El tablero invertido
«Siempre ha existido la pulsión del poder político de controlar al poder mediático. Lo que no se había visto es que contara para ello con el apoyo de parte del gremio»
Cayetana Álvarez de Toledo popularizó el término «tablero inclinado» para hacer referencia a un panorama político desequilibrado en el que nacionalistas y progresistas juegan con ventaja respecto a liberales y conservadores, juzgados siempre con un baremo mucho más severo. Este explicaría, por ejemplo, que al Gobierno se le excusara su gestión negligente y criminal de la pandemia, encierro inconstitucional mediante, mientras que las calles bullían cuando gobernaba el PP por el sacrificio de un perro llamado Excálibur en la crisis del Ébola. O que de los 34.571 ancianos que fallecieron en residencias en España durante la covid 19, sólo se hable de 7.291 por quién gobernaba la región en que murieron (Cataluña y Aragón tuvieron una tasa de mortalidad muy superior a la de Madrid).
Siendo injusto este panorama político, se ha constatado que el mediático es incluso algo peor, pues el tablero está directamente invertido, del revés. En este no sólo se juzga con baremo distinto a los periodistas, sino que los roles están cambiados: pseudoperiodistas enchufados y untados con los impuestos de los ciudadanos denostan a medios libres que investigan y publican noticias verídicas, mindundis de tercera regional dan lecciones en X a maestros del oficio y los bulos enmierdan las páginas web que se suman a la campaña del Gobierno contra la «máquina del fango». Los pájaros contra las escopetas.
Pocos conocen mejor esta realidad distópica que los periodistas de THE OBJECTIVE, cuyas exclusivas son punta de lanza en los escándalos de corrupción que cercan judicialmente al Gobierno de Pedro Sánchez, y que, sin embargo, tienen que soportar la descalificación diaria de pseudoperiodistas apesebrados y las lecciones de sicarios iletrados con una autoridad profesional adquirida en la insigne Universidad de Sus Santos Cojones (USCC), que diría el gran Juan Diego Ruiz (Q.E.P.D.).
Siempre ha existido la pulsión del poder político de controlar, o al menos insuflar miedo, al poder mediático. Lo que no se había visto es que contara para ello con el apoyo de parte del gremio, ejerciente de contrapoder del contrapoder. Dicen los miembros del Gobierno, y repiten sus satélites mediáticos, que los pseudomedios publican noticias falsas, estas llegan a platós de televisión y luego la oposición las judicializa. Nos vamos sabiendo el argumentario, por repetición.
La realidad es que los (pocos) medios de comunicación libres publican noticias que disgustan al Gobierno, los pseudomedios subvencionados por La Moncloa inventan bulos (con dolo) o estiran el chicle de las residencias de la Comunidad de Madrid para desviar la atención, y cuando no funciona terminan moldeando la información de los medios para adaptarla a los intereses del sanchismo. Véase lo sucedido con este periódico y las informaciones sobre José Luis Ábalos.
«En la neolengua sanchista, la información es bulo; la mentira, cambio de opinión; y el periodismo libre, máquina del fango»
Lo que algunos denominan con indulgencia «equipo de opinión sincronizada» no es sino la unión de papagayos, bufones, palmeras, vedettes, delatores y sicarios iletrados. La motorizada mediática; el sueño húmedo y posmoderno de Largo Caballero. Muy belicosos y dignos contra la prensa libre y la oposición, pero luego se entregan al Líder Supremo con masajes de sauna coreana (del norte) con final feliz.
Difaman a medios como THE OBJECTIVE, El Confidencial o El Debate (los no alineados con el Gobierno), metiéndolos en el mismo saco que portales web como El Puntual 24H o Mediterráneo Digital (en esta confusión está la clave), aquellos que duplican los DNI de jueces incómodos o se inventan adjudicaciones a la mujer del líder de la oposición (¿violencia política?). Noticias, estas últimas, que llegaron a platós de televisión y el PSOE utilizó políticamente. ¿Les suena la historia?
En la neolengua de 1984, Ingsoc (acrónimo de «socialismo inglés»), la guerra es paz, la libertad es esclavitud y la ignorancia es fuerza. En la neolengua sanchista, la información es bulo, la mentira es cambio de opinión y el periodismo libre es máquina del fango. Y viceversa.
Hay que darle la vuelta al tablero para que pseudomedios y periodistas comprados no impongan la censura del Régimen, o su relato, con el pretexto de un debate deontológico. Para saber lo que es un pseudomedio, sólo hay que coger el manifiesto contra el «golpismo judicial y mediático», la «máquina del fango» y demás mamarrachadas publicado en abril, ir a la lista de firmantes y ver dónde trabajan.