Sánchez anunció su corrupción
«Asaltar el poder a través del discurso de la ejemplaridad y de la regeneración democrática, y luego hacer todo lo contrario, es una estafa moral al ciudadano»
La corrupción provoca un gran rechazo en la sociedad. Y lamentablemente es una práctica que asociamos de manera inseparable a la acción política. Una pena. La corrupción supone un grave deterioro de los usos o costumbres. La acción política, una loable actividad si se hiciera por el bien de la sociedad, se convierte en basura cuando la mentira y el engaño son la norma de conducta.
La corrupción siempre es muy grave. Pero es doblemente grave cuando el asalto al poder se hizo a través del discurso de la ejemplaridad y de la regeneración democrática. Abanderar ese discurso, y luego hacer todo lo contrario, es una estafa ética y moral al ciudadano. Por eso la corrupción de Pedro Sánchez es mucho más grave que la lamentable corrupción intrínseca de los demás corruptos.
Pedro Sánchez, el trilero de las urnas escondidas detrás de la mampara para su pucherazo, asaltó el poder a través de una moción de censura para cambiar y limpiar la política nacional. Su discurso de investidura fue una declaración de intenciones del desastre al que iba a llevar al país en seis años. Sánchez arrancó su discurso de investidura así:
«Señorías, el primer párrafo del artículo 1 de nuestra Constitución dice que España es un Estado Social Democrático de Derecho. Un Estado que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico: la libertad, la justicia, el pluralismo político y la igualdad. Quiero comenzar mi intervención, señorías, reivindicando la vigencia de la Constitución que los españoles nos dimos, hace cuarenta años, en 1978».
Y en ese mismo momento, mayo de 2018, dejó de estar en vigor la Constitución. Nunca España ha tenido un presidente que pisotee más los principios constitucionales, la desigualdad, la lealtad institucional y la separación de poderes que Pedro Sánchez. Es lamentable comprobar cómo anunció todo lo que iba a sufrir España, pasados seis años, con él en la presidencia del gobierno:
«Su gobierno es un agente disolvente y profundamente nocivo para cualquier país»
«Señorías, la corrupción actúa como un agente disolvente y profundamente nocivo para cualquier país. Disuelve la confianza de una sociedad en sus gobernantes y debilita en consecuencia a los poderes del Estado».
Es de las pocas frases ciertas que Pedro Sánchez ha dicho en su vida. Su gobierno es un agente disolvente y profundamente nocivo para cualquier país. Pedro Sánchez es así y sabía que:
«[La corrupción] también ataca de raíz a la cohesión social, en la que se fundamenta la convivencia de nuestra democracia, si a la sensación de impunidad y a la lógica por la envergadura de los hechos que están siendo investigados, la lógica respuesta lenta de la Justicia, se une la incapacidad de asumir las más mínimas responsabilidades políticas por los actores concernidos. La corrupción merma la fe en la vigencia del Estado de derecho cuando campa a sus anchas o no hay una respuesta política acorde a la entidad del daño que se ocasiona. Y en último término, la corrupción destruye la fe en las instituciones, y más aún en la política, cuando no hay una reacción firme desde el terreno de la ejemplaridad».
Pedro Sánchez dijo también:
«Sánchez es el que nos ha traído hasta aquí junto a su mujer, su hermano, con Ábalos…»
«Es usted, señor Rajoy, quien nos ha traído hasta aquí». Permítanme tomarme una licencia literaria de aquí en adelante, cambiemos al señor Rajoy por el señor Sánchez en otras partes del discurso que soltó Pedro Sánchez en su día y que ahora cobran plena actualidad.
«Pero, señorías, este escenario puede cambiar en este preciso momento, señor Sánchez. Este debate, en este mismo segundo, puede llegar a su fin. Le voy a hacer una pregunta, señor Sánchez. ¿Está usted dispuesto a dimitir? ¿Está dispuesto a dimitir hoy, aquí, ahora? Dimita, señor Sánchez, y todo terminará. Podrá salir de la Presidencia del Gobierno por decisión propia».
«¿Va a dimitir, señor Sánchez, o va a continuar aferrado al cargo debilitando la democracia y debilitando y devaluando la calidad institucional de la presidencia del Gobierno?».
Porque Pedro Sánchez es el que nos ha traído hasta aquí junto a su mujer, su hermano, con Ábalos —al que tantas veces menciona en su discurso como referente político y moral— que ya han pedido su imputación por su papel principal en la trama Koldo y toda la banda de imputados incluido el fiscal general del Estado, Aldama, Barrabés…
«Sánchez ha fracasado en la tarea de corromper a todos»
«Ante toda la Cámara, persiste la imagen de un presidente que opta por la peor de las respuestas que es atrincherarse en el cargo, aupado por el peso de una Cámara fragmentada, con grupos parlamentarios cuyos intereses son difíciles y complejos de casar, eso es evidente, y que el propio Gobierno de España ha tratado de ensanchar, precisamente para perpetuarse en el poder».
Jamás, entonces, pudimos imaginar que el «ensanchamiento» fuera de la mano de EH Bildu, Junts con su presidente prófugo, ERC y todo ese Frankenstein que necesita aunar Sánchez para perpetuarse en el poder. Nadie ha hecho eso después de perder las elecciones generales y no tener el grupo mayoritario.
La advertencia de Pedro Sánchez se ha hecho cierta:
«Hay, señorías, un inmenso caudal de patriotismo cívico en quienes se esfuerzan por apuntalar los cimientos del Estado de derecho a base de trabajo y dedicación callada desde el cumplimiento de lo que entienden como un deber cívico y como una obligación ética. Asumiendo como propia la tarea que hoy se echa en falta en quien, por razón de su cargo, más tendría que estar sometido a los imperativos de la ejemplaridad y también de la responsabilidad. E incluyo en esta relación que no pretende ser exhaustiva a quienes han cumplido con su obligación cívica de no callar ante los estragos de la corrupción».
«Un problema que tiene Sánchez es que todo lo que dice de los demás, ya fuera Rajoy o Díaz Ayuso, se vuelve en su contra»
Sánchez ha fracasado en la tarea de corromper a todos. Y por eso los jueces independientes, la UCO, la Guardia Civil y otras instituciones del Estado «han cumplido con su obligación cívica de no callar ante los estragos de la corrupción». En esa lista no está Cándido Conde Pumpido. Tampoco está Álvaro García Ortiz, quien amenaza con contar las cosas que sabe desde su cargo. ¿Se puede ser más indigno? ¿Se puede caer más bajo? No. Aunque en su recorrido judicial parece que nos va a dar tardes de gloria.
Un problema que tiene Pedro Sánchez es que todo lo que dice de los demás, ya fuera Rajoy o Isabel Díaz Ayuso, se vuelve en su contra. Así, Pedro Sánchez hacía una petición que tiene toda la vigencia contra él.
«Señorías, quiero dirigirme expresamente a todos y cada uno de los diputados de esta Cámara. A los 350 diputados y diputadas. Y en ellos, en todos y cada uno de ustedes, a toda la ciudadanía a la que representan. A una ciudadanía que hoy, independientemente de cómo piense o cómo vote; independientemente de sus lealtades ideológicas y de sus afiliaciones políticas, está esperando de todos ustedes la ejemplaridad que es incapaz de encarnar el hoy presidente del Gobierno. No hay mayor inestabilidad que la derivada de la incapacidad para llegar acuerdos. O vivir en la esperanza de la prórroga presupuestaria».
Increíble. Quizás su única salida sea la de adivino. Sería loable que Pedro Sánchez hiciera caso a sus palabras.
«Así que apelo, señorías, a su responsabilidad última. A que no indulten con su voto el cierre en falso de una prórroga que hace mucho tiempo debimos cerrar en esta Cámara. A que abran una ventana de esperanza desde la convicción de que, entre todos, podemos construir una España distinta. Con una democracia sana. Fuerte. Ejemplar. Un país de oportunidades para quienes salieron a las calles gritando contra la indignación y que hoy no se resignan a sufrir un gobierno manchado por la corrupción».
Cierto. Convoque ya, señor Sánchez.