THE OBJECTIVE
Ricardo Dudda

La derrota del Estado y la vergüenza de la política

«La política contemporánea está cada vez más preparada para el control de daños comunicativo, y cada vez menos para el control de daños real»

Opinión
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La derrota del Estado y la vergüenza de la política

Los estudios de RTVE de Prado Rey.

Ayer, viernes 1 de noviembre, llegó al Boletín Oficial del Estado una medida urgente aprobada por decreto ley. Se convalidó en el Congreso el miércoles 30 de octubre a pesar de que se suspendió la sesión de control al Gobierno como consecuencia de las inundaciones en Valencia. Según la Constitución, los decretos ley solo deben usarse en casos de «extraordinaria y urgente necesidad». Para el profesor de derecho constitucional Miguel Presno Linares, la urgencia del decreto tiene que ver con «la necesidad de hacer frente de manera inmediata a circunstancias que no se han podido prever de antemano, a eso se refiere la exigencia de una ‘necesidad extraordinaria’».

Es el Gobierno el que decide discrecionalmente qué es una urgencia. Las inundaciones en la provincia de Valencia y parte de Albacete entran dentro de esas circunstancias difíciles de prever (por mucho que existan sistemas de previsión) y que requieren de una discrecionalidad estatal: el Ejecutivo se salta el Congreso y los cauces normales para que una ley urgente entre en vigor inmediatamente.

Pero el decreto que llegó el viernes 1 de noviembre al BOE no tiene nada que ver con las inundaciones de Valencia, sino que adopta «medidas urgentes relativas al régimen jurídico aplicable a la Corporación RTVE». En otras palabras: se renovaba el Consejo de RTVE y cada partido de la coalición ponía a sus candidatos. Todos los nombramientos son especialmente sectarios: hay una directora de comunicación del ministro Bolaños, un exjefe de prensa de Oriol Junqueras, un candidato de Junts, la exdirectora de Coordinación Informativa del Gobierno de Zapatero y actual directora de El Plural.

Es una captura partidista especialmente obscena, pero lo es más teniendo cuenta que se realizó mientras ya había valencianos que no sabían si sus familiares seguían vivos o no. Como tituló en un rótulo Al Rojo Vivo, el programa de La Sexta, una cadena no especialmente crítica con el Gobierno: «Controlar RTVE, más importante que los muertos».

«Se buscan culpables mientras todavía hay cadáveres bajo el agua, mientras hay pueblos a donde no ha llegado el Estado»

Hay una sensación generalizada de que la política no ha estado a la altura de la catástrofe. La política contemporánea está cada vez más preparada para el control de daños comunicativo, y cada vez menos para el control de daños real. Las administraciones se culpan y fiscalizan unas a otras, en un proceso de rendición de cuentas sectario. Se buscan culpables mientras todavía hay cadáveres bajo el agua, mientras hay pueblos a donde no ha llegado el Estado y reina la anarquía.

Hay ciudadanos de Catarroja a los que les ha llegado antes la ayuda de dos streamers de YouTube que la del Estado; hay pueblos, como Chiva, que están recurriendo a Twitter o a la televisión para pedir ayuda a la administración. El presidente de la Generalitat tuitea un número de cuenta para donaciones a los afectados. El secretario autonómico de Seguridad y Emergencias de la Generalitat Valenciana presume de que se incorporó a su puesto el miércoles a las 11 de la mañana (¡y pone fotos! Que no se diga); la alerta roja se decretó a las 8 de la mañana del martes. You had one job. Lo importante no es salvar vidas, es salvar el puesto. Y el Gobierno central, tan versado en golpes ejecutivos de timón en la política nacional, inoperante e incapaz de centralizar la gestión porque se enreda en una obscena batalla de competencias.

Es la derrota del Estado. Y es el vaciamiento de la política, que es cada vez más una actividad superficial, estrictamente comunicativa, completamente ajena a la ciudadanía. En momentos así, uno descubre quién está ahí para servir a la ciudadanía y quién está ahí para servirse a sí mismo. Como ha escrito el periodista Ángel Vilarino en Twitter, «en días como estos se hace mucho más intensa la sensación de que la clase política ya no solo no soluciona problemas, sino que estorba a quienes tratan de resolverlos. Es muy difícil soportar un sistema cuando esa sensación está generalizada».

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