La riada que colmó la paciencia de los españoles
«El responsable máximo de lo que sucede es Pedro Sánchez. Él es el que tiene toda la legitimidad para actuar y el que ha decidido deliberadamente renunciar a ello»
Las imágenes de la frustrada visita de los Reyes, Pedro Sánchez y Carlos Mazón a la localidad de Paiporta tienen un inevitable aroma a fin de época. Son el símbolo más elocuente de la rabia y el dolor de un pueblo que se siente completamente abandonado.
Aún es pronto para saber si la riada supondrá un antes y un después en la historia de España, pero está claro que una inmensa mayoría de la población ha visto colmada su paciencia después del dislate político que ha seguido a la mayor catástrofe natural de las últimas décadas en nuestro país.
Hemos visto a un gobierno regional desbordado, incapaz de hacer frente a la crisis y titubeante a la hora de pedir ayuda. Y, frente a eso, el Ejecutivo de Pedro Sánchez se ha mostrado mezquino e indolente. En vez de coger el toro por los cuernos y tomar el control de la situación con todos los recursos del Estado, ha preferido ponerse de perfil y dejar que el desgaste se lo coma Mazón en un siniestro e incomprensible juego táctico.
¿El resultado? Que miles de personas siguen sin ser atendidas y que los cadáveres siguen atrapados en garajes inundados seis días después de las lluvias torrenciales. Es bochornoso que la prensa haya llegado antes que los servicios de emergencia a algunos pueblos o que una dotación de bomberos franceses, que fue rechazada inicialmente por el ministro Marlaska, haya sido la primera ayuda que algunos vecinos han visto en sus calles.
Por mucho que el Gobierno y su coro de fieles palmeros nos intenten enredar con ‘technicalities’, lo cierto es que el responsable máximo de lo que sucede es Pedro Sánchez. Él es el que tiene toda la legitimidad para actuar y el que ha decidido deliberadamente renunciar a ello.
Un presidente normal en cualquier país de nuestro entorno hubiera convocado de urgencia un Consejo de Ministros extraordinario para decretar las medidas necesarias: estado de alarma, envío del Ejército, aprobación de ayudas… Y acto seguido se hubiera reunido con el líder de la oposición para involucrarle en la gestión de la crisis y mostrar a la ciudadanía una imagen de unidad en unos momentos tan delicados.
Y que no nos cuenten milongas. El presidente que más ha abusado del decreto ley, que más ha despreciado a las comunidades autónomas (sigue pendiente la conferencia de presidentes) y que más reuniones ha celebrado del Consejo de Ministros (dos veces muchas semanas) no puede escudarse ahora en que no ha podido hacer más porque Mazón no lo ha pedido. Lleva seis años haciendo lo que le da la gana, así que no caben excusas. La falta de pericia de uno no justifica la irresponsabilidad del otro. Y esta última es mucho peor.
La gente, que no es tonta, lo sabe. Por eso la peor parte en Paiporta se la llevó este domingo Sánchez. Y resulta ridículo que el Gobierno pretenda convencernos ahora de que la culpa de lo sucedido la tiene la extrema derecha. El enfado y la indignación son comprensibles: esas personas lo han perdido todo y se sienten desamparadas. Seguro que protestando también habría algunos españoles de otros lugares, pero conviene no olvidarse de un pequeño detalle: esa gente no estaba en Valencia en mitad de un puente con el único objetivo de abuchear a nadie, se desplazaron allí para echar una mano a sus paisanos en un momento de dificultades. Exceptuando la violencia, siempre condenable, tienen todo el derecho a expresarse como consideren oportuno, porque han demostrado mucho más patriotismo que algunos de los políticos.
Como ya hemos escrito hace un par de días, la riada ha dejado al descubierto graves problemas que España debe afrontar más pronto que tarde. Y el primero de ellos es un Gobierno débil que está más preocupado por su propia supervivencia que por arreglar los desperfectos de la DANA.
Ante la magnitud de la catástrofe, y el caos que aún hoy impera en buena parte de los municipios afectados, Sánchez solo tiene dos opciones: o tomar las riendas de una vez por todas involucrando también al líder de la oposición o dar un paso al lado y convocar elecciones.
Y como no tiene pinta de que lo vaya a hacer, porque ya le conocemos demasiado, conviene recordar que solo hay una manera democrática de desalojar a Sánchez del poder antes de que acabe la legislatura: que Feijóo presente una moción de censura y que la respalden 176 diputados.
Es verdad que el Partido Popular por sí mismo no tiene los votos necesarios, y ni siquiera junto a Vox, pero en las condiciones actuales es su obligación plantear esa iniciativa prevista en la Constitución. Hay demasiados motivos para ello: los casos de corrupción conocidos, el registro por parte de la Guardia Civil del despacho del fiscal general del Estado, la deficiente gestión de la riada… ¿Qué más tiene que pasar en España para que se presente una moción de censura?
A la oposición le faltan cuatro votos para que le salga la cuenta. Algunos pueden tener la tentación de buscar el apoyo de los nacionalistas e independentistas, pero eso supondría tener que darles más de lo que consiguen con Sánchez. Por tanto, parece más razonable convencer a cuatro diputados socialistas. ¿Cómo? No es fácil, pero hay que intentarlo. Una opción podría ser presentando como candidato a una figura impoluta que pueda obrar ese milagro, liderar un gobierno de unidad nacional y convocar elecciones generales a la mayor brevedad. Suena a ciencia ficción, pero llegados a este punto es necesario que Alberto Núñez Feijóo demuestre liderazgo y audacia para sacarnos del agujero en que nos encontramos. La riada ha colmado la paciencia de los españoles y ninguno de nuestros políticos debería creerse a salvo. O se actúa rápido y bien, o el barro arrasará con todo.