Ábalos, Milady Palace y el humor oficial
«La mayor prueba de que Ábalos es un cadáver político es que ya ha pasado a ser una broma autorizada para los humoristas patrios. Y eso que es de izquierdas»
A veces pienso qué le hubiera ocurrido a José Luis Ábalos si, en sus años tiernos, se hubiera decantado por militar en el centroderecha patrio. Esbozo en mi mente a ese joven valenciano al que le repugnan las juventudes comunistas, a él le va ese gallego llamado Manuel Fraga. Y empieza a labrarse su camino en la única carrera que ha conocido en su ya larga vida, ser político. Ayudante al principio, un aguador, un mandado, un don nadie que dice sí aunque piense no, que sonríe al jefe y respeta sus decisiones.
Y va creciendo, dando pasos cortitos, no hay que despertar al león y que te vea acercarte demasiado a su alimento. Pienso en ese Ábalos mediterráneo e imaginario que acaba como número 2 de Aznar o de Rajoy, y al que le descubren lo que ahora tenemos sobre la mesa. Y pienso en cómo se trataría su figura, enormemente carismática, por nuestros cómicos.
Crecí en tiempos de corrupción popular; ahora sé que hubo Filesa, hubo Gal, hubo Roldán, pero viví mis años de barbilampiño viendo desfilar a no pocos diputados, exministros, antiguos consejeros de la derecha por los tribunales. Hubiera o no sentencia, recuerdo observar en la tele, escuchar en la radio, chanzas, bromas, imitaciones de nuestros artistas del humor ¿Cómo no reírse de Bárcenas? El paradigma del chorizo patrio.
Las bromas estaban en rebajas porque se abrían fenotipos que tenían cuentas en el extranjero mientras predicaban lo mucho que amaban a España. No recuerdo, y puede ser que mi mente ande floja, broma alguna con Pedro Almodóvar y su sociedad offshore en las Islas Vírgenes. Nadie dice que sea delito, como el caso de Bárcenas, pero no me digan que hay filón cómico. Pregonero del progresismo —esto es para él lo que el PSOE diga que es correcto—, y con una cuenta en un paraíso fiscal. Anda que si hubiera sido Nacho Cano…
Hay humoristas de esta nuestra cultura del oficialismo que ven en la burla al político de izquierdas una traición a sus legítimos ideales socialdemócratas. Por decirlo de otro modo, si Ana Botella hubiera pronunciado con devoción lo del fundraising —que tanto ha repetido Begoña Gómez— intuyo que la coña hace tiempo sería oficial. Seguramente, pasados los años, olvidaremos el fundraising de Begoña y seguiremos recordando el «relaxing cup of café con leche» de Botella. Aunque ambas formas de comunicarse —no entro en el fondo—resulten hartamente ridículas. La mayor prueba de que Ábalos es un cadáver político es que ya ha pasado a ser una broma autorizada para los humoristas patrios. Y eso que es de izquierdas, esto es, comprometido con la igualdad, la memoria histórica, el bienestar y la paz de los pueblos del mundo.
El que fuera número 2 del partido que se ha atribuido ser el máximo representante del feminismo —«el feminismo no es de todas, bonita», que dijo Carmen Calvo—, estuvo veraneando en 2020 en una villa de lujo en Marbella por 20.000 euros que «no pagó él». Una villa que comparte propietario y parcela con el prostíbulo Milady Palace. Pongámonos en el mejor de los casos imaginarios: aunque se hubiera pagado Ábalos la villa marbellí; aunque esa casa fuera de otro dueño al del prostíbulo: aunque el prostíbulo —como parece que era el caso por la pandemia— estuviera sin prostitutas. La imagen de pasar el verano al lado de un puticlub es indecente y a su vez, con un potencial cómico casi inagotable. Viendo las imágenes del chalé, que parece diseñado para que viva Tony Montana, no doy abasto pensando líneas de diálogo.
Me sorprende, aún sigue haciéndolo, el tablero inclinado de nuestras bromas oficiales. Si José Luis Ábalos hubiera sido del PP, no te digo de Vox, habría habido mucha más risotada general desde el principio. O acaso, ¿los cómicos no se cachondearían en un notable consenso —como pasaba, tantas veces merecidamente, con Rajoy— de la torpeza del jefe por no vigilar a su mano derecha? Pienso en ese Ábalos de derechas que jamás existirá, en las bromas nonatas y recuerdo a Máximo Huerta y su dimisión. Qué años de risas —oficiales o íntimas—, exministro.