THE OBJECTIVE
Juan Francisco Martín Seco

El autócrata de las tres P

«Sánchez es el mayor peligro que le ha podido suceder a la política española desde la Transición. Sus armas: el populismo, la polarización y la posverdad»

Opinión
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El autócrata de las tres P

Ilustración de Alejandra Svriz.

Moisés Naim, periodista y escritor venezolano, quien entre otros cargos fue director ejecutivo del Banco Mundial, en su muy comentado libro El fin del poder, habla de los autócratas de las tres P, que usan para sus fines: el populismo, la polarización y la posverdad. Por supuesto que el modelo es predicable de personajes como Putin o como Maduro, pero también se adecúa como anillo al dedo a Pedro Sánchez, el «puto amo». Ciertamente que las circunstancias de cualquier clase son totalmente dispares, y por lo tanto las consecuencias de sus actuaciones también. Rusia no es Venezuela ni ninguno de estos dos países es España. Pero sus motivaciones y sus armas políticas son parecidas, aunque aplicadas en contextos sociales, económicos y políticos totalmente dispares, y con limitaciones muy diferentes. Eso es lo que puede llevar a que la comparación parezca exagerada.

El personaje Pedro Sánchez es el mayor peligro que le ha podido suceder a la política española desde la Transición. Su motivación: el poder a cualquier precio; y sus armas, el populismo, la polarización y la posverdad. Autócrata de las tres P. La historia puede comenzar con las primarias. Hay, sin embargo, una prehistoria. Sánchez no ha surgido de la nada. En buena medida es el fruto de la degeneración del partido socialista, y me atrevería a decir que de la política en general. Solo analizando los antecedentes se podría explicar cómo un personaje como Sánchez pudo llegar a ser primero secretario general del partido y, después, presidente del Gobierno. Pero esa prehistoria daría para otro artículo o para muchos artículos.

Pero retornemos a las primarias. Entre los regalos envenenados que nos ha dejado la «nueva política» se encuentran las ocurrencias, las de aquellos que sin saber casi nada de política proponen soluciones fáciles a problemas muy complejos. Así nacieron las primarias. Me vanaglorio de haberlas criticado desde el primer día. Y es que el procedimiento conduce a la autocracia y al populismo.

Aquel que ha sido investido por las bases se siente con legitimidad y autoridad suficientes para no someterse a ningún otro órgano o instancia. Se cae en una especie de caudillismo en el que toda la autoridad, de forma más bien despótica, se concentra en el líder. La creencia de que la democracia directa es siempre preferible a la representativa no tiene fundamento, tanto más cuanto que la complejidad de la sociedad actual hace casi siempre imprescindible la especialización.

Pedro Sánchez es el único secretario general del partido socialista que ha sido elegido mediante primarias. Desde el principio acaparó toda la autoridad. Fue él quien eligió a la Comisión Ejecutiva, en lugar de que la Ejecutiva le nominase a él, y lógicamente lo hizo a su conveniencia y con gente de su entera confianza. Muy pronto dejó ver que él no respondía ante ningún órgano colectivo, sino tan solo frente a las bases, es decir, frente al pueblo, sueño de cualquier dictador (populismo).

«No se sintió obligado a dimitir por haber obtenido en 2015 los peores resultados del PSOE desde la Transición»

No ha tenido ningún reparo en intervenir en las federaciones, sin respetar a los correspondientes órganos regionales. En Madrid -cosa insólita- destituyó sin motivo explícito y sin ningún tipo de expediente al secretario general y a toda la Ejecutiva, llegando en el colmo de las malas formas a cerrar de la noche a la mañana los despachos para que no pudiesen entrar los anteriores responsables.

Como había sido elegido por los militantes, no se sintió obligado a dimitir por haber obtenido en 2015 los peores resultados del PSOE desde la Transición, distanciándose así del ejemplo de Almunia y Rubalcaba, que lo hicieron a pesar de cosechar resultados más favorables. Con 90 diputados se creyó con derecho a aspirar a ser presidente de gobierno, por eso se enrocó en un cerril «no es no», negándose a cualquier diálogo con Rajoy. En ese momento la negativa no era tanto por oposición a la derecha como porque cualquier acuerdo con el PP le cerraba el camino a la presidencia.

La prueba es que Sánchez provenía del ala más derechista del partido. En las primarias se presentó como alternativa a Eduardo Madina, más a la izquierda. En el extremo se encontraba Pérez Tapias, de Izquierda Socialista, pero como siempre sin posibilidad ninguna de ganar. Pocos programas más liberales que el que Sánchez firmó con alharacas y mucho boato con Rivera. Fue tan solo al ser consciente de que el acuerdo entre Ciudadanos y Podemos resultaba imposible cuando comenzó a considerar lo que hoy denominamos alianza Frankenstein, que ciertamente entonces era inimaginable para los órganos de decisión del PSOE. Ello, aun cuando no se atreviese a formularlo completamente, le fue enfrentando poco a poco con el Comité Federal. En esta tesitura, provoca la convocatoria de unas nuevas elecciones pensando que el resultado le iba a ser favorable, pero fue todo lo contrario, perdió cinco diputados, mientras que Rajoy ganó 13.

A partir de ahí la polarización fue una de sus principales armas. Ya en las segundas primarias utilizó como principal argumento que la gestora había entregado el gobierno a Rajoy, presentándose ante la militancia como un adalid frente a la derecha. Sánchez en realidad nunca ha tenido nada que ofrecer como no fuese el miedo a la derecha, acentuando el guerracivilismo. Todo es lícito con tal de que el que PP no acceda al gobierno.

«La dinámica amigo-enemigo, adoptada por Sánchez, le obliga a romper toda posibilidad de pacto de Estado»

Al contemplar el comportamiento de Sánchez resulta difícil no acordarse de Carl Schmitt. Su concepto de lo político se fundamenta en el binomio amigo-enemigo. El enemigo es el otro. Es por el enfrentamiento a los otros por lo que se configura nuestra propia identidad. El otro nunca tiene razón. A los nuestros se les puede disculpar absolutamente todo. La polarización expulsa la racionalidad y conduce al sectarismo, y lógicamente al caudillismo.

Esa polarización, esa dinámica amigo-enemigo, adoptada por Sánchez, como estrategia para ganar las elecciones y mantenerse en el poder le obliga a romper toda posibilidad de pacto de Estado. Anatematizar a la oposición obstaculiza cualquier acuerdo, puesto que realizarlo sería contradictorio con esa concepción maniquea de la realidad política. Solo cabe la rendición, que el otro acepte y asienta con lo previamente decidido. La negativa del adversario, que es lógico que se produzca casi siempre, servirá para estigmatizarlo de nuevo.

El populismo y la polarización, para ser plenamente eficaces, precisan de la manipulación del lenguaje. Se hace necesario acuñar además una posverdad. Ningún político como Sánchez se habrá desdicho una y otra vez, sin descomponerse lo más mínimo, de lo que había afirmado rotundamente antes. La hemeroteca es inmisericorde. Y cuando se comparan unas y otras declaraciones dan vergüenza ajena. La neolengua viene en su auxilio. El jefe no miente, cambia de opinión.

En la epidemia, la posverdad ocupó un lugar central. Los mayores errores y carencias se ocultaron con comparecencias rimbombantes. En los primeros tiempos, con la participación de ministros y hasta entorchados, como si estuviésemos en un estado de guerra; después, con la asistencia de un titular inepto de un departamento casi ilusorio, y de un charlatán, funcionario por recomendación, que se escudaban detrás de un comité de expertos inexistente y con lenguaje truncado falsificaban el número de muertos o afirmaban muy convencidos, por ejemplo, que las mascarillas no eran necesarias por el simple motivo de que no se disponía de suministro.

«Ha mantenido continuamente un discurso falaz pletórico de ardides con el que engañar el personal»

Sánchez se vanaglorió de lo bien que había ido la vacunación y de la marcha de la economía. De poco tenía que pavonearse. Su papel en las vacunas fue nulo. Fueron las comunidades autónomas las que las administraron y el suministro corrió a cargo (ciertamente con poco éxito) de la UE. Si la vacunación tuvo mejores resultados en nuestro país que en el resto se debió, por una parte, a que fue mucho más débil la postura negacionista de la población y, por otra, al buen hacer de las autonomías en su administración. El papel del Gobierno fue el de simple intermediario entre la UE y las comunidades.

Tampoco la evolución de la economía fue precisamente como para que el Gobierno pudiese alardear y ponerse medallas. No obstante, ha mantenido continuamente un discurso falaz pletórico de ardides con el que engañar el personal. Se ha agarrado a la posverdad. Son diversos los trucos empleados para disfrazar las muchas lacras y ofrecer una visión complaciente, casi triunfal.

El relato construido por el Gobierno se ha basado, de un lado, en la manipulación de las cifras, cambiando de nombre a la misma realidad. Ello es demasiado evidente en el caso del paro y del empleo. Tanto Escrivá como Yolanda Díaz se han dedicado a enfangar los datos y a confundir lo que realmente ocurre en el mercado de trabajo. A su vez, Calviño no tuvo ningún reparo en forzar la dimisión del anterior director general del INE para sustituirlo por alguien más manejable.

Por otro lado, el Gobierno ha fundamentado siempre su discurso en un solo dato o en un momento concreto de la coyuntura, aquel que le convenía, prescindiendo de los demás y olvidando que la realidad económica es un todo continuo y que todo análisis, para ser coherente, precisa considerar un periodo adecuado y la correlación entre una pluralidad de variables. El Gobierno ha lanzado siempre las campanas al vuelo cuando el incremento del PIB era superior al de la mayoría de los otros países de la UE. Pero ocultaba el motivo, que se encontraba en que la comparación se hacía con respecto al año 2020, y que en ese año nuestra economía se hundió en un porcentaje mucho mayor que la del resto de las europeas.

«La manipulación del lenguaje ha tenido un papel primordial en el intento de justificar las sucesivas cesiones de Sánchez»

El dato realmente relevante consiste en que somos el país de la UE que tardó más en recobrar los niveles anteriores de 2019. Es más, el Gobierno ha considerado siempre las variables que les podían ser más favorables, olvidando otras, como el número de horas trabajadas, el PIB per cápita o la productividad, que pueden dar una visión más certera de la situación.

La manipulación del lenguaje ha tenido un papel primordial en el intento de justificar las innumerables y sucesivas cesiones que Sánchez ha tenido y tiene que realizar para adquirir y mantenerse en el gobierno y que le han hecho acreedor al título de Pedro el de las mercedes, recordando al primero de los Trastámara. Todo el aparato sanchista se ha visto obligado a emplearse a fondo, porque hay que tener mucho ingenio para hacer pasar lo que es simple y llanamente simonía política (es decir, la compra del gobierno) por una estrategia para pacificar Cataluña (ibuprofeno) o acuerdos encaminados a normalizar la participación en la actividad democrática de los herederos de ETA.

El precio de la compra ha subido de precio cuando en la transacción no solo ha entrado el Gobierno nacional, sino también el de la Generalitat. Lo que se plantea ahora es la ruptura de la hacienda pública del Estado. Pienso que no necesito repetir lo que escribí en el artículo del día 1 de este mismo mes de octubre en este diario digital acerca del falso discurso sobre el concierto catalán. Quiero creer que quedó claro cómo su justificación está siendo un buen ejemplo de posverdad, al igual que lo está siendo la elaboración de todo ese plan que Sánchez titula de regeneración democrática, y que sin embargo es tan solo la tinta del calamar, una forma de enfangar (él habla de fango) el panorama para ocultar el caso Begoña Gómez, el de Koldo y el del hermano.

En fin, cuanto más pasa el tiempo más se va identificando el «puto amo» con el caudillismo y la autocracia. El autócrata de las tres P: populista, rey de la polarización y artista de la posverdad.

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