THE OBJECTIVE
Antonio Caño

La victoria del trumpismo

«El éxito electoral de Donald Trump y el fracaso de Kamala Harris dejan enseñanzas muy útiles a izquierda y derecha en España y en otros países»

Opinión
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La victoria del trumpismo

Ilustración de Alejandra Svriz.

La victoria contundente de Donald Trump, reforzada por el control por parte de su partido de ambas cámaras del Congreso, unida a la mayoría conservadora de la que ya disponía en el Tribunal Supremo, permite augurar una época de enorme influencia del próximo presidente y de su nociva agenda política en la historia de Estados Unidos y en los principales escenarios del resto del mundo. El trumpismo, en sus diferentes versiones de extrema derecha, extrema izquierda y extremo nacionalismo en distintos lugares del planeta, sale claramente fortalecido de la trascendental cita electoral del 5 de noviembre.

Una de las razones de ese éxito se explica por las virtudes propias de Trump, su enorme capacidad de persuasión y manipulación que consigue que sus partidarios vean blanco lo que para el resto de las personas es inequívocamente negro. El método del ex y próximo presidente, es decir, el descaro para mentir, el cinismo para crear mundos fantasiosos y la habilidad para conectar emocionalmente con sus seguidores, de tal manera que estos sean incrédulos o indiferentes a la realidad que tienen ante sus ojos o a cualquier fechoría que su líder pueda cometer, lo que desde hace ya casi una década se conoce como el fenómeno Trump, se mantiene con absoluta vigencia.

Hay que tener en cuenta que estamos hablando de un personaje condenado por la justicia por un delito infame y procesado por otras varias acusaciones, que van desde la corrupción, al fraude en los negocios y la participación en un intento de insurrección. Nada de eso ha disuadido -más bien todo lo contrario- a los más de 70 millones de norteamericanos que siguen viendo en él al símbolo antisistema que les ayudará a limpiar desde la raíz la democracia norteamericana. En esta ocasión, además, se han sumado muchos ciudadanos ajenos a las preocupaciones políticas a los que Trump ha conseguido trasladar a su realidad alternativa de una pésima situación económica. La auténtica realidad es muy diferente. Aunque Estados Unidos, como todos los demás grandes países del mundo, ha sufrido en los dos últimos años los efectos negativos de la inflación, la economía norteamericana en su conjunto ha tenido un comportamiento magnífico y ha crecido durante el mandato de Joe Biden por encima de sus competidores.

El éxito de Trump para imponer sus argumentos y sus mentiras no hubiera alcanzado, sin embargo, la magnitud conocida sin la colaboración involuntaria de la candidatura de Kamala Harris y del Partido Demócrata. Finalmente, como se temía en su momento, Harris fue una mala candidata. Llego a pensar que el propio Biden, en su decadente estado actual, hubiera obtenido mejor resultado que la vicepresidenta; tal vez su empeño en mantenerse al frente no era tan disparatado como pensábamos. El hecho es que Harris ha obtenido en 2024 14 millones de votos menos que Biden en 2020. Con la mitad de eso le hubiera bastado para cerrar el paso a Trump. Es obligatorio, por tanto, preguntarse qué ha hecho mal el Partido Demócrata para que esto haya podido ocurrir.

El primer error es, sin duda, la presencia de Harris en el ticket electoral. Carente de credibilidad después de cuatro años de oscura labor en la Casa Blanca, ha sido incapaz de explicar a los votantes la realidad de la situación económica que su oponente denunciaba. Desconectada por sexo, origen y raza de las bolsas de electores necesarios en los swing states, no ha podido generar la movilización necesaria para compensar la lealtad previsible del voto de Trump. En la mayoría de esos Estados, los núcleos de trabajadores que buscan identificación y simpatía con su presidente le dieron la victoria a Biden hace cuatro años.

«Los demócratas han ido reduciendo su proyecto nacional para convertirlo en un proyecto de grupos de identidad»

Otro de los fracasos demócratas en estas elecciones es su retroceso en los núcleos urbanos de las grandes ciudades, terreno que hasta hace poco dominaban de forma inexpugnable, y donde ahora ha perdido espacio entre negros e hispanos que desconfían de la política migratoria de los demócratas y se refugian en las decisiones radicales que anuncia Trump en esa materia.

Inmigración es uno de los puntos en los que el Partido Demócrata ha perdido conexión con la población. El siguiente en importancia es su agenda verde. Dominado cada día más por el ala más radical, los demócratas han ido reduciendo su proyecto nacional para convertirlo en un proyecto de sectores y grupos de identidad. El predominio del ecologismo se ha hecho a costa de un choque frontal con la América rural, presentando una cosa como la antítesis de la otra, ridiculizando al votante menos ilustrado y poniendo a la defensiva a millones de norteamericanos que viven en el campo y defienden ese modo de vida. Algo similar ha ocurrido con el voto femenino. Al estar sobre la mesa en varios Estados la decisión sobre el aborto, el voto femenino se había convertido en el principal foco de esperanza del Partido Demócrata en estas elecciones. Finalmente, no ha resultado decisivo, por lo que es imprescindible preguntarse si el apoyo demócrata y de la candidata Harris a la causa trans no tiene algo que ver con la insuficiente movilización del voto feminista.

La victoria republicana abre, por tanto, una crisis de modelo en el Partido Demócrata, lo que, a su vez, hace aún más incontenible el liderazgo de Trump. Los defectos ostensibles de los demócratas no pueden esconder la peligrosidad del programa del futuro presidente. La preocupación por el retroceso democrático dentro de Estados Unidos y el periodo de incertidumbre que se abre en todo el mundo ante la imprevisibilidad de Trump y sus simpatías por los peores autócratas contemporáneos, entre ellos Vladimir Putin, está más que justificada por su anterior presidencia y las amenazas lanzadas en los últimos meses. Es indudable que todos los países, y Europa en particular, han de prepararse para un comportamiento destemplado e insospechado de la mayor potencia mundial.

«Existe una faceta de Trump que igualmente debería ser motivo de inquietud : la exportación de su receta de éxito»

Por último, existe una faceta de Trump que igualmente debería ser motivo de inquietud y que se ve potenciada tras las elecciones: la exportación de su receta de éxito. Cuatro son las principales características del trumpismo: liderazgo cesarista, ocupación de un partido tradicional para convertirlo en una maquinaria al servicio personal, colonización de las instituciones y fomento de la división como principal arma política. Todo eso combinado con el recurso impúdico a la mentira y la permanente descalificación no sólo del rival político, sino de cualquiera, incluso de su propio partido, que contradiga su voluntad. Analice cada cual dónde se reúnen estas condiciones para identificar en cada lugar el foco trumpista local.

Habrá que esperar hasta el 20 de enero de 2025, fecha de la toma de posesión del nuevo presidente, para conocer con mayor precisión el riesgo al que nos enfrentamos. Pero, de momento, no es exagerado anticipar que un nuevo ciclo de auge autoritario nos espera a la vuelta de la esquina.

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