THE OBJECTIVE
Jorge Vilches

Los culpables y el relato

«PP y PSOE necesitan tiempo para la digestión pública de la catástrofe valenciana, colocar sus piezas y narrativa. El primero en cesar a algún responsable, pierde»

Opinión
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Los culpables y el relato

El presidente de la Generalidad Valenciana, Carlos Mazón. | Carlos Luján (Europa Press)

La política es propaganda, nada más. Quien controla el relato, manda. Por eso si ahora Feijóo obliga a Mazón a dimitir, el PP aparecerá como el responsable de la negligencia, con la consiguiente felicidad del PSOE. Y si Sánchez no reafirma su confianza en Teresa Ribera, Robles, Marlaska y compañía, el efecto será el inverso. Ambos partidos necesitan tiempo para la digestión pública de la catástrofe valenciana, colocar sus piezas y narrativa, y esperar la debilidad del adversario. El primero en cesar a algún responsable, pierde.

No vale la consideración de que ambas partes cometieron errores equiparables, porque eso no renta en las urnas. Tiene que haber un culpable mayor y otro menor. En eso está el juego. Por eso el PSOE paga para filtrar información falsa, activa a sus terminales mediáticas y monta manifestaciones contra Mazón. El chivo expiatorio debe ser del PP. Las imágenes y los bulos que la acompañan tienen que crear la sensación de que el gran culpable es el presidente valenciano, aunque se oiga que Sánchez no lo hiciera del todo bien.

Las dos partes cuentan que tras una tragedia como esta crece el sentimiento antipolítico, el pensamiento de que todos los políticos son iguales en su mediocridad y nulidad, que las instituciones no funcionan, que las autonomías son una filfa, y que ojalá viniera un cirujano de hierro a poner orden, porque «solo el pueblo salva al pueblo». Este sentimiento es recurrente y se acaba pasando. Es una fiebre, y eso lo conocen los partidos. Por no irnos más lejos, ocurrió entre 2008 y 2014, aproximadamente. La gente se cisca en todo y después se calma para seguir votando a los suyos, o a otros que acaban comportándose de la misma manera. Véase dónde están los partidos de la «nueva política» que surgieron entonces.

Los populares de Feijóo han aprendido de los socialistas de Sánchez: no mueven una pieza cuando hay un supuesto clamor de la opinión movilizada por los medios de comunicación contrarios. Ya ocurrió con el error del PP en la ley que recorta las penas de los etarras. Esperaron a que escampara, al estilo sanchista, y que la gente pasara página. No echaron a nadie, ni señalaron públicamente al responsable. Más contundencia no resulta rentable porque los españoles tienen memoria de pez, acaban perdonando, y el sentimiento antipolítico, ese que indica que todos son igual de malos, acaba mitigando el ajuste de cuentas en las urnas. La gente piensa que los políticos son así, pero que es peor que gobierne el partido que odia y sigue votando a los suyos. Con esta lección, el PP y el PSOE gestionan las crisis en la sala de espera.

«Los populares necesitan que las narraciones de las víctimas dejen de ser noticia»

El Partido Socialista lo tiene más fácil porque es un maestro narrativo que controla los tiempos y predice con acierto los movimientos del PP. Los populares de Feijóo lo tienen más complicado. Por eso han apostado por una explicación de Mazón el jueves y un plan de reconstrucción. Esta es su única baza porque resistir hasta Navidad, como dicen algunos, es un plazo demasiado corto. Debe pasar el tiempo suficiente como para que sea palpable una cierta recuperación económica, que la gente vea obras públicas, y que haya una vuelta a una cierta normalidad, con fútbol incluido. Los populares necesitan que las narraciones de las víctimas dejen de ser noticia.

Mazón debe soportar esa gestión con el equipo profesional adecuado, asumir luego la responsabilidad y dejar paso a la persona del PP que salga de un congreso regional. La única forma de congelar el relato del PSOE y sobrevivir en las urnas en 2027 es ofrecer un chivo expiatorio que haya cumplido finalmente el trabajo de reconstrucción. Todo lo que sea adelantar las elecciones o ceder a la presión en un momento caliente como el actual sería un suicidio político.

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