THE OBJECTIVE
Teresa Giménez Barbat

Fallarás… a todas las mujeres

«La cultura moral del ‘victimismo’, del que se alimentan algunas asociaciones y partidos políticos, arrasa porque dramatiza una ‘narrativa del sufrimiento’»

Opinión
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Fallarás… a todas las mujeres

Ilustración de Alejandra Svriz.

Yo no sé si hemos llegado al pico del victimismo femenino o tenemos aún para rato. Pero de momento asistimos a erupciones que hubiera sido una bendición podérnoslas ahorrar. Por ejemplo: en EEUU algunas mujeres de ideología progre («liberal», dicen allí ), incapaces de aceptar la victoria de Trump, han manifestado en las redes sociales su negativa a tener sexo con los hombres. Nada muy original, ya saben. Esas huelgas sexuales, siempre femeninas (los hombres preferirían huelgas de celo a la japonesa), real o literariamente se llevan a cabo desde la antigüedad para alcanzar objetivos políticos o sociales. La heroína del drama griego Lisístrata se hizo muy famosa promoviendo el cierre de piernas. Y es una argucia que va mucho más allá del ámbito grecorromano.

En Corea del Sur se inspiraron en ello recientemente para denunciar la «violencia de género» con su movimiento de las 4B. O sea, sus cuatro no que representan los cuatro juramentos que comienzan con la sílaba «bi»(«no» en español):  no al sexo, no a las citas, no al matrimonio y no a tener hijos… con hombres, claro (la parte técnica de este último voto no ha sido aún aclarada). No en vano cierto feminismo ha considerado siempre que las relaciones sexuales heterosexuales, en el marco de una sociedad patriarcal, son inevitablemente degradantes para las mujeres y equivalen directamente a la violencia sexual.

En Estados Unidos las que reniegan de los hombres, según han publicado en TikTok, proponen un plan a cuatro años vista hasta las próximas elecciones. «Como mujer, mi autonomía corporal importa, y esta es mi manera de ejercer la soberanía sobre ella», dijo una de ellas, que alentó a otras mujeres a «eliminar sus aplicaciones de citas» y a raparse la cabeza. Como reina cierta mala leche general, algunos usuarios las han animado a «dar un paso más» y «hacerse histerectomías colectivamente».

Entiendo que un posible cambio en la legislación sobre el aborto pueda inquietar a alguna de ellas, pero mucho me temo que obedezca esta cruzada a un espíritu más generalizado. Lo mismo que el movimiento 4B, cuyo pretexto fue una derivación de las protestas nacionales contra la epidemia de las «cámaras espía» después que se descubriese que algunas mujeres habían sido filmadas sin su consentimiento durante las relaciones sexuales o mientras estaban en el baño.

En nuestro país esta epidemia de hostilidad anti hombre tiene muchas expresiones, y una de las más recientes ha sido la aparición del libro de la periodista y feminista radical Cristina Fallarás. Infalible cuando se trata de olfatear por dónde sopla el viento de la indignación y a rebufo del caso Errejón, ha sacado un libro que chorrea victimismo y estigmatización masculina por todos lados. No lo he leído pero sí he visto algunos extractos. Nada que no pudiéramos esperar. Testimonios de mujeres víctimas de tropelías de machos en un lapso temporal amplísimo y, naturalmente, sin contrastar. Seguro que hay mucha verdad y realidad en muchas historias que relata. Pero el sesgo de información y el razonamiento motivado no aportan nunca ni conocimiento ni verdad.

«El nuevo feminismo se lanzó a una brutal generalización negativa sobre la mitad de la población»

La cultura moral del «victimismo», del que se alimentan las Fallarás del mundo y determinadas asociaciones y partidos políticos, arrasa porque elabora y dramatiza una «narrativa del sufrimiento» enormemente emocional. Pero no es ética. Cuando las feministas de los años sesenta y setenta del siglo pasado lucharon contra unas costumbres y unas instituciones obsoletas (que aún existen en muchos lugares del mundo) se ganaron un respeto moral importante.

El feminismo racional que defendían tuvo su razón de ser, y en nuestra parte del planeta, libradas ya las grandes batallas, se ultimaron flecos en un mundo que nunca había sido tan pro mujer. ¿Se celebró una buena clausura? De ninguna manera. Entre los estertores del marxismo y la caída del Muro otras causas se encargaron de la deriva de victimización con rasgos de paranoia que vivimos. Se agudizaron los delirios sobre un patriarcado que se transformó en un complot en toda regla y, sin preocuparse de la veracidad de las barbaridades que decían,  el nuevo feminismo se lanzó a una brutal generalización negativa sobre la mitad XY de la población. «Masculinidad tóxica» se convirtió en el gran concepto de éxito.

Ignoro si esas mujeres que proclaman no querer nada del sexo opuesto y se rapan la cabeza, o las Torquemadas tipo Fallarás, tienen hijos varones. Sería de interés científico seguir la evolución de las criaturas. Pero azuzar a hombres y mujeres entre sí es ruin e injustificable por más libros que vendas con ello.

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