Quería fango y aquí lo tiene
«Aquí tiene todo el fango y bajo él los muertos, los inocentes. Aquí tiene todo el fango que incluso no llegaría para ocultar sus incesantes mentiras y engaños»
¿Cuántos más miles de ciudadanos han de morir en este holocausto debido a las peleas, e ineficacias graves, de nuestros mediocres e insensibles políticos? Obligados por sus juramentos y promesas a protegernos, se han dedicado a una infernal batalla en defensa de sus propios puestos laborales que nosotros torpemente les entregamos incluso después de haber sido mentidos y engañados. ¿Donarán sus sueldos a los damnificados por sus culpas, por no haber ido a achicar aguas, tal y como se negaba una diputada de Sumar en el Congreso? ¿Eran estos los muros que en vez de separarnos nos iban a proteger? Ni siquiera esa mitad del país que Sánchez la considera adepta ha sido salvada de las aguas. Moisés Sánchez ha actuado más como el faraón que como Moisés. Sánchez ha convocado, por su propia manera despótica de actuar, por su propia manera de desafiar a las leyes establecidas, a las plagas de Egipto.
Fueran siete o diez, da lo mismo. El caso es que el agua se ha convertido en sangre. La plaga de las tinieblas se ha extendido por esta parte de la geografía española donde nadie ya está seguro. La peste, de la que nadie se acordaba, el covid en la nueva nomenclatura, arrastró también a miles de conciudadanos de los que todavía no sabemos exactamente su número. La lluvia de fuego y granizo destruyó las propiedades y los albergues en la isla de La Palma donde siguen sufriendo las promesas incumplidas. Sobre los cadáveres han prosperado los piojos y gérmenes infecciosos de la corrupción. La Constitución ha sido ulcerada y los asesinos y traidores se convirtieron en las langostas y saltamontes. ¿Cuántos primogénitos han muerto también en brazos de sus padres? ¿Eran de la fachosfera o del progresismo censor? Sí, sin lugar a dudas, estos últimos años han sido los peores de la democracia. Y no nos los imaginábamos así. Ni nos los esperábamos así.
«¿Habrá dinero para los damnificados, además de para seguir pagando a sus secuaces que lo mantienen?»
Evidentemente Sánchez no es, aunque estoy seguro de que le gustaría serlo, ni Yahveh ni el faraón y, por tanto, no tiene ninguna fuerza para crear o modificar las fuerzas de la naturaleza que, por ahora, son las únicas que se le enfrentan. Pero sí tiene toda la responsabilidad por no prevenirlas. Ese esfuerzo conocido y necesario se malgasta en otros aconteceres, en otras peleas demagógicas que él mismo va creando por el camino. Después de todos estos sucesos terribles, ¿habrá dinero para los damnificados de ahora y de antes, además de para seguir pagando a sus secuaces que lo mantienen en perpetuo saqueo de nuestras propiedades comunes?¿Cuánto dinero nos dará Europa para seguir malversándolo? ¿Y el cupo catalán? Y si el presidente del Gobierno, el ministro del Interior, la ministra de Defensa, o el ministro de Transportes son culpables de imprevisión responsable; también lo es el presidente de la Comunidad Valenciana que tampoco ha estado a la altura.
Sánchez, porque no reaccionó como hubiera debido. Dejó pasar el tiempo para hacerle cargar con la culpa al presidente de la Generalitat. Y los ministros de Defensa e Interior, sin tampoco hacer nada, atacaron al presidente valenciano que no dispone de los medios estatales que ellos representan. Así, por esta cadena de insensibilidades y de luchas obsesivas contra el contrario que se intenta demoler, la policía, la Guardia Civil, la UME y el ejército fueron llegando tarde, muchos días después. Cuando, en realidad, tienen una capacidad de intervención inmediata. Así que los saqueos y el miedo se fueron apropiando de muchos pueblos defendidos solo por sus naturales y autóctonos.
Pero Mazón, que es un presidente autonómico del PP que parece querer ir por libre, y al que se le pone la cara de Alegría (me refiero a la ministra portavoz) cuando muestra complicidad con su peor antagonista, al que ahora se agarra como a un clavo ardiendo, debe darse cuenta de que sus próximas elecciones las va a tener muy complicadas. No las va a ganar por haber ido a pedir a Sánchez el traslado de la Dama de Elche. Una verdadera estupidez a la vista de los acontecimientos. Mazón, como en su momento yo le dije a Leyre Pajín, que me vino al ministerio con la misma monserga, sabrá ahora que las elecciones no las gana una estatua de varios miles de años, sino el buen hacer ejecutivo de un gobernante y, sobre todo, en momentos claves como los presentes. El presidente valenciano a sabiendas de que su región tiene este problema metereológico desde hace siglos, debería haber emprendido una serie de proyectos que no hizo. ¿Era la Dama de Elche más importante que prevenir todo esto? ¿La habría sacado en procesión?
«Para Sánchez los ciudadanos que lo han perdido todo son únicamente ‘elementos marginales’»
Cuando yo era muy pequeño, en el año 1957, por las noches escuchaba en la radio un programa que conducía el gran Alberto Oliveras. Se llamaba si mal no recuerdo Ustedes son formidables. Tras un fragmento de música sinfónica beethoveniana, surgía esta imponente voz radiofónica para animar a los radioyentes a que donasen dinero para los también miles de damnificados que habían muerto en las riadas de aquel año en Valencia. Fue muy popular y exitosa su acción y además condujeron a las autoridades del momento a hacer grandes obras que protegieron desde entonces a esta ciudad y entorno. Los problemas de estas riadas son de sobra conocidos: efectivamente, cuestiones metereológicas muy complejas; un urbanismo incontrolado y peligroso, ocupando lugares por donde siempre corrieron naturalmente las aguas; infraestructuras viales de todo tipo muchas de ellas al margen de la seguridad; una falta de educación e información a los ciudadanos sobre el lugar complejo donde habitan; así como la creación de espacios públicos para poder refugiarse y ponerse a salvo.
Las peleas entre los gobiernos centrales y autonómicos nos conducen a esta tragedia que solo sufre el propio pueblo y no los políticos que deberían dimitir inmediatamente y dar cuenta ante los juzgados correspondientes. Pero para Sánchez los ciudadanos que lo han perdido todo son únicamente «elementos marginales». Lo sabemos desde hace tiempo, todas aquellas personas que no piensan como él son «elementos marginales» y «ultraderechistas». Sánchez huyó cobardemente el pasado domingo dejando solos a los Reyes. Los había utilizado como escudo para evitarse males mayores. ¡Mejor así! Ellos han demostrado, una vez más, que son el pueblo mismo, que nos representan a todos.
Valencia sigue siendo una plaza fuerte fundamental para regir el Estado. Lo ha sido desde tiempos de El Cid. Ganarla o perderla supone mucho. Mazón con su impericia, ineficacia, acomplejamiento y falta de previsión la ha puesto en peligro. No avisó a tiempo y luego no supo qué hacer hasta que llegó Papá Estado. Y este lo hizo con suficiente retraso premeditado para dejarlo en evidencia. La culpa no solo ha sido de la naturaleza, sino de quienes tienen que administrarla. Estas tormentas dramáticas o trágicas son consustanciales en esta parte del Mediterráneo. No han aparecido por primera vez.
«Aquí han muerto fachas y progresistas. No ha logrado ni siquiera salvar a los suyos»
Esta época de Sánchez es el sexenio negro y, por lo que vemos, llegaremos a la década del mismo color. En mi tierra, donde el partido socialista ya no existe, dirían que es gafe. Pero lo cierto es que él lo lleva bien. A él el dolor de los demás le da igual. Quería fango y aquí lo tiene. Ha repetido tantas veces esta palabra que, como un mago, logró materializarla. Y el fango, a su creador, le da una tregua para despistarnos de la corrupción propia y ajena que lo rodea. Sí, aquí está todo el fango del mundo. Pero, contra todo cálculo, aquí han muerto fachas y progresistas. No ha logrado ni siquiera salvar a los suyos.
Fango, fango: aquí tiene todo el que quiera y bajo él los muertos, los inocentes. Aquí tiene todo el fango que incluso no llegaría para ocultar sus incesantes mentiras y engaños. En Moncloa está todo a punto para seguir. Los muertos, su memoria caduca muy pronto. Kafka escribió en uno de sus aforismos: «Quien pierde su libertad, o está cautivo invariablemente, pone algo de su parte y, por consiguiente, tiene alguna responsabilidad».