Una televisión Frankenstein
«La finalidad última de la reforma del Consejo de RTVE es comprar una vez más a sus socios y apuntalar de esta manera un Gobierno que se tambalea»
Es el número uno (el one). Sánchez es el primero en muchas cosas, casi todas ellas malas. Acontecimientos que suceden por primera vez, y que antes de que se produjesen parecían inconcebibles. En el año 2020 publiqué en El viejo topo un libro al que titulé Una historia insólita y escogí como subtítulo El gobierno Frankenstein, una historia repleta de incidencias inverosímiles. Todo lo que rodea a Sánchez resulta escandaloso. Desde entonces han pasado ya casi cuatro años y los hechos inauditos no han dejado de acontecer. A cada sobresalto ha sucedido uno mayor, que nos iba haciendo olvidar el anterior.
Lo más sobresaliente es el descaro con el que él y sus seguidores pretenden justificar sus planteamientos y modifican la realidad. Nos hemos acostumbrado de tal modo a este falso universo que ya lo consideramos casi razonable y hasta lógico. Así, a propósito de los dos delitos nuevos imputados a Begoña Gómez, sin turbarnos, hemos escuchado, afirmar a Bolaños, con total desfachatez, que este hecho acredita una vez más que no hay nada de nada en el caso. Del mismo modo, hemos presenciado con cierta naturalidad cómo Óscar López, sin despeinarse lo más mínimo, al presentar la reforma más arbitraria llevada a cabo en RTVE, ha venido a decir que el Consejo que se iba a crear era el más plural de la historia.
Sánchez, tras los cinco días de ejercicios espirituales y como consecuencia de la imputación de su mujer, de su hermano y del fiscal general del Estado, ha llegado a la conclusión de que no eran ellos los que tenían que regenerarse, sino la política española, es decir, las pocas instituciones que aún quedaban por colonizar: parte de la prensa (la crítica) y los tribunales. Basándose en una directiva comunitaria que iba precisamente en dirección contraria, se puso manos a la obra.
Elaboró un plan orientado a intervenir en los medios de comunicación, premiando a los buenos y castigando a los malos; y, como prueba de su decisión, ha aprobado un decreto-ley encaminado a convertir el Consejo de Administración de RTVE en una prolongación de la alianza Frankenstein. En este caso, la motivación primera no radica en controlar los medios púbicos. No lo necesitaba. Eso ya lo tenía. Sánchez asaltó la televisión y la radio públicas desde el primer día que llegó al Gobierno, mediante el Real Decreto-ley 4/2018 de 22 de junio (la moción de censura había sido en mayo), convirtiéndolas en un instrumento de propaganda. No es por casualidad que los informativos de estas cadenas hayan ido progresivamente perdiendo audiencia.
En esta ocasión pretende, aparte de poner un poco de orden entre sus delegados en el ente, que se habían alborotado, retribuir a sus socios de Gobierno con un nuevo obsequio, a fin de mantener prietas las filas, que cuartean y mucho, en estos momentos. Con total desfachatez ha modificado la ley existente, elevando el número de consejeros de los 10 actuales (6 elegidos por el Congreso y 4 por el Senado) a 15 miembros, 11 de ellos nombrados por la Cámara baja, mientras permanecen los 4 elegidos por el Senado. Así, además de crecer el número absoluto de los consejeros, el peso relativo de los elegidos por el Congreso sobre el total aumenta y supera los dos tercios. La participación del PP, con mayoría absoluta en el Senado, se rebaja, hasta la ineficacia.
«Para el sanchismo, bloquear es no plegarse totalmente a sus exigencias y propuestas»
Además, se modifica el quórum. Cada Cámara deberá elegir a sus consejeros con una mayoría de dos tercios, como hasta ahora. Pero, si en 48 horas no lo consiguen, podrán aprobar su nombramiento por mayoría absoluta (más del 50 %). Las mismas reglas se aplicarán en la elección del presidente o presidenta. Es notorio cómo con la nueva normativa, el dominio que se consigue por parte del sanchismo es total.
La falacia que han empleado para justificar el cambio es la misma que se empleó con el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), hablar de bloqueo de la oposición. La solución que se utiliza ahora es idéntica también a la que se intentó entonces. La única diferencia radica en que Europa paró la del CGPJ. Lo de bloqueo no deja de tener su gracia, porque cuando hay necesidad de pacto y este no se consigue, ¿quién bloquea a quién? Para el sanchismo, bloquear es no plegarse totalmente a sus exigencias y propuestas. El decreto-ley también establece dotar a los nuevos consejeros de dedicación exclusiva, condición para que puedan cobrar un suculento sueldo y así los socios de Frankenstein participen del asalto a las finanzas públicas. No hay que olvidar que la finalidad última del cambio es contentar y comprar una vez más a sus socios y apuntalar de esta manera un Gobierno que se tambalea.
Con ello, y algunas otras cosas, Sánchez pretende sobornar a sus socios para sacar adelante los presupuestos de 2025, aunque no parece que lo vaya a conseguir y tendrá que continuar gobernando con los de 2023. La prórroga no tiene por qué constituir un obstáculo por sí misma. Ya gobernó con las mismas cuentas públicas, que además no eran suyas, sino de Montoro, en 2018, 2019 y 2020. La contrariedad proviene de que si el Gobierno no logra el plácet a los presupuestos, le va a resultar mucho más difícil aprobar las modificaciones que pretende hacer en materia de impuestos, y que colarían mejor en el puzle de la ley de presupuestos.
Por la misma finalidad y con idéntico descaro, Sánchez pretende utilizar una vez más las catástrofes en su propio provecho político, y así condiciona las ayudas a Valencia a la aprobación de los presupuestos, como si estos fuesen necesarios, cuando siempre la repuesta a los siniestros inesperados se ha articulado mediante créditos extraordinarios aprobados por decretos-leyes; y sobre todo teniendo en cuenta que el propio Sánchez por su sola conveniencia se mantuvo todo el año 2020 (incluida la pandemia) con los presupuestos del año 2018.
«No ha tenido ningún inconveniente en introducir en RTVE a los que se marcan como objetivo romper España»
La indignidad de la reforma del Consejo de RTVE no radica desde luego en que la modificación se haya instrumentado por decreto-ley. Sánchez nos tiene ya acostumbrados a su uso abusivo e inconstitucional, adulterando su finalidad. Se encuentra en que es tan burda que indica de forma palmaria hasta qué límite está dispuesto a llegar el sanchismo decadente. Va a por todas, sin el menor pudor y sin disimulo alguno, mostrando a las claras que carece de todo escrúpulo a la hora de destruir cualquier contrapoder y de violentar cualquier limitación democrática.
En esta dinámica no ha tenido ningún inconveniente en introducir en RTVE a los que se marcan como objetivo romper España, que incluso han dado un golpe de Estado para conseguirlo, y que están dispuestos a repetirlo, supremacistas que se consideran por encima del resto de los españoles y se oponen a cualquier política redistributiva, mandatarios del mercantilismo vasco, del prófugo de la justicia, de los condenados por el procés y de partidos que en el fondo son nacionalistas, casi independentistas, como el PSC y los comunes. ¿Televisión española? No, Televisión Frankenstein. Es fácil saber el discurso que va a imperar en la televisión y en la radio pública. No solo es que como hasta ahora vaya a ser partidista y sectario, es que a partir de este momento será una réplica, por ejemplo, de TV3.
A pesar del desparpajo y de la desvergüenza con los que suelen actuar los ministros y demás adláteres de Pedro Sánchez, algún bochorno debieron de sentir ante la bellaquería que iban a acometer, cuando a pesar de que con la catástrofe derivada de la DANA se suspendió tanto en el Senado como en el Congreso toda actividad parlamentaria, la Mesa de la Cámara Baja mantuvo el pleno únicamente para que se pudiese convalidar el decreto-ley que modificaba la composición del Consejo de Radio Televisión Española. No existía ninguna urgencia ni plazo perentorio alguno. El único motivo es que preveían -y con razón- que la DANA iba a copar la actualidad y de esta manera el atropello quedaría más disimulado.
Sánchez no es nada sin relato. Toda su trayectoria está basada en las falacias y en los sofismas. Sin embargo, según transcurre el tiempo, le va resultando más difícil mantener la ficción, ya que para permanecer en el Gobierno y contentar a sus socios tiene que cometer más y más vilezas y abusos. Cada vez es menor la parte de la sociedad que se conserva abducida. Para que esta tendencia no aumente, necesita más que nunca a los medios de comunicación. Controlar al mayor número posible de ellos y reprimir a los que se resisten. En este proceso, RTVE es vital, sobre todo cuando no se limitan los recursos y se dispara con pólvora del rey, mejor dicho, de todos los españoles.