THE OBJECTIVE
Gloria Lomana

Trump, la implosión de Occidente

«La guerra híbrida de nuestro tiempo se libra con la nueva arma de destrucción masiva que es la información, donde Trump es el vocero, y Putin, el espía que vino del frío»

Opinión
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Trump, la implosión de Occidente

El presidente ruso, Vladímir Putin. | Ilustración: Alejandra Svriz

Hace ya muchos años, un destacado agente de los Servicios Secretos españoles me comentó una técnica que no he vuelto a olvidar: «Siempre colócate en la mente del enemigo –me dijo–, piensa qué haría el otro si su intención es diabólica, qué estaría maquinando para conseguir su particular plan. Por ejemplo, si fueras Putin, y quisieras romper Europa sin invadirla con tropas, ¿con qué otras armas la invadirías?». Eran los tiempos en que, con diferentes exploits que siempre respondían a siglas y numeración que los occidentales identificaban con Rusia, se atacaban centros de poder de potencias occidentales, como Presidencias de Gobierno y Ministerios de Exteriores y de Defensa de España, Francia, Alemania o Italia.

En enero de 2017, faltaban solo unos días para que Donald Trump jurara como presidente de los Estados Unidos, tuve la osadía de escribir, entonces en el diario El País, un artículo provocativo sobre el devenir que podría derivarse de esa elección. «¿Y si, tras la elección de Trump, estaba la mano de Putin su ambición de disolver Europa y servirse sus migas en un plato frío?» – me preguntaba en aquel escrito.

Cuando en 1990 los chinos elaboraron su ‘Doctrina del uso del Ciberespacio’ revelaron sin rubor sus objetivos de espionaje, que no eran otros que crear armas tecnológicas para captar información. Por aquel entonces, Putin ya había sido director del KGB soviético y conocía a la perfección las mismas técnicas, orientadas a idéntico fin: acabar con la hegemonía de Occidente y romper sus democracias liberales.

Con el tiempo, entrado el siglo, hemos sabido que la guerra ya será por siempre híbrida y cada vez más sofisticada, con el fin último de confundir a la ciudadanía, creando opiniones públicas manipuladas y manipulables, capaces de votar, sí, pero de dar el voto a los más populistas, narcisistas, enfermos mentales, psicópatas, políticos que en definitiva no llegan para servir al interés general, pues su único interés es satisfacer su ego infinito. Veréis que este es un perfil cada vez más frecuente, observes las latitudes o los meridianos que mires, dado que es más fácil de persuadir, de allanar podríamos decir. Así es que cuando, en 2016, toda la inteligencia occidental reveló que Trump había recibido ayuda de Putin para arrumbar con fake news y desinformación a la candidata que iba en cabeza en las encuestas, Hillary Clinton, nos sorprendió, pero no mucho y se dejó pasar. De aquel atropello yo entonces deduje que en la cabeza de Putin había habido un plan para colocar a su «amigo» Trump en la Presidencia de los Estados Unidos, otra ficha más de la invasión putinesca a Occidente. El tiempo, lamentablemente, me ha confirmado lo que entonces escribí: 

(…) «¿Y si ha utilizado la guerra de Siria para desestabilizar Europa con la invasión de refugiados?».

«¿Y si impulsa muros antiinmigración para debilitar las relaciones internacionales de Occidente?».

«¿Y si financia los partidos populistas de Europa para debilitar nuestras democracias y partir las sociedades?».

«¿Y si ha impulsado el Brexit, y está alentando iguales rupturas en las inminentes elecciones de Holanda, Francia, o Alemania?».

«¿Y si ha colocado a un peón, que le imita malamente, en la Presidencia de los Estados Unidos de América?».

«¿Y si Trump hubiera elegido como secretario de Estado a Rex Tillerson, a propuesta de Putin, al que Putin condecoró hace cuatro años?».

«¿Y si aspira a romper Europa este mismo año, con el triunfo electoral de otros Brexits, como ha pronosticado su amigo Trump?».

«¿Y si pretende acabar con la ‘obsoleta’ OTAN, como la ha definido también el nuevo presidente americano?». Entonces me ahorré el citar el Premio Nobel que aceptó Obama recién llegado a la Casa Blanca, una trampa que no hemos sabido leer bien.

«Todas las circunstancias coinciden en que hablando de Trump hablamos de un muñeco diabólico activado con mando a distancia por su amigo Putin, quien jamás aceptó que el fin de la Historia que pronosticó Fukuyama hubiera comenzado con la caída de la Unión Soviética»

Pronto supimos que también había regado de dinero el independentismo catalán, financiado y asesorado a Carles Puigdemont. ¿Y? ¿Y Europa? Europa quedó impasible y no hay otra explicación que esta: hoy Europa es un queso gruyere agujereado por el populismo, el nacionalismo y el independentismo, herramientas de guerra para romper la Unión por la vía de la indefensión. Nuestra debilidad en la industria estratégica, en la tecnología y en la innovación, certificada en la pandemia y con crisis energéticas y de microchips, entre otras, no hace sino corroborar esta decadencia.

Analizando el Gobierno que Trump está haciendo estos días, solo podemos constatar que es la culminación de un plan. Que este narciso se rodee únicamente de amigos para no ser traicionado, es el culmen del fin de Occidente como lo hemos conocido hasta ahora. Detrás de la elección de «ministros» contra natura que está haciendo Trump está la revancha de la antipolítica, la implosión del sistema tanto da si la cartera de la Defensa va a estar en manos de un presentador de televisión, la de Sanidad en las de un antivacunas, o el nuevo Departamento de Eficiencia Gubernamental caiga en manos del hombre más rico y perturbador del mundo. La cuestión es que la política, concebida como la herramienta para servir a la ciudadanía se ha pulverizado con la elección de un desequilibrado mental, rodeado de idénticos narcisistas, encaminados todos ellos a desmantelar lo que durante 250 años construimos con constituciones, cartas de Derechos Humanos y organizaciones internacionales defensoras de la paz, la justicia y la libertad. Cualquier democracia debe desconfiar de un mesías que llega a «salvar» al país. Todas las circunstancias, pues, coinciden en que hablando de Trump hablamos de un muñeco diabólico activado con mando a distancia por su amigo Putin, quien jamás aceptó que el fin de la Historia que pronosticó Fukuyama hubiera comenzado con la caída de la Unión Soviética, el Telón de Acero y el Muro de Berlín. En su mente está expandir las fronteras rusas hasta la Rusia Imperial.

Que las coincidencias entre Putin y Trump van más allá del gusto por el bronceado y la peluquería de frasco, es un hecho, pero sepamos quién es el muñeco y quién desde hace años es la máquina que activa el mal para destruirnos. Quien es el original y quien la mala copia, si bien los dos coinciden, se supone que Trump desde la derecha más reaccionaria y Putin desde la izquierda totalitaria, en su fervor ultranacionalista, mesiánico, populista, controladores del periodismo, laminadores del Estado de derecho, la separación de Poderes, irreverentes con las instituciones. De ahí que el asalto al Capitolio, para sus votantes, haya quedado reducido a la anécdota, si no a la gesta heroica.

Por eso, esa grandeza que promete Trump es pequeñez. La guerra híbrida de nuestro tiempo se libra con la nueva arma de destrucción masiva que es la información, donde Trump es el vocero, y Putin, el espía que vino del frío para robarla, manipularla y desestabilizar. Quedemos atentos porque el fin de la historia se escribirá a partir de ahora.

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