THE OBJECTIVE
Sonia Sierra

La (mala) educación en Cataluña

«Supuestas innovaciones y la imposición del catalán como única lengua de aprendizaje han condenado a los alumnos a ir un año por detrás de otras CCAA»

Opinión
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La (mala) educación en Cataluña

Ilustración de Alejandra Svriz.

El tema de la educación en Cataluña ha vuelto a estar en el centro del debate estos días por tres motivos diferentes, pero que tienen un denominador común: su pésimo nivel. 

El primero de ellos ha sido la publicación del libro Incompetències básiques, de Damià Bardera que, como el niño del cuento, grita ante todos que el rey está desnudo. En Cataluña se ha afirmado durante décadas que su sistema educativo es «un modelo de éxito reconocido internacionalmente». Esta muletilla la han repetido machaconamente políticos de los partidos independentistas, de las diferentes mutaciones de Podemos y del PSC y a cualquiera que se atrevía a sugerir que eso no era así se le acusaba inmediatamente de facha y de ir contra en contra de los profesores y del catalán. 

A todo esto, Cataluña sacaba resultados entre modestos y malos en las pruebas internacionales y, por supuesto, ni un solo país le había reconocido mérito alguno, pero daba igual: el sistema catalán era un modelo de éxito y basta. Sin embargo, los últimos resultados en PISA fueron tan nefastos que ahora es difícil seguir diciéndolo y es en este contexto en el que el citado libro ha encontrado eco. Además, el autor es catalanista y de izquierdas, ya había publicado anteriormente más de una decena de libros en catalán y su posición es que, precisamente porque defiende su lengua, denuncia la gran farsa del sistema educativo catalán en el que unos hacen ver que enseñan y otros que aprenden y en el que se regalan títulos de la ESO a adolescentes que, en algunos casos, ni tan siquiera son capaces de comprender lo que leen. Y no, no es una hipérbole.

Y esto enlaza con el siguiente motivo que ha puesto el sistema educativo catalán en el candelero y es la viralización del vídeo de un seminario web en el que se enseña a restar con el método de Innovamat. Se trata de una resta muy fácil -76 menos 28-, pero convierten la sencilla operación en una sucesión de palitos y crucecitas de colorinchis y de operaciones delirantes metidas en rectángulos para, repito, realizar una simple resta.

Esto quedaría en una anécdota si no fuera porque es así como se están enseñando las matemáticas en Cataluña mientras sablean a la Administración pública y a las familias, ya que se trata de una empresa privada que da servicio a muchos centros previo pago por parte de la Generalitat y de los genitores. Innovamat no solo está en Cataluña, pero sí que es uno de los lugares donde tiene más implantación y ahí tenemos los resultados de esta y otras innovaciones: según el último informe PISA, el alumnado catalán ha perdido un curso en matemáticas en la última década y casi dos en comprensión lectora.

«El resultado es que llegan a la ESO alumnos con dificultades de lectoescritura y sin saber realizar operaciones matemáticas básicas»

Cataluña siempre ha presumido de ser pionera en pedagogía, algo que casa muy bien con ese persistente tic nacionalista de considerar al resto de España como un lugar atrasado e inculto. Estos «avances» han consistido en eliminar las asignaturas tradicionales en muchos centros de primaria y sustituirlo por «Corro», «Propuesta», «Espiral», «Momento de Aula» y «Talleres». De nuevo, no es una hipérbole, sino que son «asignaturas» sacadas de un horario real. El resultado es que llegan a la ESO alumnos con serias dificultades de lectoescritura y sin saber realizar operaciones matemáticas básicas. El tema es tan grave que ya hay familias movilizándose en contra del sistema educativo catalán, hartas de tener que enseñar a sus hijos los conocimientos básicos cuando llegan cansados a casa.

Como en las cabecitas de los que mandan en el Departamento de Educación en la secundaria también se trabaja por proyectos y situaciones de aprendizaje –afortunadamente, en la mayoría de los casos no es así-, no han tenido nada mejor que hacer que mandar a los centros mesas en las que colocar entre cuatro y seis alumnos con las que resulta difícil mantener el silencio y en las que muchos de ellos están de perfil o, incluso, de espalda a la pizarra. Bueno, lo de la pizarra es una manera vintage de hablar, porque este año se han sustituido por pantallas digitales en gran parte de las aulas de los centros públicos catalanes. Ninguno había pedido nada de eso y no se ha consultado al profesorado, pero seguro que las empresas que fabrican esas pantallas deben de estar celebrando a lo grande la tajada que se han llevado de los fondos Next Generation. A todo esto, hay muchos alumnos con serios problemas de adicción a las pantallas que se pasan todo el horario escolar rodeados de ellas, ¿qué podría salir mal?

Y nos queda el último tema: el del catalán como única lengua de escolarización. Hay infinidad de informes que demuestran que la lengua materna es un facilitador del aprendizaje y ni uno solo que certifique que la mal llamada inmersión lingüística es un modelo de éxito, pero ahí siguen, impidiendo, pese a las sentencias, que la lengua materna de la mayoría de los alumnos catalanes pueda ser vehicular. No hay demasiados estudios que certifiquen que la mal llamada inmersión lingüística dificulte el aprendizaje porque poca gente quiere enfrentarse a la destructiva maquinaria nacionalista, pero acaba de salir publicado uno –Impacto en el rendimiento académico de la inmersión lingüística y el índice socioeconómico y cultural– en la Revista Española de Pedagogía en el que, a partir del análisis de las pruebas PISA se concluye que el aprendizaje en una lengua diferente a la hablada en casa tiene un impacto significativo y negativo en los resultados

Así pues, Cataluña, entre sus supuestas innovaciones y la imposición del catalán como única lengua de aprendizaje ha condenado a sus alumnos a estar un año por detrás de otras comunidades autónomas como la de Madrid o Castilla y León, esas Castillas a las que siempre han mirado con desprecio por encima del hombro y que, como dice Damià Bardera, deberían venir a intervenir la (mala) educación catalana hasta que lográramos salir del desastre.

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