La izquierda hipócrita
«Sánchez miente, pero es coherente con su trola. Sin embargo, Podemos y Sumar insisten en el fingimiento de la virtud a pesar de que sus actos dicen lo contrario»
Si hay una palabra que pueda describir a la izquierda radical es la hipocresía. Se dicen demócratas pero prefieren la dictadura caribeña y sueñan con un Robespierre. Hablan de justicia social y reparto de la riqueza, pero viven como ricos. Sostienen que defienden el pluralismo, pero consideran que es mejor echar y callar a las derechas. Exigen la virtud al adversario, pero frecuentan en privado todo tipo de vicios. Se manifiestan por la paz, pero justifican la violencia contra Israel o Estados Unidos. Denuncian el terrorismo, pero aplauden algunos atentados como el de Carrero Blanco, y van del brazo de exterroristas. Alardean de sanidad pública, pero asisten a la privada, y lo mismo pasa con la educación.
Aseguran que son la voz de la militancia, pero funcionan como una oligarquía aferrada a los cargos y dedicada a la purga mutua. Protestan por los contratos basura, pero tienen a gente trabajando sin el alta en la Seguridad Social. Critican la corrupción, pero callan cuando la hacen los suyos. Dicen que son la cultura, pero solo aplauden a los «artistas comprometidos». Y lo último se veía venir: vociferan feminismo, pero ellos son un atajo de machistas, y ellas unas encubridoras.
Pues a pesar de todo esto sostienen que son superiores moralmente al resto; es decir, a la derecha. Por cierto, Iñigo Errejón prologó el libro de Ignacio Sánchez-Cuenca titulado La superioridad moral de la izquierda (2018), con palabras proféticas: el moralismo de la izquierda, escribió, también es un «largo camino de sectarismo y purgas». Justo es reconocer que el muchacho que susurraba a Laclau ha sido «autocriticado» por sus antiguos compañeros de Podemos aprovechando que Yolanda Díaz, Mónica García y lo que le cuelga habían tapado los vicios del portavoz de Sumar. Ha sido un pioletazo en frío asestado justo en el momento en que Pablo Iglesias ha decidido cabalgar de nuevo, y hacerlo sobre el cadáver del yolandismo.
Podríamos admitir de la élite política una cierta hipocresía, la mentira, los ocultamientos, las dobleces, las medias palabras y la mediocridad infame. No dejan de ser personas que alardean de algo de lo que carecen: acierto permanente y virtud intachable. Afortunadamente luego tenemos las urnas para ajustar cuentas, y depende de nosotros que vuelvan a sus casas a seguir haciendo nada. Ahora bien, ya dijo Judith Shklar que la única hipocresía intolerable es la que destruye la libertad y la poca fe que quede en el sistema democrático. Es aquí donde el PSOE de Sánchez, Sumar y Podemos tienen una responsabilidad muy notoria aunque distinta. Unos mienten, otros fingen.
«El hábito de yolandistas y podemitas ha sido presumir de creencias que no profesaban y alardear de virtudes que no practicaban»
Los yolandistas y los podemitas son hipócritas superlativos. Han fingido. Su hábito ha sido presumir de creencias que no profesaban y alardear de virtudes que no practicaban. La hipocresía, dice David Runciman, es un subtipo de mentira que conlleva teatralizar un ideario que difiere absolutamente del comportamiento. En este sentido, Sánchez miente, pero es coherente con su trola. Sin embargo, Podemos y Sumar insisten en el fingimiento de la virtud a pesar de que sus actos dicen lo contrario.
El caso de Errejón y la hipocresía feminista de la extrema izquierda, en fin, solo servirá para asistir al enésimo espectáculo de las purgas y la lucha por el espacio electoral. De hecho, las noticias son las batallas a muerte dentro de Sumar y de Más Madrid para culpar al otro, encontrar el chivo expiatorio, y eludir la responsabilidad.
Al tiempo, Podemos ha dejado de volar en círculos sobre el cadáver yolandista y cae en picado para engordar con el cuerpo insepulto del experimento sumatorio. A la vista está que no importan nada más que los cargos y los votos, claro, y por encima de todo vengarse del excamarada. En definitiva, están demostrando otra hipocresía: la fraternidad o sororidad de la izquierda, frente a una realidad que causa alipori.