THE OBJECTIVE
Cristina Casabón

La monarquía prodigiosa

«La figura de Juan Carlos I está bastante tocada por sus escándalos; si se añade encima que su papel en el golpe de Estado fue turbio, el Rey queda desnudo»

Opinión
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La monarquía prodigiosa

El rey Juan Carlos. | Ilustración: Alejandra Svriz

Los audios del rey Juan Carlos no dicen nada que no supiéramos. La historia de lo que ha pasado era bien conocida, aunque con menor detalle. Sin embargo, hay un interés en mantener la versión oficial, sostenida por los diferentes gobiernos que se han sucedido desde 1981 y de escritores como Cercas y otros cruzados de la causa: que el 23-F es el acontecimiento fundacional sobre el que descansa nuestra democracia. 

Esa toma de posición –fijar el fallido golpe de Estado como la génesis de nuestro sistema político- ha sido un error, como me explicaba el historiador Roberto Muñoz Bolaños. Porque cada descubrimiento nuevo de aquel golpe favorece a aquellos que defienden un cambio radical, una ruptura con el Régimen del 78. Y lo peor de todo es que nace de un relato interesado, entre otras causas porque no es lo único que debilitaba el orden constitucional. 

Recordemos que eran los años de plomo del terrorismo de ETA, que se cebaba con las fuerzas del orden y con altos mandos militares. Para colmo, a Suárez su partido no lo quería, tenía muchos enemigos en sus propias filas. El PSOE tenía ansiedad por llegar al poder, bombardeaba diariamente y sin piedad al debilitado Suárez. Y, algo determinante: Suárez perdió la confianza del Rey.

La Transición fue complicada y la sombra borbónica de la Historia jugó un papel fundamental. Sin embargo, el rey Juan Carlos I hoy se legitima casi exclusivamente por el 23-F. Las sospechas renovadas sobre su papel en dicho acontecimiento han terminado por amenazar la propia memoria y ejemplaridad de la Corona. Esta es la responsabilidad que recayó sobre los hombros de Felipe VI: limpiar con la ejemplaridad la imagen canallesca de la Monarquía y salvaguardar con ello el sistema democrático del 78. 

Tal vez por esta razón, el Rey se opone a la publicación de las memorias del emérito, que hubiesen llevado el título de Reconciliación. Seguramente sea una nueva operación de rescate, para blindarnos de la desmemoria interesada de los de siempre. Su figura está bastante tocada por sus escándalos; si se añade encima que su papel en el golpe de Estado fue turbio, el Rey queda desnudo, como dice Muñoz Bolaños. Y llegaría Felipe VI en la alta noche a sostener la institución. Felipe es el monarca prudente que se legitima por su discurso el 3 de octubre de 2017, pero sólo ante una parte de la población, precisamente la más leal a la monarquía.

«El Emérito, por el momento, no sacará esa reconciliación, o venganza de 500 páginas, escrita por Laurence Debray. Y quizás esto sea lo mejor para todos los que componen y descomponen este cuadro que es renqueante democracia»

La otra parte cada vez se aleja más de la forma de Estado actual, quieren empezar la vieja Historia nuevamente. Hay que seguir confiando en la cordura del Partido Socialista (algo complicado en esta hora de España, pero que fue clave de la estabilidad monárquica) y sobre todo en su interés propio racional. Cuando hablamos de los líos de Juan Carlos, a muchos se les olvida contextualizar, porque las noticias de corrupción del PSOE, como hoy día, inundaban el debate público. Los españoles empezaban a fiscalizar con lupa a los poderes del Estado y hay muchas cosas que no sabemos del felipismo. El Emérito, por el momento, no sacará esa reconciliación, o venganza de 500 páginas, escrita por Laurence Debray. Y quizás esto sea lo mejor para todos los que componen y descomponen este cuadro que es renqueante democracia.

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