THE OBJECTIVE
Daniel Capó

Ruido y más ruido

«El ‘¡Váyase Sr. González!’ se impuso bajo dos premisas: la crisis económica y la corrupción política. Sin la concurrencia de ambas, nada se moverá»

Opinión
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Ruido y más ruido

(I-D) El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, el Rey Felipe VI, la Reina Letizia y la princesa Leonor. | Europa Press

Llovía a cántaros en Madrid el 12 de octubre y cuando llueve en la capital el clima se enrarece en todo el país. Hablo del clima político y de la lluvia como metáfora de una época de extremos: sequías históricas –o eso nos aseguran, mientras se baten récords de temperatura un verano tras otro–, huracanes en Florida, DANAS violentísimas. Cuando yo era joven no existía esta nomenclatura, pero también se producían gotas frías y se inundaban pueblos, ciudades, campos… Todo cambia para que nada cambie, nos advirtió un siciliano escéptico, el príncipe de Lampedusa; y yo también creo que es mejor seguir manteniendo una distancia con la realidad, en lugar de dejarse llevar por ella.

Llovía en Madrid y el clima político empieza a recordar el de los años en la oposición de Aznar, cuando había un solo lema parlamentario: «¡Váyase señor González!». Hoy, con motivo o sin él, se tiene al presidente González como un hombre de Estado que llevó a España a la modernidad tras los años del franquismo. ¡Qué cosas las del pasado! La nostalgia colorea nuestra mirada, incluso de aquello que no vivimos en primera persona. Felipe se marchó acosado por la corrupción y la crisis económica, y ahora la economía marcha –siempre relativamente: no somos un país rico– y la corrupción ha vuelto a las portadas de los periódicos. O quizás nunca se fue. Quizás sencillamente la corrupción sea una marca del poder. No hace falta llamarse Montaigne para sospecharlo.

«Un apotegma moral nos diría que el optimismo suele ser mal consejero»

La lluvia del 12 de octubre anuncia un año parlamentario complicado en todos los frentes. El contexto internacional se deteriora por momentos a la espera de lo que se decida en las presidenciales americanas de noviembre. Las casas de apuestas han empezado a modificar sus pronósticos y las opciones de Donald Trump apuntan al alza, hay quien cree que con el apoyo del votante de origen árabe. En realidad, parece difícil superar el desastroso legado internacional que va a dejar Biden, lo cual nos recuerda hasta qué punto las modas son malas consejeras. Gorbachov, Clinton, Obama, Blair, Merkel o Biden han gozado de todos los parabienes de la prensa hasta que la historia ha empezado a desmentir su herencia. Un apotegma moral nos diría que el optimismo suele ser mal consejero. Por supuesto: no debemos confundir optimismo con esperanza, pero este ya es otro debate y debemos volver al 12 de octubre.

Mientras llovía en las calles, un reality show pagado por todos desveló la condición sefardí de Cristóbal Colón, algo que tampoco debería extrañarnos. ¿Quién no tiene genética judía, árabe o bereber en el Mediterráneo occidental? ¿Quién no tendrá alguna gota de sangre eslava o goda, romana o griega? Y más en la España de la época. Nuestro gran Siglo de Oro fue un siglo judío en el sentido de que la inmensa mayoría de nuestros escritores y pensadores pertenecían a familias conversas: de Teresa de Jesús a fray Luis de León. Al final, nada es tan evidente como parece y la bruma envuelve la realidad.

¿Caerá Pedro Sánchez o resistirá mil días más hasta el final de la legislatura? El único pegamento que lo sostiene por ahora es el rechazo que la derecha (PP y Vox) provoca en una disparatada coalición de partidos variopintos. ¿Será eso suficiente para mantenerlo en el poder? Mientras la economía siga permitiendo abrir la manguera del gasto y se pueda continuar vaciando el Estado de competencias, seguramente sí. El «¡Váyase Sr. González!» se impuso bajo dos premisas: la crisis económica y la corrupción política. Sin la concurrencia de ambas, nada se moverá. Sólo habrá viento, lluvia y ruido; muchísimo ruido.

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