THE OBJECTIVE
Daniel Portero de la Torre

La importancia de limpiar los ríos: del cañizo a la muerte

«La razón de todo este desastre es que desde que entró el Gobierno de Sánchez hasta hoy se ha ido destruyendo la filosofía de desbrozar y limpiar los ríos»

Opinión
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La importancia de limpiar los ríos: del cañizo a la muerte

El río Magro, crecido a la altura de Alfarp. | Europa Press

Toneladas de cañizo, ramas, troncos y broza. Sobre todo cañizo. Es lo que se ve en las playas de Valencia y en las desembocaduras del río Turia y de la rambla del Poyo. También en las calles de todos los pueblos afectados por la gota fría del 29 de octubre y dentro de los garajes. La razón de todo este desastre, que como ingeniero me afecta especialmente, es que desde que entró el Gobierno de Sánchez en mayo de 2018 hasta hoy se ha ido destruyendo la filosofía de desbrozar y limpiar los ríos de vegetación y maleza —sobre todo durante los meses de veranos— que tenía el objetivo de evitar incendios en verano y desbordamientos en otoño.

En 2016, tanto el delegado de Gobierno como el presidente de la Diputación y el de presidente de la Confederación Hidrográfica del Júcar firmaron el Plan Conjunto para la conservación de cauces y barrancos para prevenir incendios e inundaciones en la Comunidad Valenciana. Años después, y siguiendo las tesis equivocadas de los defensores del medio ambiente, las autoridades decidieron invocar el denominado «principio de mínima intervención» en los cauces para respetar lo que entendían como «valores medioambientales y naturales del dominio público». Esta fue la respuesta que dio en sede parlamentaria el Ministerio de Transición Ecológica a la oposición en 2023.

A día de hoy, de hecho, cualquier ciudadano puede asomarse a Google Earth para ver la cantidad de maleza y vegetación —incluso árboles— que hay dentro del cauce de la rambla del Poyo, la de Chiva, la barranquera del Cavalls o de la Horteta, el río Turia, el Magro y otros muchos, ya que las imágenes son todas anteriores a la gran riada del pasado 29 de octubre.

«Se puede decir que, grosso modo, los pantanos menguan en torno al 50% del caudal de entrada, lo que reduce los efectos destructivos»

También como ingeniero siento una deuda moral con las víctimas de la tragedia de Valencia, porque la conservación de la naturaleza nunca debe estar por encima de la conservación del ser humano. Sin embargo, España es uno de los países de Europa que más azudes y contenciones en ríos, ramblas y barranqueras ha demolido en los últimos años, siguiendo las equivocadas directrices europeas de dejar pretenden dejar libres de barreras todos los cauces para supuestos motivos ecológicos. 

Las instrucciones comunitarias son erróneas en general, pero especialmente dañinas resultan para España y no solo por lo recientemente sufrido. La orografía de nuestro país nada tiene que ver con la de Europa Central. En España, casi todos los embalses —incluso los pequeños— tienen un efecto mitigador de riadas. Amortiguan, en definitiva, las consecuencias destructivas en periodo de lluvias intensas como las sufridas recientemente. Por poner un ejemplo, la presa de Forata —construida en 1969— atemperó una avenida de 2000 mm por segundo el mismo el 29 de octubre de 2024 que entraban en cola de embalse del río Magro y la redujo a un caudal de salida de 900 mm por segundo, lo que evitó daños mucho mayores aguas abajo del embalse. Se puede decir que, grosso modo, los pantanos menguan en torno al 50% del caudal de entrada, lo que reduce los efectos destructivos en un contexto atmosférico como el vivido. Y no solamente apaciguan avenidas en zonas costeras, sino que acumulan agua que a lo largo del año escasea por falta de precipitaciones y que sirve para el abastecimiento en tiempo de sequía.

«Si estos cauces sucios atraviesan los municipios, la probabilidad de desbordamientos es altísima»

Es cierto que en la pasada riada en Valencia hubo precipitaciones extraordinarias, que superaron de 500 litros por metro cuadrado. También que AEMET o la Confederación Hidrográfica avisaron demasiado tarde a las instituciones autonómicas y no dio tiempo a alertar a la población con una señal de emergencias. Sin embargo, la ausencia de mantenimiento —ordenada por la Confederación Hidrográfica del Júcar, que a su vez seguía directrices del Ministerio de Transición Ecológica— sin duda incrementó los daños en las poblaciones que atravesaban los cauces de Chiva, Paiporta, Torrent, Catarroja, Cheste o Utiel, porque un cauce que no está limpio —que tiene vegetación, arboleda y cañizo dentro de la sección de paso del agua— reduce la velocidad del flujo y aumenta su altura. Si estos cauces sucios atraviesan los municipios, la probabilidad de desbordamientos es altísima ante precipitaciones intensas como las recientemente sufridas, lo que lleva a daños materiales y humanos como los que desgraciadamente hemos vivido. 

Si los cauces de ramblas, barranqueras y ríos al paso por los municipios estuvieran encauzados y ejecutados con hormigón, además, la probabilidad de desbordamientos menor incluso, pues aumentaría la velocidad del agua y se reduciría su altura. Es verdad que muchos profesionales del ecologismo están en contra del uso del hormigón, pero de nuevo insisto en que la seguridad de las personas está por delante de cualquier flora o fauna en caso de conflicto entre ambos conceptos, como es el caso.

«Apremia un Plan Hidrológico Nacional que contemple estas obras, porque la situación climática está cambiando»

Son necesarias, por lo tanto, actuaciones urgentes en infraestructuras esas zonas de la Comunidad Valenciana, Murcia, Cataluña y Andalucía que están anexas al mar. Apremia un Plan Hidrológico Nacional que contemple estas obras, porque la situación climática está cambiando. Los ciclos de calor y evaporación en el Mediterráneo son cada año mayores. Este, por ejemplo, este mar ha alcanzado temperaturas de casi 30 grados, lo que ha provocado una evaporación de grandes cantidades de volumen de agua en forma gaseosa. Es habitual que en otoño, con la entrada de los frentes fríos hacia el Mediterráneo occidental, se creen las denominadas gotas frías, que no son más que condensaciones extra-rápidas de grandes volúmenes de vapor de agua. No se trata más que del ciclo del agua, pero acelerado por las mayores diferencias de temperatura entre el verano y el invierno.

Animo por lo tanto a las instituciones nacionales y autonómicas de cualquier signo político a colaborar unidas en la construcción de infraestructuras efectivas y también de coordinación en materia de protección civil. Pongo desde aquí mi experiencia y conocimiento al servicio gratuito de cualquiera que quiera mejorar en este sentido.

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