Un VAR para el presidente
«La democracia es una conversación entre las diversas redes de información. El Gobierno, a través de los ministros censores progresistas, pretende lo contrario»
A finales de los años setenta del pasado siglo, unos agentes de la policía política de la dictadura comunista rumana, la Securitate, descubrieron que había ciudadanos díscolos que enviaban notas manuscritas anónimas a Radio Free Europe, criticando a Ceausescu. El sanguinario dictador puso en marcha un «plan nacional» para registrar muestras caligráficas de los 20 millones de rumanos. Pero como algunas de esas misivas también habían sido mecanografiadas, mandó requisar todas las máquinas de escribir. Ante la imposibilidad de tamaña empresa, el jefe de la inteligencia huyó a los EEUU.
No sé si llegado el momento alguno de los ministros censores progresistas que aplicarán nuestra Ley de Regeneración Democrática, tendrán que hacer lo mismo. Estos son: Urtasun (Cultura, quien lo hará en nombre de todos los creadores y artistas, un mundo donde el mayor referente, por cierto, es la libertad); Bolaños (Justicia, recordando al franquista TOP, Tribunal de Orden Público); Marlaska (Interior, rememorando a la policía política de la dictadura); Montero y Cuerpo (Hacienda y Economía, ¡Qué les voy a decir!); López (Transformación Digital, para experimentar las nuevas vías de control facial y de manipulación tecnológica).
Los ministros censores progresistas no se dan cuenta que sus nombres pasarán a la historia de este país como pasó con los del franquismo. Porque este Gobierno cada vez más, consciente o inconscientemente, utiliza muchas de las tretas del antiguo régimen. Ya aprobada esta ley, al primero que se la tendrían que aplicar es a quien los nombró.
Yo estoy totalmente en contra de la misma. Pero más en que el presidente del Gobierno nombre a algunos de sus ministros para desarrollarla. ¿Esto es regeneración democrática? De llevarla a cabo, tendría que haber nombrado a gentes independientes o instituciones, pero nunca a nadie bajo su poder directo. Un acto más de su autoritarismo. Sí, el presidente debería someterse permanentemente a un VAR que, gustosamente, se lo regalaríamos la mayoría de los españoles. Sí, un Video Assistant Referee, para evitar los graves errores (en su caso mentiras) siempre conscientes que comete. Si fuera un jugador de futbol ya habría sido expulsado de la liga por temporadas indefinidas. Y, por cierto, este VAR debería estar conectado con los juzgados.
Un político, un país, pueden salir adelante con la ayuda de mentiras y engaños, pero a la larga esta estrategia será contraproducente. Lo importante en una democracia no son las elecciones, sino que los medios de autocontrol funcionen con total independencia y legitimidad. Siempre se buscó un mecanismo sobrehumano libre de todo error. En la actualidad podría ser la IA. ¿Sánchez controlado por la IA? Elon Musk, trumpista de pro y uno de los más grandes empresarios tecnológicos, anunció que iba a poner en marcha un mecanismo, el TRUTH GPT, que investigaría y sacaría a la luz todas las mentiras de los políticos. Probablemente el archivo de nuestro presidente sería gigantesco.
«La autocracia, la que trata de imponer Sánchez, está centralizada y acabará siendo un poder autoritario ilimitado»
Una de las mayores preguntas en torno a la IA es si favorecerá o socavará los mecanismos democrático de la autocorrección o autocontrol. Quizás en eso esté embebido Óscar López en su Ministerio de la Transformación Digital. En nuestro país, según vamos viendo, no necesitamos IA alguna, pues Sánchez y sus mosqueteros nos llegan y nos bastan. La democracia y la dictadura (paso final ésta de la autocracia) sabemos que son sistemas políticos antagónicos. También en las redes de información, lo que ahora quiere controlar este Gobierno de ministros censores progresistas. Pues la información es la pieza básica de la realidad, más elemental que la materia y la energía.
La autocracia, la que trata de imponer Sánchez, está centralizada y acabará siendo un poder autoritario ilimitado. Tomaría todas las decisiones controlando la casi totalidad de la información. Pero no todas las autocracias devenidas en dictaduras son totalitarias por dificultades técnicas. Además porque dan por sentado que el centro (que en este caso sería Moncloa) es infalible al faltar los mecanismos de autocontrol que impiden denunciar el error y presionar para tomar mejores decisiones.
En las autocracias, y derivados, se amenaza (lo que es esta nueva ley) a los núcleos de poder independientes, intentando neutralizarlos. En la democracia la información circula libremente, está descentralizada y cuenta con eficaces mecanismos de autocontrol procedentes del legislativo, del judicial, los partidos políticos, los tribunales, la prensa y los medios de comunicación, las empresas, las comunidades autónomas y la propia intervención de los ciudadanos. La muy fundamental autonomía de las instituciones públicas y privadas no es una consecuencia de la ineficacia de un gobierno, sino «el ideal democrático», como muy bien apunta Yuval Harari en su reciente libro Nexus. En las democracias los gobiernos son falibles y se corrigen, no así en los infalibles gobiernos autocráticos.
La democracia es una conversación permanente entre las diversas redes de información. Este Gobierno, a través de los ministros censores progresistas, pretende lo contrario. Un Gobierno salpicado de corrupción por todas partes, incluso la familiar, pretende una Ley de Regeneración Democrática. ¿Puede haber mayor cinismo? El VAR ya hubiera estallado. Las elecciones en una democracia son esenciales, pero más los sistemas de autocontrol. Y esto es lo que el Gobierno, durante estos últimos años, acompañado de toda la jauría que propicia la destrucción del Estado, quiere desmontar. En Venezuela ha habido elecciones. Y luego las instituciones, directamente dependientes del Gobierno, como el Tribunal Supremo, refrendaron la chapuza. Putin, Orban, Erdogan, Bolsonaro o Maduro (unos más referentes que otros para Sánchez) se han servido de la democracia para llegar al poder y luego entronizarse.
«Sánchez se ve como un líder carismático, sin necesidad siquiera de su partido, al que ha destruido en su propio beneficio»
Comienzan atacando a la justicia, a los medios de comunicación, a las fuerzas de seguridad, a las empresas y avanzan como una auténtica metástasis. En una democracia están garantizados los derechos humanos a diferencia de las autocracias. Nuestro país ya difícilmente es un Estado de derecho. Hay asesinos de primera y segunda, e igualmente ladrones y ciudadanos también de primera y de segunda, dependiendo del territorio. Sánchez, cada vez más, se ve como un líder carismático, sin necesidad siquiera de su partido, al que ha destruido en su propio beneficio; y, por supuesto, de la ciudadanía, en general, exceptuando aquella sumisa y vergonzante. Él es el jefe de un cuerpo místico amorfo, cuyo rostro o máscara inefable es la de la ministra Alegría, a la cual los lingotes de oro de Delcy le helarán la sonrisa a no mucho tardar.
El líder sobrehumano e infalible se lanza contra los ciudadanos disidentes y traidores con grandes amenazas: insultos, muros, leyes represivas, ministros censores progresistas y, muy pronto, los recursos tecnológicos. Donde no hay democracia surge la cultura del miedo. Las democracias mueren no solo cuando la gente carece de la libertad de hablar, sino también cuando no puede escuchar. En la democracia preguntar a los políticos trae respuestas. En la autocracia las preguntas ya solo traen problemas. ¿Esto es lo que quiere la Ley de Regeneración Democrática impuesta por unos ministros censores progresistas? ¿Ningún cineasta, escritor, actor, artista plástico, músico, autor teatral y demás creadores, se levantará contra la merma de sus libertades?
¿Está suficientemente preparada la ciudadanía para afrontar el descrédito de la verdad promovida por el máximo órgano del Gobierno? La vox populi siempre ha reconocido que en política es más rentable la mentira que la verdad. ¡Terrible! Y así sigue reconociéndolo, al menos una parte considerable de la población, engañada mansamente. ¿Está suficientemente preparada la ciudadanía para soportar la corrupción desaforada de Abalos y cia? ¿Dónde comienza la misma? Sánchez «alto y guapo» según el gran comentario político de Almodóvar. ¿Estaría encantado el cineasta manchego que en algún momento de su vida profesional le hubieran censurado alguna de sus películas? ¿Puede él, precisamente él, defender el trabajo de estos ministros censores progresistas?
Una democracia funciona si los ciudadanos creen en ella. Pero se tambalea cuando comienzan a acallar las voces discrepantes, el autocontrol. Cuando a los ciudadanos se les prohíbe la capacidad de entablar una conversación y se ven unos a otros como enemigos en lugar de como meros rivales políticos, la democracia se vuelve insostenible. Sánchez sin saber lo que es la epistemofobia, como casi todo, la está practicando.
«’Si crees que el conocimiento es peligroso, prepárate para la ignorancia’, escribió Mark Twain»
Ese enfado visceral (magistralmente recogido en la foto de The Economist), esa crispación cesarista de su pétrea cara al verse criticado «injustamente» y ridiculizado por el ingenio de sus oponentes, cuando no están dormidos en los laureles marqueteados de la tribuna de oradores del Parlamentro, como acaba de pasar estos días con las penas reducidas a los etarras más sanguinarios, es algo injustificable y, por supuesto, imperdonable. «Si crees que el conocimiento es peligroso, prepárate para la ignorancia», escribió Mark Twain.
De los más de cuarenta años que vivimos felices y en libertad estamos pasando al peor jacobinismo robespierreano de la amenaza. El mayor guillotinador de la Revolución Francesa, Maximilien Robespierre, llamado en su época «el incorruptible», dijo un día en la Asamblea: «Aquel que gesticule mientras hablo es mi enemigo». «¡Bienvenidos los nuevos ministros censores progresistas!». «¡Viva el regreso al siglo XIX español!». «¡Vivan las caenas y las motosierras!». «¡Viva Sánchez VII el autócrata!».