El hedor que nos adormece
«Los casos Ábalos, Aldama, Koldo, Delcy. Este hedor ensucia nuestra democracia. Nos sorprende, nos indigna y luego, por sobredosis, nos adormece a todos»
El frenesí de las alertas informativas de los medios digitales anunciando nuevas exclusivas, nuevas investigaciones judiciales o nuevos datos de los informes de la UCO ha adquirido tal ritmo que el aluvión impide seguir ya con claridad esos escándalos que rodean a nuestro Gobierno. Pareciera que ya ni siquiera nos da tiempo a escandalizarnos. Con cada nueva alerta se confunden o solapan los nombres propios de distintos casos y poco a poco todos los personajes se van perfilando y conectando en una tupida red de raras e inquietantes coincidencias.
Hace tres años este diario, THE OBJECTIVE, publicó una serie de informaciones sobre el que fuera ministro de Transportes, José Luis Ábalos, en las que se hablaba de sus excesos en tiempos de pandemia y el descontrol en sus viajes, en sus compañías, en sus gustos y también en esos gastos a veces duplicados en el tiempo en lugares distintos y a veces duplicados en su cobro, tanto al partido como al ministerio. Unas informaciones que para muchos en el propio Gobierno se explicaban como fundamentales para la destitución fulminante por parte del presidente Pedro Sánchez del que fuera su mano derecha en el partido y en el Gobierno.
Era tan escandaloso todo lo publicado que muchos medios y periodistas, siempre exquisitos con el poder, directamente lo despreciaron. Intentaron ridiculizar y condenar al mensajero sin conceder siquiera tiempo o atención a las explicaciones y documentaciones que corroboraban todas esas informaciones. Ahora, tres años después, se han demostrado totalmente verídicas. Hasta el medio siempre más exigente con los demás, y también autoindulgente consigo mismo, tenía que publicar hace unas semanas lo que durante tres años ningunearon. Tuvieron que reconocer aquellos excesos del ministro al que tanto defendieron. No fueron los únicos. Hubo algún medio que lo llegó a convertir en un tertuliano amigo al que dejaban dar lecciones de ética, incluso cuando ya había sido expulsado del grupo parlamentario socialista. España es así. Daba igual cuántas versiones mentirosas diera sobre los hechos denunciados. Cualquiera se permite crear nuevos códigos de moralidad en función de su amistad con los implicados.
Aquellas exclusivas de hace casi tres años fueron sucedidas por otras nuevas cada mes, y luego cada semana, y luego cada día y ahora casi cada hora. La lluvia fina se ha convertido en un diluvio. Los nombres, situaciones, detalles se suceden y crecen en un sinfín. Ya nada nos sorprende. Las investigaciones policiales, las investigaciones judiciales y las investigaciones periodísticas parece que no tuvieran un final. Y en paralelo, la capacidad de indignación también va desapareciendo.
La sociedad metaboliza cada nuevo chute de corrupción como un drogadicto al que las cada vez más intensas dosis de droga le causan menos efecto. Es casi imposible seguir ya el rastro de la situación policial, judicial o periodística de los protagonistas. El aluvión de nombres es abrumador, multisectorial, y casi global. Todos revueltos pero todos conectados.
«En el centro de todas las tormentas siempre aparece Víctor de Aldama. A todos conoce, a todos conecta, a todos convence y de todos busca y saca beneficio»
Y en el centro de todas las tormentas siempre aparece Víctor de Aldama. A todos conoce, a todos conecta, a todos convence y de todos busca y saca beneficio. Le da igual, ministros como Ábalos, asistentes como Koldo, empresarios como Javier Hidalgo o vicepresidentas venezolanas como Delcy Rodríguez. Cada escándalo tiene su propia red de contactos que se entrecruzan, superponen, ocultan y enseñan desde hilos con lingotes de oro, o ayudas del gobierno a software para másteres. Desde asientos y fotos en zonas VIP de Ferraz a chalés en la Costa del Sol. Desde pisos alquilados en Torre Madrid a contratos de petróleos. Hemos oído hablar de «el número 1» y de «Baltazar» y por supuesto de Jésica.
España es fuerte. Ha resistido un intento de golpe de Estado de los independentistas catalanes y ha resistido que Sánchez haya indultado, amnistiado y convertido en llave del poder a esos mismos independentistas. Resiste que los amigos de los asesinos etarras decidan la memoria histórica de este país. Resiste que obliguen al Gobierno a sacarlos antes de tiempo de la cárcel. Resiste que los que más luchan por romper la unidad española sean los más beneficiados por privilegiadas financiaciones. Resiste, pero cada vez está más cansada y callada.
Ahora el aluvión de corrupciones llena de hedor nuestra vida política. Un aluvión y un hedor que tienen el efecto de adormecer a la sociedad. Hasta ahora las mentiras políticas de Sánchez para mantenerse en el poder le han salido bien. Pero los casos de corrupción siguen creciendo en gravedad e intensidad. Afectan a su gobierno, a su partido y a su entorno más personal. El caso de su mujer Begoña Gómez, lejos de desaparecer y quedar en la nada como vaticinaban y repetían sus ministros, sigue creciendo. Ahora el juez Peinado imputa a la mujer del presidente del Gobierno también por un delito de apropiación indebida por el software de la Complutense e intrusismo que se unen a la imputación que ya tenía por los delitos de tráfico de influencias y corrupción en el sector privado. Insiste el presidente, como único argumento, que todo es obra de la ultraderecha, que no hay nada. Pero de lo que no hay nada es de sus explicaciones.
Huele mal este caso. Puede que haya delitos o no. Eso lo decidirá el juez. Pero hasta entonces lo que huele mal es su silencio. Su falta de ética y pudor. Su irresponsabilidad política. Sus denuncias contra el juez que investiga a su mujer. Su desprecio al Poder Judicial. Sus mentiras continuas. Su afán por acallar a la prensa crítica.
Los casos Ábalos, Aldama, Koldo, Delcy. Todos conectados. Este hedor ensucia nuestra democracia y nuestro Estado de derecho. Nos sorprende, nos indigna y luego, por sobredosis, nos adormece a todos. Y así se gana tiempo. Con cada escándalo se tapa al anterior y se sigue en el poder un poco más. Y en el poder todo es más factible. Todo.