La tiranía de la confiscación
«El presidente Sánchez asfixia impositivamente a una clase media en peligro de extinción para seguir engrosando un Estado (cuestionable) del Bienestar»
Tendemos a asumir que no se pueden juzgar hechos pasados con una visión actual, pero hay notorias excepciones donde la realidad te enfrenta con un pasado que recobra su vigencia. Eso es lo que me ha sucedido recordando algunos de los postulados de Hayek, mientras presenciamos el ansioso afán confiscatorio del que está haciendo gala Pedro Sánchez.
Sus principios se basan en asfixiar impositivamente a una clase media en peligro de extinción para seguir engrosando un Estado (cuestionable) del Bienestar. Sus políticas confiscatorias solo han servido para continuar una senda de engrosamiento de deuda y de asesores que poco o nada revierten en los servicios públicos como la educación o la sanidad que son bienes de primera necesidad para los españoles. Tampoco han redundado estos impuestos en el cambio de paradigma productivo que realmente necesita este país para adaptarse a un futuro para el que este Gobierno no nos está preparando. Su visión es cortoplacista, carente de ingenio y enfocada, prioritariamente, a perpetuarse en el sillón.
«Sánchez ya no esconde ni sus vergüenzas ni sus cambios de opinión y son los ciudadanos los que pagan el precio de su hipocresía»
La pulsión natural sanchista se basa en la creación de nuevos impuestos que gravan a los vecinos, como la reciente incursión de la ley 7/2022 de residuos y suelos contaminados para una economía circular. Esta transposición de la normativa europea se ha ideado sin empatía hacia las clases medias que el socialismo tanto abandera defender, pero es un mantra que ha dejado sin efecto con esta ley. El Gobierno de España ha impedido a los ayuntamientos de este país hacerse cargo del coste del tratamiento de residuos y obliga a que sean los vecinos quienes, con un nuevo impuesto, lo sufraguen.
Es un ejemplo de hipocresía, de intervencionismo al bolsillo de los españoles y un atropello a la autonomía de los ayuntamientos.
Sus artes tiránicas se aderezan con una retórica que conforma una propaganda política impúdica. Sánchez ya no esconde ni sus vergüenzas ni sus cambios de opinión, mientras que son los ciudadanos los que pagan el precio de su hipocresía.
Aristóteles apuntaba a que el demagogo se vale del pueblo para subir al poder y gobernar solo atendiendo a su derecho personal. Una vez más, el pasado guarda preocupantes semejanzas con la actualidad.