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Cristina Casabón

La vibra posliberal llega a América

«Trump no es la democracia griega, sino el populismo dirigido y posliberal de América. Pero su crítica a la democracia liberal tiene algo de certero»

Opinión
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La vibra posliberal llega a América

El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump. | Ilustración: Alejandra Svriz

América es una democracia muy rara. No nos gusta ningún candidato y menos que nos obliguen a repensarla. Creíamos, ay, superados algunos debates, como el del liberalismo, y sus críticos están de vuelta. En USA hay americanos que se bastan con un rifle para ser libres, pero esta concepción de libertad tiene hoy sus límites, ya que ha aparecido un nuevo movimiento posliberal, que puede estar ganando fuerza entre los republicanos. 

A los liberales nos cuesta concebir formas de gobierno distintas a la democracia liberal. Quiere decirse que Trump nos genera desconfianza y sospechas por su anacronismo, como el despotismo ilustrado. Por su demagogia exportable. Pero no es una broma, son más de 75 millones de votos los que ha rascado. 

Es el primer republicano en ganar el voto popular en dos décadas. Quiere decirse que la democracia americana también atraviesa su propia crisis de confianza en USA y haríamos bien, los europeos, en comprender el asunto. Porque la realidad de la verdad de la verité es que todas las batallas que gana la Vieja Europa nos las ganan los Estados Unidos.

Patrick Deneen, un profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Notre Dame que ha influido en la cosa republicana, nos ofrece una explicación. Deneen señala los problemas de la democracia liberal, que se ha estancado en la disputa entre la izquierda identitaria y globalista frente al aumento de las derechas reaccionarias y populistas, corriendo peligro en ambos extremos. 

El intelectual más crítico y famoso de los Estados Unidos afirma muy claramente que el retroceso de la democracia occidental en los últimos años coincide con su fracaso económico; señala la inconsistencia entre la tolerancia extrema hacia las populosas minorías radicalizadas y la cancelación de posturas opuestas; la ilusión de la neutralidad política en los llamados «consensos morales» (los famosos debates superados); la pérdida de los criterios científicos y morales, que languidecen frente a estándares mediáticos y emocionales y la abolición de todo aquello propio de cada cultura en pos de una multiculturalidad uniforme.

«Siempre sería más útil entender lo qué ha fallado en la democracia americana antes de que esta crisis llegue, que ya ha llegado, a mi Vieja Europa»

Vale, Trump no es la democracia griega, sino el populismo dirigido y posliberal de América. Pero su crítica a la democracia liberal tiene algo de certero, y el mensaje de los posliberales ha conectado con el sentir de 75 millones de yankis. Durante años, las revistas católicas que leen los republicanos y algunas delicadas poetisas han estado repletas de estos debates, y Vance, el vice, ha hablado junto a destacados posliberales en eventos públicos y elogió algunos de sus trabajos. De hecho, el Vice elogió el libro de Deneen en una mesa redonda en 2023 con el autor.

Kamala y sus seguidores estarán ahora recogiendo los platos rotos, pensando que sus ideas eran demasiado elevadas para el americano medio y sin querer enterarse de nada. La cosa posliberal fluye, invade, arrasa, canta en América y Europa. Y eso nos da mucho miedo a todos los liberales, no solo a los contrincantes políticos de Trump. Pero siempre sería más útil preguntarse cuáles son las ideas útiles y veraces que hay de fondo, entender lo qué ha fallado en la democracia americana antes de que esta crisis llegue, que ya ha llegado, a mi Vieja Europa.

Lo irónico es que hasta Obama ha recomendado que leamos a Deenen, aun estando en desacuerdo con varias conclusiones del libro. El señor Fukuyama dice ahora que la religión de Trump es un rechazo decisivo al liberalismo (FT), pero ya se sabe que todos los análisis poselectorales son muy tremendistas. De hecho, un sistema político que no se cuestiona es un sistema petrificado, o sea muerto, y ese sí que sería el fin de la Historia del liberalismo.

El liberalismo era, señor Fukuyama, poder criticar aquello que ya no ilusiona, y parece que la historia de la democracia yanki no tiene otro futuro que el de seguir reinventándose, seguir jodiéndonos con sus populistas y sus pensadores teóricos. Al menos la catástrofe de Kamala ha proporcionado a miles de funcionarios en huida esos cinco minutos de gloria que Andy Warhol reivindicaba para todo hombre corriente.

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