábalos y cía.
«La retahíla de delitos que cercan a la más alta dirección del PSOE con estas tres investigaciones judiciales de corrupción socialista es toda una embestidura«
La retahíla de delitos que cercan a la más alta dirección del PSOE con estas tres investigaciones judiciales de corrupción socialista es toda una embestidura. Los enumeró este domingo Cuca Gamarra, secretaria general del PP, al anunciar una querella contra el PSOE por corrupción. La lectura de delitos impresiona: «Organización criminal, cohecho, tráfico de influencias, malversación de fondos públicos, delitos contra la Hacienda pública y blanqueo de capitales», en lo que investiga el juez Moreno.»Delitos contra la Hacienda pública, organización criminal y blanqueo de capitales», en lo que investiga el juez Pedraz. Y «corrupción en los negocios, tráfico de influencias y apropiación indebida», en lo que investiga el juez Peinado. Impresiona y embiste. Y aún falta la cuarta línea de corrupción, la que investiga el juzgado número 3 de Badajoz con el hermano de Pedro Sánchez como imputado por «tráfico de influencias, prevaricación y malversación de fondos públicos».
Con esta embestida como panorama, el primer ministro de cualquier país europeo, o de cualquier democracia occidental, ya habría presentado su dimisión, o se la habría exigido su partido, o la ciudadanía, o… Pero aquí las cosas son muy distintas. Aquí toca aguantar la embestidura en la confianza de que quien resiste gana.
En el entretanto, también toca esparcir fango para que propios y ajenos se persuadan de que el problema no es ni Sánchez ni el PSOE, sino la política y los políticos, que son todos iguales. Así, una vez igualados en el estercolero, llegará la embestida del mal menor: ‘De acuerdo, Sánchez nos roba, sí. Y nos miente, claro. Y nos empobrece, sin duda. Incluso nos avergüenza… Pero, al menos, no gobierna la derecha’.