THE OBJECTIVE
Antonio Agredano

La gran pereza

«Twitter pasará como pasan las malas resacas, pero seguirá la incapacidad para escuchar a los que no piensan como nosotros y las lecciones hipersensibles»

Opinión
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La gran pereza

Perfil de Elon Musk en X. | Zuma Press

Hay gente que daría su vida, tachán, para poder asistir a su propio entierro. Irse de Twitter es un sucedáneo. Uno puede abrir un ojo y ver quién nos llora, quién lo celebra y quién ni se digna a ir al sepelio. 

El periódico británico The Guardian ha dejado la red social. En su comunicado dicen que en X, que es como la rebautizó su nuevo propietario, Elon Musk, hay demasiado contenido alarmante, con teorías de la conspiración de extrema derecha y racismo. Otro periódico, La Vanguardia, también se ha ido, un poco a rebufo. A lo largo del día de ayer, algunos periodistas, Antón Losada y Juan Cruz entre ellos, ya se habían sumado a la repentina ola de dignidad tuitera. 

Hubo un tiempo en que esta red social era un lugar confortable, es decir, un sitio con mayoría de izquierdas, donde se aplaudían unos a otros, y el activismo cabía en un puñado de caracteres. Fue importante para Podemos y para algunos diarios digitales que se dieron a conocer y aumentaron rápidamente sus visitas sobre las alas del pajarito azul. Las televisiones creyeron que eran noticiables algunas polémicas tuiteras. Ardían las redes. Fue divertido. Buenos tiempos para las risas. Alguna cancelación. Antorchas e hilos. Viralizarse te garantizaba minutos de pantalla y, según vimos, algunos pequeños contratos editoriales.

El espíritu forocochero hizo su aparición y la cosa se disparató. Cuanto más cambiaba Twitter, menos control teníamos sobre él. El algoritmo decidía por nosotros. El éxito y la decadencia son dos hermanas que pasean de la mano. Y está bien así, porque una red social es sólo una web creada por una empresa. No es un espacio público, no es un lugar que deba ser bueno o malo, es sólo un muro donde la humanidad se expresa. En este caso, además, y de forma habitual, anónimamente.

En Twitter cabe todo, es como en un after. Si puedes entrar tú, puede entrar cualquiera. No eliges la música que suena. Ni las marcas que sirven. Ni las movidas que allí puedan suceder. Abren la puerta, entras, y a darlo todo. Por eso no entiendo esta súbita afectación. 

«X es un antro de madrugada. Quien quiera irse a una biblioteca, que se vaya»

Poco diferencia a Musk de Zuckerberg. El dinero homogeneiza. Desde el Fotolog al Instagram, desde el Myspace al Facebook, desde el Twitter a lo que venga, son puertas de baño donde cada uno pone lo que le da la gana. El único requisito es tener un permanente. Una clave. Ganas de compartir. Escribió hace unos años una cuenta parodia, Bipolardo: «Los famosos se van de tuiter porque dicen que es una cloaca. Vienen acá pensando que es un cumpleaños y los saca a patadas en el orto un gordo desde el inodoro que fracasó en todos los ámbitos de la vida jaja. Orgullo». 

X es un antro de madrugada. Quien quiera irse a una biblioteca, que se vaya. Pero que no se vayan diciendo que ojalá todos los afters fueran luminosos, silenciosos y estuvieran llenos de libros. La turra nunca descansa. Allí donde la gente puede expresarse, podemos encontrar cualquier cosa. Chistes sin gracia, insultos, mentiras, llantinas y canciones de Bordon 4. Hilos memorables, artículos que no habíamos leído o memes que nos hacen llorar de risa. 

De Twitter hay que irse ya de día y sin avisar a los colegas. Balanceándonos. Empapados en sudor. Sin batería en el móvil. Apestando a tabaco. Y acompañados. 

La gran pereza es dar lecciones, convertir un intrascendente adiós en una inmolación por la intelectualidad de los demás y por el decoro universal. La gran pereza es que veamos Twitter, un gigante que construimos entre todos, como una especie de derecho arrebatado. Twitter no es nada. Su impacto ya es residual. No gana elecciones, no cambia Estados, es sólo un entretenimiento. La puerta de un baño. Un lugar desconcertante donde, a veces, compartíamos nuestras vidas. 

Me hago viejo. Escucho el último disco de The Cure. Habla de un mundo que ya no entendemos. Todo pasa. Y Twitter pasará como pasan las malas resacas, casi sin darnos cuenta. Pero la turra, como el agua, buscará sus nuevos espacios. Porque seguirá la vanidad, seguirá la incapacidad para escuchar a los que no piensan como nosotros, seguirán las lecciones hipersensibles y seguirán las despedidas con boato, como si los adioses fueran más importantes que las bienvenidas.

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