Margarita Robles, ¡dimisión!
«Si el Ejército tardó en entrar en servicio fue porque la ministra de Defensa se lo impidió para ver si así el desprestigio de la administración valenciana crecía»
Desde la noche del martes de la semana pasada todos los españoles de bien, o sea, todos los españoles mientras no se demuestre lo contrario, vivimos con el corazón encogido al contemplar la magnitud de la catástrofe que ha asolado la región valenciana. Estar junto a las víctimas, acompañarlas en su dolor e intentar por todos los medios ayudarlas a superar la terrible tragedia que están viviendo es el sentimiento que nos nace del corazón a todos.
Al mismo tiempo, no podemos por menos de contemplar con estupefacción y rabia el espectáculo deplorable que algunos políticos están dando a la hora de afrontar las responsabilidades que son inherentes a los cargos que ocupan.
Sólo la imagen de Pedro Sánchez, el aprendiz de caudillo de La Moncloa, abandonando, sin siquiera decírselo, al Rey en su visita a Paiporta, vale más que todas las palabras que se puedan escribir sobre él.
Pero según pasa el tiempo, queda cada vez más claro que, desde el primer momento de la tragedia, Sánchez y su gente creyeron que era una magnífica ocasión para hacer que Mazón y su Gobierno del PP fracasaran en la respuesta que podían dar. Porque era evidente que la catástrofe era de tal tamaño que con los medios con los que cuenta una comunidad autónoma resultaba imposible plantarle cara de forma eficaz. Así que para conseguir el fracaso de Mazón lo mejor era quedarse quieto, aunque el desastre se hiciera aún mayor.
Vamos a ser serios: cuando empezamos a ver las imágenes de muchas calles bloqueadas por centenares de coches destrozados, unos encima de otros, a cualquiera se le ocurre que los servicios de un Ayuntamiento o, incluso, los de una comunidad autónoma no son suficientes para arreglar aquello. Y no digamos cuando nos enteramos de que había algunos parkings subterráneos completamente inundados con coches que pudieran estar ocupados.
«Las abyectas declaraciones de la ministra tuvieron la virtud de dejar claro cuál era la estrategia de Sánchez»
Hacían falta brazos y máquinas. Y en España brazos y máquinas quien los tiene, porque se los hemos dado los españoles, es el Ejército. Esto lo saben todos los españoles.
Pues bien, la ministra de Defensa, probablemente de acuerdo con su jefe, el presidente del Gobierno, no sólo no dio la orden de poner inmediatamente en acción a todos los militares que tienen sus cuarteles en Valencia, sino que procedió a hacer unas declaraciones que hay que calificar de abyectas, aunque tuvieron una virtud: dejar meridianamente claro cuál era la estrategia de Sánchez y su gente cara al drama que se estaba viviendo. Merece la pena volver a leer las palabras capitales de su intervención, el viernes, tres días después del estallido de la gota fría, tal y como se pronunciaron: «Lo que no podemos es que en un país el Ejército lo haga todo, sus labores, las labores que corresponden a la Administración, en este caso la Administración valenciana o, en este caso, labores de seguridad». ¡Toma ya!
El Ejército quizás no puede hacerlo todo, pero sí no dudar ni un momento en lanzarse a salvar las vidas y los bienes de los españoles cuando están en peligro. Y si tardó en incorporarse al trabajo de recuperación de las zonas afectadas, fue porque no se lo ordenaron antes, porque me consta que todos sus efectivos, desde el primer momento, estuvieron dispuestos a cumplir con el deber que la Ley Orgánica de Defensa Nacional, en su artículo 15 les encomienda con toda claridad: «Las Fuerzas Armadas, junto con las Instituciones del Estado y las Administraciones públicas, deben preservar la seguridad y bienestar de los ciudadanos en los supuestos de grave riesgo, catástrofe, calamidad u otras necesidades públicas, conforme a lo establecido en la legislación vigente».
Si el Ejército tardó en entrar en servicio fue porque la ministra se lo impidió para ver si así el desprestigio de la administración valenciana crecía. Algo que hay que agradecerle que lo dijera tan claramente en su declaración. Y encima le quitó el mando al JEMAD para dárselo al Jefe de la UME.
«El comportamiento de la ministra no admite excusas y la gravedad de sus consecuencias es tal que necesitamos que abandone el cargo»
No hay mucho más que razonar para comprender que Robles no puede seguir ni un minuto más al frente de ese Ministerio que, en los momentos trágicos como éste, es el más importante de todos, pues no en vano el ejército será siempre la columna vertebral de la patria.
Cuando entre todos hayamos solucionado los aspectos más tremendos de esta tragedia, será la hora de analizar el comportamiento de todos los protagonistas políticos y exigir las responsabilidades a cada uno. Pero el comportamiento de la ministra de Defensa no admite excusas y la gravedad de sus consecuencias es tal que los españoles de bien, de los que hablaba al principio, necesitamos que abandone el cargo ya mismo.
Dimisión inmediata que tendría que ir acompañada de la de la vicepresidenta tercera del Gobierno y ministra de Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera, que debe de estar dedicada en exclusiva a prepararse para ocupar la cartera de Competencia, una de las más relevantes de la Comisión Europea, así como la Vicepresidencia Ejecutiva de la Comisión encargada de los asuntos de transición ecológica. Ribera ha estado desaparecida todo el tiempo, como si la cosa no fuera con ella, cuando de ella dependen la AEMET y la Confederación Hidrográfica del Júcar, encargada del estudio de todas las vías de agua que han causado el desastre, que se hubiera podido paliar si se hubiera construido la presa de Cheste, que anunciaron en julio de 2004.
Después de este comportamiento, ¿los miembros del Partido Popular Europeo la van a votar para ocupar un puesto tan trascendental en Europa? Y hay que recordarles que, si ha sido ministra en España, lo ha sido porque comunistas, golpistas, independentistas y filoterroristas lo han querido.